El mes de septiembre acusa de forma importante la disminución de horas de sol. Con ello las temperaturas comienzan a bajar y empieza a darse por finalizada la temporada de las huertas para el consumo doméstico. Así, estos días se recogen las últimas producciones de tomates, calabazas, judías, pepinos, pimientos, sandías y otros muchos alimentos que convierten a numerosos segovianos en grandes hortelanos.
Cada uno presume de su éxito agrícola y de sus buenas artes; y todos saborean de forma especial los frutos ganados a golpe de hazada y de atención continua.
El año ha sido mejor para los tomates que para las calabazas y calabacines, pero la producción en general ha tenido un resultado mediocre. El fuerte calor y la falta de agua en el subsuelo desde el pasado invierno se ha dejado sentir en casi todas las variedades de la huerta.
Ni los productos responden de igual forma ante las condiciones climáticas, ni los suelos ofrecen las mismas propiedades. Por ello algunos municipios albergan las propiedades edafológicas ideales para esta actividad. Uno de ellos es Pinarnegrillo, donde abundan los pequeños huertos y los pozos de los que se suministran de agua. Luis Herrero es un reconocido hortelano que lleva en la sangre su dedicación a la pequeña horticultura. “Nací debajo de una berza”, asegura a menudo a la vez que cultiva su pequeño trozo de labor que por circunstancias familiares ha tenido que crear en Cabezuela para ocupar su tiempo de ocio. “Aunque traigo la simiente de Pinarnegrillo, no logro los mismos resultados que allí”, confiesa.
Otros municipios ‘pata negra’ para la producción de frutas y hortalizas son Caballar, Turégano o Valle de Tabladillo, sin olvidar a los de fuerte profesionalidad como son todos los enclavados en la zona de El Carracillo.
Los hortelanos, agradecidos, suelen compartir sus productos con vecinos y amigos. Luis no duda en difundir sus consejos para lograr excelentes resultados: “Para tener éxito con el tomate, hay que dejar tres ó cuatro guías para que tenga hojas que los abriguen de la exposición directa al sol y de la lluvia; y a finales de julio, cortar las guías, para que no crezcan y permitir el desarrollo del tomate con más fuerza”.
