El día 11 de diciembre de 2025 falleció de forma repentina una compañera y, ante todo, una amiga muy querida: María Jesús Callejo Delgado. Su inesperada desaparición ha dejado un profundo vacío y una honda tristeza, no solo en el seno de su familia, sino también entre todas aquellas personas que tuvimos el privilegio de conocerla, de compartir con ella proyectos, inquietudes y afectos, y de aprender de su ejemplar calidad humana e intelectual.
Conocí a María Jesús en el año 2008, cuando tuve el honor de que fuera la encargada de contestar a mi discurso de ingreso en la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce. Difícilmente podía imaginar entonces que aquel acto solemne marcaría el inicio de una amistad sincera y duradera, cimentada en el afecto mutuo, la confianza y una profunda admiración por su rigor intelectual, su seriedad metodológica y su compromiso constante con el conocimiento. A lo largo de los años compartimos numerosas conversaciones —muchas de ellas en torno a un café— en las que hablábamos de nuestros trabajos, de Segovia, de la Academia y, de manera muy especial, de nuestras respectivas familias. Siempre escuché sus palabras con atención y respeto, pues su prudencia, su mesura y su discreción conferían a cada reflexión un valor singular.
Desde el primer momento se manifestó como una persona profundamente buena, íntegra y generosa. Su trato respetuoso, su consideración hacia los demás y la absoluta ausencia de cualquier gesto de vanidad eran expresión de una humildad auténtica y poco frecuente. Su presencia transmitía cercanía y serenidad, y su disposición constante a ayudar y servir a los demás la convertía en un apoyo silencioso, pero firme, para quienes la rodeaban. Estas cualidades, tan discretas como esenciales, han dejado una huella imborrable en todos aquellos que tuvimos la fortuna de conocerla.
La familia ocupó siempre un lugar central en su vida, y de manera muy especial sus hijas, María y Aurora, a quienes dedicó lo mejor de sí misma con una entrega constante, atenta y profundamente amorosa. En el ámbito profesional actuó siempre con responsabilidad, compromiso y un sólido sentido ético. No obstante, su legado más valioso —más allá de la relevancia de sus investigaciones y de sus numerosas publicaciones— reside en el ejemplo humano que ofreció día a día: en su coherencia personal, en su honestidad intelectual y en una vocación de servicio ejercida desde la discreción y la generosidad.
Su repentino fallecimiento intensifica el dolor de su pérdida y nos enfrenta, con especial crudeza, a la fragilidad de la vida. Al mismo tiempo, refuerza la importancia de la memoria que nos deja: una memoria construida sobre valores firmes, afectos sinceros y una manera de estar en el mundo basada en el cariño, el respeto y la bondad.
Sirvan estas palabras como humilde homenaje a una segoviana profundamente enamorada de su tierra, a la que dedicó con pasión y rigor buena parte de su vida, y cuyo ejemplo humano e intelectual seguirá acompañándonos.
