Como correspondía a una cita tan trascendente, el Debate sobre el estado de la Nación se ciñó por completo al guión preestablecido. Sin apenas frescura, con un tono de optimismo resignado, lejano de la euforia dominante en otros tiempos y más acorde con la actual coyuntura de recesión, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, intentó poner su mejor cara ante la tormenta y desgranó una serie de medidas económicas, más numerosas que trascendentes, destinadas a avanzar en el tan cacareado cambio de modelo productivo con el que todos, sin excepción, parecen de acuerdo.
Los parches, pues así definió el líder del PP, Mariano Rajoy, las promesas del socialista, se centran especialmente en los dos sectores más vapuleados por la recesión y supondrán ayudas directas para la adquisición de coches, cambios fiscales en la compra y alquiler de viviendas, rebajas de impuestos para pymes y autónomos, y la entrega de ordenadores para todos los escolares.
A lo largo de una hora escasa, Zapatero reclamó además el consenso de todos los grupos para aprobar las mencionadas iniciativas, destinadas a frenar el paro y a lograr «una economía sostenible». Dicha colaboración no solo atañe al resto de partidos, sino que, de forma incluso más sustancial, recaerá en las comunidades autónomas, que se convertirán en las paganas de buena parte de las propuestas lanzadas ayer por el jefe del Ejecutivo. También se apeló al consenso de las regiones para cerrar el sistema de financiación autonómica, que debería aprobarse en el Consejo de Política Fiscal, cuya reunión se ha fijado para antes del 15 de julio.
Los llamamientos a la solidaridad fueron el colofón a un discurso que comenzó con un somero repaso a las causas de la crisis y durante el que achacó el aumento brutal del desempleo al «brusco estallido de la burbuja inmobiliaria» y a los incentivos fiscales para adquisición de inmuebles aprobados por el PP. Como no podía ser de otro modo, Zapatero admitió que la pérdida de puestos de trabajo en los últimos meses es «abrumadora» y que «el Gobierno se ha equivocado, sucesivamente, en sus previsiones» macroeconómicas, aunque, añadió, tal «error» no ha impedido la reacción del Ejecutivo.
Al margen de proclamar las bondades del llamado Plan E, auténtica fábrica de empleos según el socialista y una verdadera «entelequia» a juicio del jefe del PP, el inquilino de Moncloa desgranó una serie de medidas, no todas ellas bien acogidas. La más controvertida consiste en la supresión de la deducción fiscal por compra de vivienda a partir de 2011 para aquellos que ganen más de 24.000 euros anuales.
A partir de entonces, solo se aplicará la deducción actual a quienes hayan comprado antes de dicha fecha. El objetivo es reactivar el mercado inmobiliario, con cientos de miles de pisos sin vender y, a más largo plazo, fomentar el alquiler.
El paquete se completa con ayudas a la automoción, una rebaja de cinco puntos en el Impuesto de Sociedades para las pymes y una bajada equivalente en el IRPF de los autónomos que conserven a sus asalariados.
Todo ello estuvo aliñado por la insistencia en que el propósito final del Gabinete es «lograr una economía sostenible basada en sectores innovadores». Para financiar dicha pretensión, el ICO gestionará un Fondo de 20.000 millones de euros y en 2010 habrá un nuevo Fondo de Inversión Local de 5.000 millones para proyectos de sostenibilidad ambiental, tecnológicos y de atención a la dependencia.
Tras anticipar un nuevo recorte del gasto público de 1.000 millones, un plan VIVE para la renovación de autobuses y matrículas gratuitas en los másteres oficiales para los titulados en paro, Zapatero no se olvidó de anteriores promesas, como la Ley del Aborto o la reforma de la Justicia, que incluirá una nueva regulación de las competencias de los órganos judiciales.
De manera mucho más tangencial, el socialista se refirió a los logros de la lucha contra ETA y proclamó que «juntos estamos más cerca del fin» del terrorismo.
Por último, destacó los réditos de su «activa» política exterior y la presencia de España en el G-20, un momento que aprovechó para ofrecer consenso a la hora de preparar la Presidencia de la UE, que Madrid asumirá en el primer semestre de 2010.