El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, realizó ayer el enésimo cambio de rumbo en su política económica y, quizá para mitigar la vergüenza y el desgaste electoral que sufre el PSOE tras rebajar el sueldo de los funcionarios y congelar las pensiones, anunció, tras días de evasivas, que su Ejecutivo prepara una subida fiscal para «los que más tienen».
Con cierta sensación de excusa premonitoria, el socialista sostuvo que, cuando se conozcan sus planes, quedará «muy claro» que dicho aumento no afectará «a la clase media», pero se negó a dar «ningún detalle» sobre una vuelta de tuerca impositiva que, a diferencia de lo dicho solo unas pocas horas antes, ya no planteó como mera posibilidad, sino como un hecho a punto de consumarse.
De hecho, el mismo martes el inquilino de Moncloa puso buen cuidado en mostrar cara de espanto cuando los periodistas le insinuaron la posibilidad de nuevas alzas fiscales, un escenario que descartó sin inmutarse hasta que resultase «conveniente». En esa misma cita, de la que no parece haya que fiarse demasiado, Zapatero tampoco quiso aclarar si los planes del PSOE pasan por recuperar algún impuesto recientemente abolido por el interés general o si lo que se prevé es crear uno nuevo que grave las grandes fortunas.
Por supuesto, en la misma línea de silencio, que igual podría obedecer a la discreción que a la más absoluta desorientación, el leonés no supo tampoco concretar si habrá cambios en el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF), que grava fundamentalmente los rendimientos del trabajo.
Lo único que parece tener claro Zapatero es que las «clases medias» no se verán afectadas. Aunque tampoco demasiado claro, puesto que, según añadió ayer, el Gabinete «no define lo que es clase media» y tampoco hay «una definición legal», aunque «todo el mundo entiende lo que significa ese concepto».
«Va a quedar muy claro cuando el Gobierno comunique cuál es el esfuerzo que vamos a pedir a los que más tienen, no habrá ninguna duda», remarcó el socialista en lo que se plantea como un nuevo acto de fe de la ciudadanía.
De nuevo, la única referencia estuvo en la comparecencia realizada algunas horas antes, durante la que el jefe de la formación de Ferraz dejó dicho que es consciente de haber pedido un «esfuerzo duro» a una «parte significativa de la población», fundamentalmente a trabajadores y pensionistas, para que «España tenga credibilidad» en su empeño de reducir el déficit público a corto y medio plazo, y también que sabe que «la mayoría de los ciudadanos considera que ese esfuerzo debe ser mayor por parte de «los que tienen más».
A la vista de tan difusos mimbres, el PP limitó su reacción a una no menos ambigua advertencia de que no apoyará «una congelación de las pensiones ni otros recortes brutales en otras partidas, mientras que el Gobierno no haga sus deberes y recorte en aquellas donde se puede».
Eso por lo que atañe a las medidas ya anunciadas y que hoy aprobará el Consejo de Ministros, porque, con respecto a la hipotética y parece que ya inevitable nueva subida de impuestos, la número dos conservadora, María Dolores Cospedal, dijo no saber todavía a qué atenerse porque «(la ministra de Economía, Elena) Salgado ha dicho que no va a haber subida de impuestos, De la Vega ha dicho que la puerta está abierta y Blanco también dijo que iba a haber una subida».
A falta de nada concreto que poder reprochar a los socialistas, la manchega optó por reclamar a Zapatero «que deje de dilapidar el capital humano que hay en este país, que deje de despilfarrar y sancionar a los más débiles, que deje de improvisar y engañarnos a todos». Como colofón, Cospedal solicitó al inquilino de Moncloa «que gobierne y haga lo que se espera de un presidente del Gobierno, que haga los ajustes de manera justa, impulsando la reforma laboral y del sistema financiero».
Algo más conciso se mostró el responsable económico del PP, Cristóbal Montoro, quien definió el anuncio de reformas fiscales como «estética ideológica» y proclamó su temor a que el esfuerzo recaiga «una vez más en las clases medias».
A juicio del conservador, el mandatario del PSOE está «tocando los tambores de llamada de la izquierda ideológica», cuando éste «no es el momento de las ideologías, sino de políticas eficaces, que devuelvan a España su prestigio en Europa y en el mundo», así como el crecimiento económico que genere empleo.
A su entender, «cada vez que el Gobierno hace un movimiento de subida de impuestos provoca más crisis y más paro», lo que le lleva a «recortar a continuación las prestaciones sociales».
Montoro también lamentó profundamente que en la reunión del Ecofin del martes se señalara a España como uno de los tres países, junto con Grecia y Portugal, que «están más urgidos a hacer un recorte fiscal». Es «lamentable», ha dicho, que España esté en esa posición, en la que la ha situado «el Gobierno socialista, evidentemente, que es el que tiene responsabilidad de gobernar» y el que ha llevado al país «contra las cuerdas».
