El Adelantado de Segovia
martes, 11 noviembre 2025
  • Segovia
  • Provincia de Segovia
  • Deportes
  • Castilla y León
  • Suplementos
  • Actualidad
  • EN
El Adelantado de Segovia

El teniente Florencio Cuesta Vicente: El Cascorro del Carracillo

por J. Ramón Criado Miguel
4 de agosto de 2025
en Segovia
Florencio Cuesta Vicente con el uniforme de teniente primero de infantería, en 1898 (archivo familiar).

Florencio Cuesta Vicente con el uniforme de teniente primero de infantería, en 1898 (archivo familiar).

Compartir en FacebookCompartir en XCompartir en WhatsApp

Los servicios públicos de la Diputación se modernizarán mediante la aplicación de IA

Del pasado neandertal de San Lázaro a los yacimientos de Santa Lucía y el Cerro de los Almadenes

La población de Segovia aumenta en el tercer trimestre un 0,21%, hasta los 159.180 habitantes

A Eloy Gonzalo, por su heroicidad en el sitio de Cascorro durante la Guerra de Cuba, el Ayuntamiento de su Madrid natal le dedicó una estatua en el Rastro para perpetuar su memoria. Sanchonuño también tuvo su soldado valiente en esa guerra, Florencio Cuesta Vicente, cuyo recuerdo se había perdido por completo. Tal vez haya sido la casualidad la que nos haya puesto sobre la pista de su existencia para hacer con él ese ejercicio de reconocimiento que llevaba esperando tanto tiempo.

Alguien me había hablado en Sanchonuño de un hijo del pueblo llamado Ciriaco Cuesta, al que pocos ya recordaban, que llegó a ser delantero del Atlético de Madrid en los años treinta del siglo pasado. Desconocía esto por completo y me parecía suficientemente interesante el dato, cuanto menos para esa peña atlética de Sanchonuño, que también la hay, y por haber dado con alguien merecedor de ser rescatado del olvido por resultar ser el primer futbolista segoviano que militó en primera división.

Lo primero que constatamos fue que de Ciriaco Cuesta no quedaban familiares directos en el pueblo. Había que empezar, por ello, buscando en el registro para conocer sus ancestros. Allí supimos que Ciriaco Cuesta nació, efectivamente, en Sanchonuño en el año 1907. Fue hijo de Paula Sanz y de Florencio Cuesta. Todo rutinario, salvo el dato que consta en la profesión del padre: teniente de infantería. Poco usual y sorprendente para un vecino del pueblo. La investigación deriva por otros derroteros: ¿quién fue este teniente Cuesta? Es aquí donde una historia lleva a otra que, a la postre, resultará más interesante.

Después supimos que había descendientes del teniente Cuesta en Zaragoza. Una llamada telefónica al azar a la capital aragonesa tiene sus frutos. Al otro lado, José Félix Lucía Cuesta, médico jubilado, nieto del teniente y dispuesto a colaborar en la reivindicación de la memoria de su abuelo. Como si hubiera estado esperando esta llamada mucho tiempo. Será él la mejor fuente de información para conseguir el objetivo: conserva el expediente militar de su antepasado y una fotografía con su uniforme de teniente.

DEL CARRACILLO A LA MANIGUA

Florencio Cuesta Vicente fue hijo del matrimonio formado por Pedro Cuesta, natural de Arroyo, y Juliana Vicente, de Sanchonuño. Nacido en 1871, su infancia basculó entre los dos pueblos citados y asistió a la escuela con aprovechamiento.

El ochocientos había sido un siglo de más guerras de las que se recuerdan. En los años finales de este periodo llegaron las guerras en Cuba, que para algunos era un territorio más de España, y para otros ya era tarde para conseguir la independencia de la isla que, junto a Filipinas y Puerto Rico, era lo que restaba de lo que había sido el Imperio español. Todos estos conflictos habían requerido del reclutamiento de ejércitos que los hicieran frente, a costa de sacar a los mozos de su entorno y de la desazón de sus familias.

