Ha llegado 2010, el gran momento para el que ha estado trabajando el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en general y el Ministerio de Asuntos Exteriores en particular: el año en el que España se vuelve azul, azul Europa, al asumir el mandato rotatorio de la Unión, un semestre en el que el país, supuestamente, debería ser el impulsor de las políticas comunitarias más relevantes, entre ellas las que tendrían que asentar las bases para superar la crisis económica y, sobre todo, la creación de empleo.
El equipo de diplomáticos que trabaja en Bruselas ha sido reforzado en el último año para preparar la cuarta Presidencia de turno nacional. Se trata de gente muy cualificada, diplomáticos que llevan muchos años dedicados a la política europea, con la excepción del secretario de Estado Diego Garrido, que no conocía nada sobre la UE. Pero era justo ofrecerle un buen cargo tras dejar la portavocía parlamentaria del Congreso. Por otra parte, Moratinos ha echado mano también de diplomáticos de prestigio que habían superado ya la edad de jubilación, y que han trabajado encantados en un momento en que España se juega su prestigio internacional. Un prestigio que era necesario reconstruir después de una primera legislatura socialista en la que Zapatero demostró nulo interés por la política exterior. Solo en el último tramo de su anterior mandato comprendió que debía interesarse por las cuestiones externas, razón por la que incorporó a su equipo al hasta entonces secretario general de Política Exterior Bernardino León, y su papel va a ser clave.
En 2009 se ha preparado la gestión de Europa con sentimientos encontrados. Por una parte se esperaba la aprobación del Tratado de Lisboa, única posibilidad de que la Unión pudiera convertirse en una entidad de peso, más todavía cuando la ampliación exagerada y poco reflexionada, y la escasa capacidad de decisión de las instituciones, había provocado el declive de la UE. En segundo lugar, la aprobación del documento debilitaría la Presidencia de turno, porque la designación de un presidente de la UE y de un Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad dejarían en un plano secundario a las autoridades españolas.
Luces y sombras
Se preparó un encuentro entre Zapatero y Herman Van Rompuy para el 30 de diciembre para realizar un reparto de papeles y, efectivamente, llegaron a acuerdos sobre cómo enfocar la presidencia rotatoria con la aparición en escena de dos cargos de nueva creación con atribuciones que hasta ahora habían correspondido al país que se ocupaba de esa presidencia rotatoria.
Desde el entorno de Van Rompuy y desde el Ministerio español de Asuntos Exteriores se asegura que ha habido buena química entre los dos dirigentes y que a ambos les interesa que todo funciones bien: al belga en su primer mandato como presidente de la UE y a Zapatero en su primer mandato como presidente de turno y acordaron, por ejemplo, que el socialista tendrá todo el protagonismo en las reuniones que se celebren en España mientras que el belga lo tendrá en las que se celebren en otros países europeos. Pero en el Ejecutivo son perfectamente conscientes de que el papel de Zapatero puede quedar desdibujado frente a quienes hasta ahora han ocupado ese mismo cargo.
El presidente comunitario tendrá las atribuciones máximas y será, por ejemplo, quien presida durante este semestre el todopoderoso Consejo Europeo, del que forman parte los jefes e Estado y de Gobierno y el presidente de la Comisión, Durao Barroso. Por tanto, aunque en Madrid se pone mucho el acento en la relevancia de este semestre y se ha trabajado a fondo para que se aprueben políticas fundamentales, a nadie se le escapa que Zapatero quedará oscurecido por el nuevo presidente y, Miguel Ángel Moratinos por la Alta Representante, Catherine Ashton.
Dos frentes abiertos
Aparte de las cumbres que se celebrarán en España, la obligatoria y al menos una extraordinaria, se han preparado con el máximo detalle las sectoriales que se celebrarán en distintas ciudades del territorio nacional, que abordarán cuestiones de plena actualidad como los temas económicos, cambio climático, presupuesto agrícola, infraestructuras y las políticas de seguridad y defensa, en las que la voz cantante la llevarán los distintos ministros españoles. Y también se ha puesto el acento en las cumbres bilaterales de la Unión con Estados Unidos y con Marruecos, dos países que interesan en Moncloa.
Empieza un semestre importante para Zapatero, que por primera vez estará obligado a atender más las cuestiones de fuera que las de dentro. Quizá tendría que reflexionar sobre algo que repite Mariano Rajoy: durante el semestre europeo de Aznar estuvieron tan pendientes de la UE que no advirtieron que perdían votos a chorros.
