Desde la Edad Media, los paños segovianos arroparon a España entera, auspiciados por la lana de gran calidad de las ovejas merinas que atravesaban sus cañadas y se esquilaban en sus ranchos, así como por la pujante industria textil que se desarrolló tanto en la capital como en la provincia hasta el siglo XIX. Los rebaños esquilmados tras la Guerra de la Independencia, la importación de lana alemana y, especialmente, la Revolución Industrial, que se desarrolló notablemente en Cataluña, arruinaron por completo la fabricación segoviana, muy asentada en pequeños trabajos artesanales de telares manuales, algunos de los cuales resistieron organizados en fábricas un siglo más, como fue el caso de Bernardos o Fuentepelayo. Aún así, la tradición continuó y en la década de los años setenta y ochenta aún tejían mantas de tiras o alfombras los medievales telares de Sepúlveda, Lastras de Cuéllar, Adrados, Valle de Tabladillo, Ayllón, Cuéllar y Olombrada.
El vestir segoviano, testimonio de este importantísimo fenómeno, protagoniza la próxima exposición del Torreón de Lozoya, “El mundo por montera. Indumentaria tradicional segoviana”, impulsada por el Instituto de Cultura Tradicional “Manuel González Herrero”, la Diputación Provincial de Segovia y la Fundación Caja Segovia, con la colaboración de la Fundación Joaquín Díaz, cuya inauguración tendrá lugar el próximo viernes 13 de febrero a las 12 horas, y permanecerá abierta hasta el 5 de abril.
Con el comisariado de Carlos Porro Fernández, la muestra descubre numerosos aspectos, hoy prácticamente olvidados, de la indumentaria tradicional segoviana en once apartados, entre los que se distribuyen las más de ciento cincuenta piezas que integran la exposición: paños, camisas, muestras de bordados, joyas, sombreros, pañuelos, ruecas, un antiguo telar, mantillas, monteras, trajes de danzantes, etc., acompañadas de una nutrida e interesantísima aportación documental, en muchos casos inédita, a través de fotografías antiguas.
Cáñamo, lino y posteriormente, a partir del XIX, el algodón, sirvieron a la confección básica para la compostura de la casa y el indumento segoviano junto a la lana. Sábanas, costales, paños, colchas, tocas, gorros, sayas y la fundamental camisa fueron confeccionadas durante siglos por las labranderas locales, siendo una producción frecuente en Segovia, habiéndose cultivado en las zonas cuellarana-cantalejana y en la comarca de El Carracillo.
La pellica sin curtir fue la materia prima para las prendas básicas del indumento pastoril: montera, zamarra, zahones y albarcas, traje resistente y duro, aislante e impermeable. A veces, a los pellejos se les dotaba de un sencillo curtido llamado “estezado”, que daba a la piel un aspecto aterciopelado y suave, calidad que fue aprovechada para confeccionar calzones, chalecos, chaquetas y faltriqueras —como si de una pieza de tejido se tratara—, así como una interesante prenda, el coleto, chaleco de cuero y amplias haldetas que protegía al hombre del frío y del roce las prendas interiores.
La llegada del moderno algodón supuso, al margen de la ruina para el sector lanero en media España, la generalización de prendas que venían ya confeccionadas de fábrica y la estandarización de diseños industriales. Chambras y blusas, camisas y demás prendas inundaron el mercado. Entre estos géneros se desarrollaron especialmente los pañuelos de algodón en la parte septentrional de la península: los llamados “franceses” para la cabeza o el talle femenino, pañuelos de rosas rojas, cenefas de golpes amarillos y fondos azules. Tan sólo en tierras segovianas se mantuvo el uso habitual y la denominación antigua para el “esquero”, un cinto de apariencia lujosa, bordado en seda, iluminado de motivos vegetales, geométricos, corazones, temas animalísticos y letreros de leyendas.
Se trata de una de las producciones más características de Segovia y su provincia, aplicada a los denominados “añales” o “encomiendas”, paños de hombros, paños de ofrenda para bodas y fiestas, dechados, almohadas de culto, etc. Junto al bordado de hilo o estambre, en Segovia hay que destacar los bordados de “sobrepuesto” o picados, consistentes en la aplicación de un paño dibujado sobre otro, en una técnica desarrollada especialmente en las escasas y antiguas “mantillas” o sayas abiertas, en algunos manteos cerrados y mantillas de bautizar, faltriqueras, mantas de boda y calzones de trampa.
Junto con la montera, es uno de los iconos de la indumentaria segoviana. La mujer bordaba su camisa de lino aprovechando el pardo de la lana, una lana recia, poco suelta, churra, que añadía apresto, más si cabe, a la tablatura plegada del lino, denominándose “acorche” a cada una de sus tablas, una técnica ya presente en muchas culturas antiguas europeas y asiáticas.
La lana y el lino conformaron la base del tejido de estas prendas: lana para las bayetas o el paño fino, más grueso de estameña o de jerga y en los manteos más broncos y simples, trama de lana y urdimbre de lino o cáñamo. El color variado (azul, negro, rojo, amarillo, naranja, verde —los menos—, morado, pardo o blanco en alguna ocasión), dependía del momento de la fiesta. El estado civil o la posición económica condicionaban la calidad del género y el adorno, en base a las tiranas picadas de paño, encintado de galones de plata y oro, tiranas de azabache o terciopelo negro o de colores brocados, salpicados de algunas lentejuelas y piezas casi siempre cerradas. En terciopelo conocemos escasísimos ejemplos pero bellamente decorados, señal de su gran lujo.
La muestra está compuesta por más de 150 piezas, procedentes de colecciones particulares, Fundación Joaquín Díaz, Museo Provincial de Segovia, Diputación Provincial, Museo del Paloteo, Ayuntamiento de Valleruela de Pedraza y Fundación Caja Segovia: paños, camisas, muestras de bordados, joyas, sombreros, pañuelos, ruecas, un antiguo telar, mantillas, monteras, trajes de danzantes, casacas, etc., acompañadas de una nutrida e interesantísima aportación documental, en muchos casos inédita.
La montera.– En origen, antes de identificarse con el rango de alcaldesa o mayordoma, debía ser un elemento más de la indumentaria tradicional segoviana. Su uso frecuente en Segovia ha llamado la atención de escritores, ilustradores y fotógrafos desde el siglo XVIII. Complemento de la montera es la toca de encaje blanco, cuyo desarrollo tuvo lugar entre los siglos XIX y XX, hasta quedar asimilada dentro del arquetipo de la alcaldesa.