Cuando a Florencio le llegó el momento de entrar en quintas, resultó ser en Sanchonuño uno de los nueve del reemplazo del noventa. Sólo tres fueron considerados soldados. Sus ciento cincuenta y seis centímetros sobrepasaban el metro y medio por debajo del cual algunos fueron excluidos por falta de talla. Para más inri, había sacado el número más bajo, lo que suponía servir en Ultramar, en concreto en la isla de Cuba.

Conocido su destino, se presentó en casa de su vecino Víctor Prieto para que le diera algún consejo desde su experiencia. En su momento, Prieto había corrido la misma suerte sirviendo en el Batallón de Infantería de La Habana. Recaló en Cuba cuando la llamada Guerra Grande (1868-1878) tocaba a su fin. El resto de su servicio se correspondió con un periodo más tranquilo en la isla. Cuando lo licenciaron, regresó a casa y entre seguir ganándose la vida a jornal, optó por ofrecerse como sustituto de otro soldado de la provincia para regresar a Cuba. Lo hizo por Felipe Gómez, un soldado de Migueláñez. A los suplentes se los rifaban y sería compensado por parte de la familia del liberado del servicio con dos mil pesetas, que era lo que se pagaba por redimir en metálico un destino en los territorios de Ultramar. Este tipo de prácticas determinaban que al final los que servían eran los más desfavorecidos, como refleja esta canción recogida por Pablo Zamarrón en El Carracillo: A la entrada de Segovia/ lo primero que se ve/ a todos los enchufados/ sentados en el café.

El veterano de Cuba le dio al nuevo soldado algunas consignas que le sirvieran para sobrevivir en la experiencia que tenía por delante, aunque no en todo Florencio le haría caso.

En la primavera de 1891 eran convocados los sesenta y cinco soldados de la provincia con destino a Cuba. Los juntaron en el cuartel de San Agustín en Segovia para ser trasladados a Cádiz. Allí fueron embarcados en el vapor Buenos Aires rumbo a La Habana. Era la primera vez que todos veían el mar y se hartaron de él cuando cruzaron el Atlántico. Muchos no volverían a casa.

Monumento a Eloy Gonzalo, héroe de Cascorro (Cuba), en Madrid.
Monumento a Eloy Gonzalo, héroe de Cascorro (Cuba), en Madrid.

COMBATIR EN EXTREMA VANGUARDIA

Llegaron a Cuba en un periodo de entreguerras, relativamente tranquilo. Era aquel no un ejército colonial, sino de jóvenes de extracción social baja que salían por primera vez de sus casas. Florencio quedó encuadrado en el Regimiento de Infantería Alfonso XIII y en poco tiempo, por sus cualidades, fue nombrado cabo por elección. Demostró capacidad de adaptación a aquel lugar, enteramente nuevo para él, y a las rutinas de la vida en el cuartel, donde algún tiempo estuvo destinado como escribiente. Ascendió a sargento por antigüedad cuando ya llevaba cuatro años en Cuba y esto le supuso volver a ejercer mando sobre la tropa.

La escasa actividad militar durante este primer periodo, limitada a la lucha contra el bandolerismo de la isla, se vería rota en febrero de 1895 con el Grito de Baire, donde los independentistas cubanos iniciaron la llamada por ellos Guerra Necesaria, usando la táctica de ataques relámpago contra las tropas españolas. Empezó aquí una frenética escalada de enfrentamientos continuos en muchos de los cuales intervino Florencio Cuesta y que están recogidos en su expediente militar. Tantos que no podemos reseñar aquí todos. En todo caso, se deduce de la lectura de ese expediente que el segoviano acreditó de más su valor, combatiendo en extrema vanguardia, se dice, siempre por delante de sus hombres. Al quinto mes del conflicto fue ascendido de sargento a segundo teniente por su comportamiento y herida de guerra que recibió en el combate de Ingenio Manolita.

