La reflexión y la meditación son dos ejercicios importan¬tes que me han ayudado para encontrar un equilibrio entre la certidumbre de lo generado y las consecuencias de ello en el futuro.
Cumplido un año desde la presentación de mi primer libro titulado Ancha es Castilla – Nueva Cocina Castellana, introducía de esta manera uno de los capítulos que dan paso al recetario. Más que un texto al azar, trato de compartir unas líneas que quizás contemplan o incluso reflejan un estilo de vida, donde ahora más que nunca hacen que este tipo de situaciones confusas y llenas de incertidumbre se lleven de otra manera.
Lewis Carroll escribió una frase con un código especial, afirmando ¨qué pobre memoria es aquélla que sólo funciona hacia atrás¨, cada vez más presente en un momento en el que preocupa la memoria selectiva y que agrava el interés donde solo interesa la última novedad.
Toda nuestra identidad sustentada por la memoria y claro, quien olvida su pasado pierde su identidad.
No quisiera olvidar cada momento que me ha alimentado el alma, donde he tratado de buscar lo positivo por difícil que fueran aquellos momentos.
A raíz de una entrevista que me realizaron hace unos años en Shanghai – China, donde me preguntaron por cuántos países había viajado hasta la fecha, se nos ocurrió abrir un mapa y casi llegamos al medio centenar, cifra anecdótica dado que todos y cada uno de ellos me han ayudado a darme cuenta que no somos nadie y que debemos viajar más.
Haber aprendido de todo tipo de errores, confusiones, fracasos, personas y caracteres, incluso la motivación extra de haberlas compartido codo con codo con personas con capacidades diferentes, minusvalías psíquicas o físicas a través de programas educativos, for¬mación e integración, también me han ayudado a ver el fuego de la vida desde otra perspectiva memorizando grandes momentos juntos.
Gracias a la memoria también puedo recordar todo tipo de relaciones establecidas, así como experiencias gastronómicas vividas como cocinero y como comensal, aprendiendo y disfrutando desde tabernas, mesones y mercados hasta las mesas exclusivas más solicitadas de algunos de los grandes cocineros del mundo —bien pudiera necesitar de un par de ediciones más para hablar sobre ello—. Punto vital para tener un pensamiento global de lo que es la cocina.
Pudiera no tener memoria si no alimentara mi alma cada día. La cocina de la memoria no va relacionada con memori¬zar cuál de las cinco recetas de liebre a la royal he apren-dido, sino cuál es la que cocino con toda mi alma y por qué mejora las anteriores.
Una capacidad enriquecida también por esas buenas personas que han confiado en mí o han compartido su conocimiento… Claramente pertenecientes a esa despensa de momentos auténticos vividos.
Tal vez debamos cuidar de la tarjeta de memoria de nuestras emociones como una herramienta que da sentido a lo que nos rodea, un recetario sensible que probablemente nos aporte pequeños momentos felices como vacuna ante la mayor cura de humildad histórica.
