La aplicación de la Política Agrícola Común supone para el sector español la percepción de ayudas directas por un volumen superior a los 5.000 millones de euros, cifra a la que se han sumado en los últimos tiempos alrededor de otros 6000 millones para otras medidas de mercado, y fondos para el segundo pilar o desarrollo rural por un montante superior a los 1.000 millones. En total, unos 7.000 millones que, con un ligero ajuste, con una nueva redistribución y sin aplicar tampoco los niveles de inflación, se van a mantener hasta 2020, según la primera propuesta comunitaria sobre la reforma de la PAC.
Ésta sería la parte positiva de la PAC. Fondos como ayudas directas que suponen el 30% de la renta media del sector, aunque se trata de un porcentaje muy engañoso. Hay producciones donde algunas campañas, en función del comportamiento de las cosechas y de los mercados, la subvención puede suponer incluso un tanto por ciento superior. Sin embargo, hay otros donde el montante de la ayuda es muy inferior, e incluso inexistente, como sucede con la avicultura o el porcino, ámbitos que, hasta la fecha, se han sabido adaptar a la evolución de los mercados con estabilidad en la producción de pollos y un importante incremento en la oferta de porcino gracias a su posición competitiva para las exportaciones, aunque ahora se debe enfrentar a las normas sobre bienestar animal.
Pero la aplicación de la PAC durante los últimos tiempos, ha conllevado modificaciones casi permanentes y reformas de las Organizaciones Comunes de Mercado en algunas de las producciones más importantes. Estos cambios se han concretado en rebaja de precios institucionales, reducción y hasta eliminación de los mecanismos para la regulación de los mercados y, sobre todo, imposición de ajustes en las superficies de cultivo o cuotas de producción que han supuesto un adelgazamiento de las producciones con recortes de superficies de cultivo o ajuste de las cabañas ganaderas.
En materia de superficies cabría destacar el aumento en las superficies de olivar en un momento en el que ya no hay techos de producción o ayuda ligada al volumen. Las superficies han aumentado hasta una cifra que podría situarse en 2,5 millones de hectáreas frente a los 2,2 millones de hace una década, solo en función del comportamiento alcista en su día de los precios. Hoy seguro que no se produciría ese aumento ante la caída de las cotizaciones.
En cereales se podría hablar de cierta estabilidad en las superficies de cultivo, con una cifra de entre 6,1 y los 6,5 millones de hectáreas con una evolución ligada al comportamiento de los mercados, al no existir cuotas o techos de producción, como sucedía allá por los años 90. Dentro de esa estabilidad, cabría destacar el ajuste a la baja en las superficies de maíz, especialmente por las disponibilidades o no de agua cada campaña.
En la mayor parte del resto de las superficies de cultivo, se podría hablar de un balance neutro y, sobre todo, negativo. En la remolacha, las reformas comunitarias impulsadas por los países del norte se han traducido en un recorte de las superficies de cultivo de más de 90.00 a menos de 45.000 hectáreas, desapareciendo el cultivo en la zona centro, reduciendo a mínimos en el sur y con un ajuste casi a la mitad en el Duero, con el consiguiente cierre de plantas. Para lograr ese objetivo, Bruselas aplicó ayudas para abandonar y recortes en los precios. Frente a un consumo de 1,2 millones de toneladas, la cuota es solamente de 498.000, lo que supone cada año la necesidad de importar el resto desde otros países comunitarios y esta campaña desde terceros países.
El mismo proceso se ha producido en el caso del algodón, donde se ha pasado de una superficie media de unas 90.000 hectáreas a 42.000 consecuencia de la política de precios y ayudas implantada por la UE. En el tabaco, la reforma supuso que las superficies pasaran de unas 15.000 a unas 9.500 hectáreas. El mayor ajuste se ha producido en Extremadura, pero en otras zonas como Granada, León o Navarra se puede decir que casi ha desaparecido el cultivo.
En leguminosas, el hundimiento de las superficies de cultivo ha sido progresivo consecuencia del comportamiento de los mercados, se ha producido una fuerte dependencia de exterior en garbanzos, alubias, lentejas, situación que hoy se trata de recuperar con planes especiales y ayudas al cultivo.
Finalmente, en frutas y hortalizas se podría hablar de estabilidad en las producciones al aire libre o en invernaderos, aunque la tendencia es a un ajuste consecuencia de las mayores entradas desde terceros países y la no búsqueda desde la UE de nuevos mercados. En este momento, las mayores dificultades las sufren los cítricos por el hundimiento de los mercados.
Entre los cultivos leñosos, el principal ajuste derivado de la evolución de los precios ha sido el viñedo, donde se ha pasado en la última década de 1,2 a menos de un millón de hectáreas, con políticas de arranque con ayudas. En las tres últimas campañas se arrancaron casi 100.000 hectáreas de las 175.000 previstas para ajustar el potencial productivo del sector. Esta temporada, por fin se ha podido hablar de precios razonables en las zonas de mayor producción, consecuencia de un buen comportamiento de las exportaciones.
La ganadería tampoco ha sido ajena a los cambios en las políticas comunitarias en materia de ayudas. En leche, con un problema de competitividad de las explotaciones y la imposibilidad de luchar contra los excedentes de otros países, se ha pasado de más de 140.000 a unas 21.000 explotaciones, sin que se llegue a cubrir en las últimas campañas la cuota de producción que hoy es de 6,428 millones de toneladas. Francia en leche y Alemania en queso inundan los mercados españoles a bajos precios.
En ovino, las políticas de los mercados han acelerado la caída de los censos desde los 25 a los 17 millones de cabezas y la eliminación en muchas zonas de la ganadería extensiva.
Un dato positivo es la estabilidad en la avicultura de carne, en pollos y sobre todo, el aumento en las producciones de porcino de 2,5 a 3,3 millones de toneladas por el impulso de las grandes explotaciones intensivas y su capacidad para exportar. Dos producciones marginadas, sin ayudas, frente a los cebaderos de vacuno. Hoy, el porcino se enfrenta a los mayores costes que supondrá aplicar desde enero de 2013 las normas sobre bienestar animal que pueden suponer un ajuste en la producción como ya lo ha sufrido la avicultura de puesta. Con la aplicación de las nuevas directrices desde enero de este año, las granjas han pasado de 1.754 a 1.492 y el censo de gallinas ponedoras de 45 a 39 millones de unidades.