En julio de 1896, Cuesta fue incluido en el Batallón Cazadores de Arapiles, movilizado desde la península y que necesitaba de oficiales experimentados, conocedores del terreno y familiarizados con la guerra de guerrillas, como lo era Florencio. Fue en esta unidad con la que participó en la acción del rescate del tren de Vuelta Abajo, de la que dio cuenta la prensa de la época. Ese tren había salido de La Habana y fue descarrilado mediante explosivos por los insurgentes. La escolta que acompañaba al convoy, formada por ochenta hombres, quedó acorralada, a merced de la fusilería de una tropa muy superior y en mala situación dentro del vagón blindado, administrando la munición que les quedaba. Tardaron dos días y medio en socorrerlos, sin que tampoco el enemigo se hubiera atrevido a asaltar el tren. Al fin llegó el Arapiles con quinientos hombres, recibidos por un tiroteo enemigo de mucha importancia y que duró cuatro horas. El primer herido grave en esta acción fue el teniente José Sanjurjo, que sería con el tiempo famoso general, y el primero en llegar al tren sitiado para liberarlo otro teniente, su compañero: Florencio Cuesta.

Por su comportamiento en intervenciones como esta había merecido el teniente segoviano tres cruces de primera clase de la Orden del Mérito Militar, una en cada año de la guerra y la tercera además pensionada.

En el último año del conflicto, en un encuentro en el que se tomaron dos campamentos a los enemigos después de reñida lucha, fue herido, esta vez muy grave, el teniente Cuesta. Sería la última acción en la que intervino nuestro paisano. Las heridas recibidas no fueron bien curadas y necesitó ingresar en un hospital de La Habana. En octubre de 1898 se le concedieron dos meses de licencia para la península como herido y enfermo, cuando ya se había iniciado la evacuación general del ejército español.

La entrada en el conflicto por parte de los Estados Unidos, interesados en la isla vecina, precipitó el desenlace de la guerra a su favor. España perdió en poco tiempo lo que le restaba del Imperio que quedaría, de una forma u otra, bajo el control de los norteamericanos.

Florencio Cuesta fue repatriado en el vapor Alfonso XIII con destino a Cádiz. En la travesía fallecieron cinco soldados que venían enfermos como él. A Vigo también arribó repatriado Valeriano García Sanz, otro soldado de Sanchonuño que llegaba con malaria, para pasar luego al hospital de Segovia.

Guerrilla de tropas españolas en La Manigua, Cuba.
Guerrilla de tropas españolas en La Manigua, Cuba.

LA DÉCADA TRANQUILA

La derrota en la guerra contra Estados Unidos, supuso una profunda humillación nacional y provocó una grave crisis política y social en España. El ejército colonial fue repatriado y disuelto en gran parte, lo que afectó a Florencio Cuesta que había acabado la guerra en la isla del Caribe como primer teniente de infantería y se hallaría en la situación de pasar a la Reserva de Segovia. De hecho, el militar fijó su residencia en Sanchonuño, donde fue bien recibido por las autoridades que lo exhibían como ejemplo del soldado llegado a oficial por su valor en la guerra y como patriota. Aunque alguno había pagado los trescientos duros para librar a los suyos de ese trance. Le quedaron al teniente ciento setenta pesetas mensuales de retiro, que podría cobrar hasta cumplir los sesenta años, y que le permitían llevar una vida tranquila en su pueblo.

Se dio el capricho de comprarse una yegua, a la que llamó Habanera, en recuerdo de su experiencia cubana, que era la envidia sana de Magdaleno, el secretario de Gomezserracín. Su corcel, junto con el caballo de don Esteban, el señor cura, abría los festejos taurinos en la función de octubre, aunque el teniente prefería que lo montara un sobrino que tenía.

Existía en los primeros años del siglo XX una pequeña burguesía en la comarca formada por alcaldes, secretarios, algunos médicos, el farmacéutico del Campo y acaudalados propietarios y labradores. En lo político, este grupo cuidaba que el voto se decantara por el partido conservador, siendo así que en los pueblos salía siempre como diputado a cortes el Marqués de Santa Cruz. En lo cultural, solían juntarse y hacer eventos a los que invitaban siempre al teniente Cuesta, junto al comandante del puesto de la guardia civil de Chañe, por lo que ambos representaban. Así consta de una representación de don Juan Tenorio en Narros a cargo del que era médico y concejal local Maximino Pardo, de la que informaba en sus páginas El Adelantado de Segovia.

