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La desorganización de los mercados agrarios

por Redacción
13 de octubre de 2012
en Nacional
El sector olivarero ha disparado los precios esta campaña tras varios años hundido. / Yoli Lancha

El sector olivarero ha disparado los precios esta campaña tras varios años hundido. / Yoli Lancha

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Consecuencia de la caída en una serie de cosechas provocada por la sequía o la no existencia de lluvias suficientes, en los últimos meses se ha producido una subida espectacular de los precios de una serie de producciones agrícolas, como son los casos de los cereales, el vino, el aceite de oliva e, incluso, las frutas de hueso. Lo que no se había logrado en los últimos tiempos con las pocas medidas de regulación que quedan en el marco de la Política Agrícola Común lo ha tenido que lograr la sequía, simplemente reduciendo la oferta y tapando momentáneamente las protestas agrarias contra los precios de ruina. Sin embargo, este escenario constituye igualmente una invitación para reflexionar sobre el funcionamiento actual de los mercados y el futuro que les aguarda, no solo por el desmantelamiento de los mecanismos de regulación, sino también por lo que hace el propio sector para la defensa de sus intereses.

Desde la Administración, el ministro Arias Cañete tiene entre sus propuestas la presentación de un proyecto de ley para la ordenación de la oferta. Se trata de una medida importante, una vieja reivindicación de los agricultores, que ven su necesidad, y una promesa de todas las Administraciones que se conocen desde el inicio de la democracia. Pero solo con una ley en la mano no se va a ninguna parte si no existe una decidida voluntad de cambiar el actual modelo de esperar a que los problemas se resuelvan desde fuera y por otros. El sector agrario, si quiere sobrevivir con rentas suficientes, también debe ser protagonista de su futuro ante el progresivo desmantelamiento de los mecanismos para regular los mercados. Un ejemplo está en el mundo cooperativo, donde desde los puestos de mando existe una clara y decidida apuesta por unir y coordinar, pero no se sabe si dicen lo mismo los responsables de esas miles de pequeñas cooperativas donde esa política de integración podría dar al traste con pequeños reinos de tarifas.

En los últimos años, se ha producido un proceso de integración en la industria agroalimentaria, con un claro dominio de algunos grupos en cada sector. El plan de concentración de poder ha sido mucho mayor, donde cinco grandes grupos, Carrefour-Dia, Alcampo, Eroski, Mercadona y el Corte Ingles se reparten más del 60% de las ventas de los productos más habituales de la cesta de la compra.

Mientras, en el ámbito agrario se han dado pasos muy importantes en todos los procesos de producción, se ha logrado una mayor productividad, más eficiencia, pero sigue sin prestarse la atención que merecen los procesos de comercialización organizada. Con los tiempos que corren, el sector no puede estar esperando a que la climatología venga a sacarle las castañas del fuego.

OlIVAR. El aceite de oliva llevaba varios años con los precios hundidos hasta que las malas previsiones de cosecha para esta campaña han disparado los costes. No sirvieron para nada las medidas de almacenamiento privado, con ayudas comunitarias, adoptadas por Bruselas para levantar los mercados. El sector cuenta hoy con una organización interprofesional que ingresa anualmente por cuotas de olivareros e industriales una media de unos ocho millones de euros. En la regulación de este mercado ha jugado una baza muy importante la exportación, que ha batido todos los récords -hasta 840.000 toneladas en la campaña anterior-. Sin embargo, las ventas tampoco fueron suficientes al paralizarse el mercado interior en solo 550.000 toneladas y a precios de oferta impuestos por la gran distribución.

Con previsiones de cosechas altas a medio plazo, y con una interprofesional que ingresa ocho millones de euros anualmente, el sector necesita vender más y a más precio como instrumento para regular los mercados y levantar los cotizaciones sin pensar en accidentes como las sequías. Hoy, los cientos de almazaras cooperativas no son un símbolo de organización y poder negociador, sino un espejo de dispersión e inseguridad.

VINO. De los precios ruinosos en las grandes zonas de viñedos, se pasó esta campaña a otros rentables. La reforma de la OCM supuso el desmantelamiento de mecanismos de regulación históricos. Al igual que el aceite de oliva, se trata de un sector con un fuerte peso cooperativo, donde esas entidades suponen más del 70% de la producción, pero con grandes lagunas en materia de comercialización. Frente a esa posición en el pasado, en la actualidad las bodegas cooperativas han hecho un importante esfuerzo para vender en el exterior, aunque esas ventas hayan sido masivamente de graneles baratos y a países competidores en los mercados exteriores, como Italia y Francia. España dispone de un producto con una excelente relación calidad y precio y el sector tiene ante sí dos retos. Primero, mejorar la imagen del vino en el mercado interior y revitalizar la demanda. Segundo, seguir batiendo récords en la exportación, ya con 22,3 millones de hectolitros.

CEREALES. Subieron en el mercado interior al socaire de los precios exteriores. A diferencia del aceite de oliva o el vino, donde el sector puso algo de su parte almacenando o abriendo fronteras, al cerealista la subida le ha venido como caída del cielo. En muchos casos venden sin precio, a como esté, según la visión de los almacenistas, y compran el abono a como se lo ponga ese mismo almacenista, según cotizaciones del monopolio de Fertiberia. Los cerealistas deberían preguntarse qué han hecho para subir los precios, si han realizado las ventas de forma organizada para regular u ordenar la oferta o si siguen yendo por libre al margen de las cooperativas que sí funcionan en este mercado.

LECHE. Si nos introducimos en el ámbito ganadero, uno de los ejemplos más significativos corresponde a la leche. Desde el pasado 3 de octubre ya son obligatorios los contratos para todas las operaciones de compraventa de leche. Se trata de un paso importante positivo para el sector. Saber el precio del producto antes de su venta y las condiciones de la misma, plazos de pago, etc. Sin embargo, desde una parte del sector se han elevado lamentos pidiendo tiempo para su aplicación, por considerar que el sector no está organizado y que los ganaderos serán víctimas del mayor poder de las industrias a la hora de fijar los precios. Se sabía que venía el lobo bueno, los contratos, pero no se ha dedicado el tiempo y el esfuerzo necesario para poner en marcha estructuras en la producción para vender en común, algo que ahora deberán hacer a marchas forzadas. No sería por falta de tiempo.

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