En uno de los momentos más importantes del ritual de la ordenación sacerdotal, los futuros presbíteros, antes de recibir el sacramento que les consagra como ministros de Dios, pronuncian la expresión latina “absum” (aquí estoy) en la que se simboliza su predisposición a dedicar su vida al servicio del Evangelio y de sus semejantes. Ayer, ocho presbíteros diocesanos revivieron aquel momento que en 1964 les llevó a ingresar en el orden sacerdotal, acompañando al obispo de Segovia, Angel Rubio Castro, que en el mismo año también fue ordenado sacerdote en la celebración de sus bodas de oro. La celebración tuvo lugar en el marco de la festividad de San Juan de Ávila, patrón del clero, que congregó a la práctica totalidad de sacerdotes de la provincia en la Casa de Espiritualidad “San Frutos”.
Este año, a la celebración se sumó el arzobispo metropolitano de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, Ricardo Blázquez, que concelebró junto al obispo de Segovia y los sacerdotes homenajeados la misa solemne que tuvo lugar en la iglesia del Seminario.
En un templo lleno por los sacerdotes diocesanos y familiares y amigos de los sacerdotes que este año celebraban sus bodas de oro –Miguel Angel Barbado, Inocencio Esteban, Esteban Gago, Balbino Gala, Celestino Gutiérrez, José Ignacio Larios, Laurentino Sanz y Andrés Torrego- el obispo pronunció una homilía dedicada a los sacerdotes, significando que la celebración de San Juan de Ávila supone “la consolidación de la fraternidad sacramental que nos une en la Eucaristía”. Así, manifestó que los sacerdotes “estamos hoy apremiados por la nueva evangelización, tarea improrrogable del Tercer Milenio”, y señaló que para ello la mejor herramienta es “la predicación que brota de la caridad pastoral, sin mitificaciones ni halagos y siempre fiel a la enseñanza de la Iglesia”.
Antes de concluir la eucaristía, en la que el obispo y los sacerdotes renovaron sus promesas sacerdotales, el arzobispo de Valladolid quiso también dedicar unas palabras a sus hermanos en la fe, para agradecer y reconocer el esfuerzo realizado durante este medio siglo de servicio donde “habrá habido muchos días luminosos y bastantes sombríos y grises; pero en esas situaciones se va fraguando nuestro ministerio; porque es necesario que una planta madure con el frío del invierno y el calor del verano”.
Barbado
En nombre de todos los sacerdotes que celebraron ayer sus bodas de oro, fue el canónigo y delegado diocesano de Patrimonio Miguel Angel Barbado quien tomó la palabra para destacar el apoyo y la ayuda que han tenido en sus 50 años de sacerdocio, e hizo votos para que a lo largo de su vida sacerdotal “podamos seguir acrecentando la llamada que un día Dios hizo en nuestras vidas”.
Tras la celebración religiosa, los sacerdotes se reunieron en un almuerzo de hermandad en la Casa de Espiritualidad, donde todos los homenajeados fueron distinguidos con una placa conmemorativa de sus bodas de oro sacerdotales.
Reflexión sobre las vocaciones
En declaraciones a los periodistas, monseñor Blázquez quiso realizar una llamada de atención ante la urgente necesidad de vocaciones sacerdotales, y pidió a todo el pueblo cristiano que reflexione “sobre un problema que nos acucia, ya que si hace algunos decenios el número de sacerdotes era extraordinariamente alto, hoy es extraordinariamente escaso, y eso es algo que nos tiene que interrogar a todos en la forma de cómo podemos ayudar”. Así, indicó que la carestía de vocaciones “nos invita a pedir a Dios que pase entre nosotros llamando y que nosotros seamos capaces de poder acoger esta llamada bien al sacerdocio o a cualquier otro tipo de carisma”.