Al año de su vuelta a casa, Florencio Cuesta aprovecharía para contraer matrimonio con Paula Sanz Izquierdo. Con su aureola de héroe en Cuba, tenía el teniente tirón entre las mozas del pueblo y él se casó con la más guapa. Un año después nacería su primera hija, Lucía, a la que seguirían, Clemente, Ciriaco y el pequeño Florencio, su hijo póstumo, en abril de 1911. El cuarto hijo fue inscrito en el registro por su abuelo materno y se cita al padre como fallecido.

El teniente había dedicado los años desde su regreso a la formación de una familia y a disfrutar de esa vida tranquila, pero la última herida de Cuba se la había traído puesta. Era una bala silenciosa que acabó con su vida dos meses antes de que naciera su último hijo llamado como él. Fue la tuberculosis con la que regresó de la guerra. El peor enemigo en Cuba no habían sido los rebeldes mambises, sino las enfermedades tropicales, también la que se trajo Florencio. Murió en su casa de la calle Gomezserracín y sería enterrado en el cementerio de Sanchonuño en una sepultura que hoy no se conserva.

NIÑOS HUERFANOS DE GUERRA (DOS BODAS Y ALGÚN FUNERAL)

A los cuatro años del fallecimiento de Florencio Cuesta, Paula se casó en segundas nupcias con Hermenegildo Mateo. Era oriundo de Zarzuela y había venido a Sanchonuño llamado por su hermano mayor para participar en un proyecto de destilería de resinas. Meregildo era bajo y no especialmente atractivo, pero tenía don de gentes y una habilidad demostrada para conquistar y había cortejado a la viuda que se enamoró perdidamente de él.

Paula Sanz hizo uso de un recurso educativo al que tenía derecho e internó a Lucía, Clemente y Ciriaco en el Colegio de Niños Huérfanos de Guerra. Florencio, el hijo pequeño, había fallecido siendo niño. Las niñas estaban en el palacio del Infantado y los chicos cerca, en el cuartel de San Carlos, en Guadalajara. Venían a Sanchonuño en las vacaciones y el padrastro demostraba menos habilidades para ganarse el cariño de los hijos de su mujer, era con ellos cuanto menos adusto.

Clemente Cuesta falleció a finales de 1923, con diecinueve años, en Guadalajara. La noticia la dio un periódico alcarreño que indica literalmente que Clemente “ha dejado de existir”, sin aclarar la causa. Al entierro asistió su madre, el coronel del Colegio, una representación de niñas huérfanas y todos los compañeros del fallecido, entre los que estaba su hermano Ciriaco.

La primera boda celebrada en Sanchonuño en el año 1930 fue la de Lucía Cuesta, la hija mayor del teniente y de Paula Sanz, que se casaba con Félix Lucía, segoviano de Peñarrubias de Pirón y funcionario de Hacienda. Lucía Cuesta había estudiado Magisterio, pero sólo ejerció algún año porque después se dedicó a los suyos en casa, a los que enseñaría a leer. Aún recuerdan sus hijos en Zaragoza cómo el novio tuvo que pagar la costumbre o tornaboda a los amigos de la novia e invitarlos a una merienda, por ser forastero. Los recién casados acabarían estableciéndose en la ciudad del Ebro. Es allí donde José Félix y su hermana mayor Alicia nos hacen un repaso de todos estos recuerdos de los que no se hablaba con frecuencia en su casa. Sospechan que Hermenegildo pudo estar en la cárcel y que esas prisiones produjeron en su abuela una melancolía que la llevó a morir de pena.

Hermenegildo se había embarcado con Paula en un nuevo proyecto estableciendo una fábrica de jabón en Sanchonuño. Además, se había significado políticamente como de izquierdas y fue presidente de la Casa del Pueblo durante algunos años. Por este motivo, cuando estalló la guerra se le sancionó por responsabilidades civiles con dos mil quinientas pesetas y fue encarcelado en Segovia. Esta situación llevó a su mujer a un estado de depresión y ansiedad por el destino incierto de su esposo. Sería en estas circunstancias en las que en el año 1937 fallecería Paula Sanz, en ausencia de su marido y sola, pues de este matrimonio no hubo descendencia.

CIRIACO CUESTA, “CUESTITA”

Hasta aquí queda reflejado también el contexto en que vivió en su infancia y juventud el otro hijo del teniente, Ciriaco. Con veintiún años, Cuesta empezó su carrera como futbolista en el Deportivo de la Coruña en 1928. Allí destacó como un gran delantero por lo que fue fichado por el Atlético de Madrid al año siguiente. Recién llegado a la capital, una revista deportiva le dedicó su portada y le presentó como estrella del fútbol segoviano; lo define como un jugador admirable y poseedor de una movilidad endiablada, a pesar de su frágil figura. Con su fichaje el equipo colchonero tuvo más chispa, más unión y peligro para los contrarios. Cuestita, como empezó a ser conocido, era un gran regateador, rápido en sus acciones, destacando su capacidad para marcar goles.

Ciriaco Cuesta Sanz “Cuestita”, delantero del Atlético de Madrid (archivo familiar).
Ciriaco Cuesta Sanz “Cuestita”, delantero del Atlético de Madrid (archivo familiar).

Ciriaco Cuesta seguiría en el Atlético durante siete años hasta el estallido de la Guerra Civil, jugando un total de sesenta y dos partidos en competición. La guerra truncó su proyección como jugador y terminada esta jugó un año más en el Imperio CF, en Segunda División, donde se retiró en 1940, para debutar como entrenador ese mismo año. Dirigió a la Gimnástica Segoviana entre 1947 y 1949. Como entrenador se adelantó a su tiempo y dio importancia a conocer y trabajar el estado anímico de sus jugadores.

Residente en Madrid, Cuesta mantuvo sus raíces siendo socio del Centro Segoviano, donde se hizo cargo de la sección de deportes y fue vicesecretario en los años cincuenta. En la capital de España fallecería en febrero de 1978. Al entierro asistieron sus sobrinos de Zaragoza, Jaime y José Félix. Este último recuerda que le llamó la atención una corona de flores que colocaron sobre la tumba de Ciriaco Cuesta. En las cintas leyó “Atlético de Madrid”. Él sabía por su madre que había sido jugador de fútbol, pero no a qué nivel. Cuando habló un directivo del club, al que no conocía, ensalzando la figura del difunto, se le quedó grabado que a su tío se le había querido y se le recordaba. No era un anónimo.

Compartir en Facebook122Compartir en X76Compartir en WhatsApp

RSS Te puede interesar

  • Ni Fanta ni Aquarius: esta bebida con sabor tropical de Mercadona te devolverá al verano por solo 1 euro
  • Aldi revoluciona tu cocina: este electrodoméstico te hará parecer un chef y cuesta menos de lo que te imaginas
  • La ciencia resuelve la duda de una vez por todas: ¿Mi café de por las mañanas es bueno para la salud o no?
  • Ni aceite ni plátanos: este es el producto de Mercadona que más ha incrementado sus ventas el último año
  • ING lo hace oficial: sufre una filtración de datos de miles de clientes en España y confirma si te puede afectar o no

RSS El Adelantado EN

  • Goodbye physical wallet – TSA confirms that Apple Wallet and Google Wallet now work as official ID at U.S. airports
  • Farewell to cosmic mystery – James Webb telescope may be on the verge of detecting a “second Earth” in Proxima Centauri
  • No one expected it – China’s DSEL fires laser beam and hits space object 130,000 kilometers away
  • An expert confirms it – this simple trick to make your radiators warmer in winter and almost nobody knows it
  • Bad news – Hektoria glacier loses 50% of its mass in weeks – fastest retreat ever seen in an Antarctic glacier and scientists warn of global consequences
El Adelantado de Segovia

Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

  • Publicidad
  • Política de cookies
  • Política de privacidad
  • KIOSKOyMÁS
  • Guía de empresas

No Result
View All Result
  • Segovia
  • Provincia de Segovia
  • Deportes
  • Castilla y León
  • Suplementos
  • Actualidad
  • EN

Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda