La XXXV edición del Premio Internacional de Poesía Jaime Gil de Biedma, convocado por la Diputación Provincial de Segovia, vivió esta mañana una de sus entregas más singulares desde su creación en 1991, al tratarse de la más juvenil y la más cuantiosa económicamente, gracias al aumento de la dotación y al estreno de la nueva modalidad destinada a autores menores de 30 años.
El premio principal, dotado este año con 12.000 euros, dos mil más que en ediciones anteriores, recayó en el madrileño Arturo de Vicente, de tan solo 29 años, por su obra ‘Getsemaní’. Al recoger el galardón de manos del presidente de la Diputación, Miguel Ángel de Vicente, el poeta explicó que el libro nació “como un ejercicio de mucha búsqueda espiritual en un momento donde la prisa nos invade, donde se acaba convirtiendo en todo nuestro espacio, en lo que somos más íntimamente”.
Este año, la entrega del premio principal no ha llegado sola, ya que, por primera vez, el certamen incorporó el Premio Joven de Poesía Jaime Gil de Biedma, creado para reconocer a poetas menores de 30 años. Con una dotación de 5.000 euros, también 2.000 más que los anteriores accésits, la ganadora resultó ser la poeta madrileña Alejandra Martínez de Miguel por su poemario ‘Revelaciones’.
La juventud de los dos premiados fue uno de los elementos más subrayados durante el acto. El presidente de la institución provincial celebró que el certamen “siga creciendo con dos galardonados tan jóvenes; no porque creamos que los poetas de generaciones mayores han olvidado cómo rimar curas y males, sino porque celebramos que quienes llegáis a la poesía lográis encontrar nuevas formas de versar esas palabras que, como el amor, atraviesan y sanan al mismo tiempo”.
En su intervención, De Vicente evocó las palabras de Leonard Cohen: “El amor no tiene cura, pero es la única cura para todos los males” para describir cómo Getsemaní y Revelaciones expresan ese tránsito “de la cura al mal… o del mal a la cura”.
El presidente de la Diputación recorrió pasajes de ambos poemarios, destacando “la magia potagia, las miradas y lo cotidiano” del libro de Martínez de Miguel, “sin olvidar, ni mucho menos, las guarrerías”, frente “a la deslealtad y la traición del Monte de los Olivos, la mirada de destrucción de Shiva, la transformación y la regeneración” presentes en la obra de De Vicente, “la metamorfosis que crece en mitad del silencio”.
El coordinador de los premios, Juan Manuel de Prada, destacó la gran calidad de los poemarios, “llenos de verdad”, a pesar de la juventud de sus autores, que “nos han dejado a todos asombrados con su madurez y su gracia”. También animó al público a leer “estas dos bellas obras que les van a convencer de que este año, como ha ocurrido tantas veces, pero este año muy especialmente por ser un año de estreno, hemos tenido la oportunidad de premiar”.
Durante la entrega de premios, como es tradicional, el ganador del premio principal, Arturo de Vicente, recitó algunos de los poemas que le han hecho merecedor del galardón, como ‘Completas’ o ‘La humildad sonríe’, que confirman la búsqueda de espiritualidad que dio origen al libro y que el jurado ha valorado muy positivamente. Para ello, comentaba, tuvo que viajar “muy lejos, a la India, un lugar muy lejano, un lugar muy distinto culturalmente, pero donde los corazones laten a la misma frecuencia a la que laten los nuestros”.
Martínez también leyó algunos de los poemas recogidos en ‘Revelaciones’. La escritora y psicóloga recitó ante el público presente ‘La eternidad’, ‘Misticismos de niñas de ciudad’ y ‘Tercera revelación’, además del poema ‘Las personas del verbo’, de Jaime Gil de Biedma, dedicado a Carlos Barral.
Tras mostrar su agradecimiento por el premio recibido, Martínez recordó la humildad que debe mostrar el escritor, sobre todo al comienzo de su carrera, admitiendo que “como autores jóvenes a veces nos podemos creer muy únicos, por pensar que somos los primeros que escribimos de esto, y al leer te das cuenta de que muchos de los grandes ya habían escrito sobre ello”.
El mérito de ambos poemarios reside también en la dificultad de competir en un certamen donde el nivel, como recordaba el jurado, es “muy alto” y cuya participación es cada vez más numerosa. En esta edición, los dos ganadores tuvieron que enfrentarse a otros 1.026 candidatos, una de las participaciones más altas del premio, con trabajos llegados de todas partes del mundo. Algo similar se espera para la edición de 2026, que probablemente abrirá su convocatoria en enero del próximo año, como ha ocurrido en las últimas ediciones.
Con esta edición, el Premio Jaime Gil de Biedma, considerado uno de los más prestigiosos en lengua castellana, refuerza su proyección internacional y su apuesta por nuevas voces, manteniéndose fiel al espíritu que inspiró su creación hace ya treinta y cinco años: apoyar la poesía contemporánea y recordar la figura y el legado de Jaime Gil de Biedma, uno de los grandes poetas españoles del siglo XX.
Nuevas voces para revitalizar la poesía en español
El jurado del Premio Jaime Gil de Biedma ha hecho en esta edición “una apuesta decidida por los jóvenes”, como señalaba el coordinador del jurado, Juan Manuel de Prada, al entregar los premios a dos autores que apenas rozan los 30 años.
El premio principal recayó en Arturo de Vicente López (Madrid, 1996) por su poemario ‘Getsemaní’, una obra de marcado carácter espiritual e introspectivo. Formado en Derecho y Economía, y con una trayectoria literaria en crecimiento, Arturo propone en este libro un viaje interior que combina tradición clásica, misticismo, pensamiento filosófico y una búsqueda profunda de trascendencia. El jurado destacó su ambición literaria, el dominio estructural y musical del verso y su capacidad para aunar lo íntimo con lo universal en un libro que “aspira a la totalidad”.
El recién inaugurado Premio Joven Gil de Biedma fue otorgado a Alejandra Martínez de Miguel (Madrid, 1994) por ‘Revelaciones’, un poemario que se distingue por su voz apasionada, desinhibida y múltiple. Con estudios en Arte Dramático, Psicología y Sexología, Alejandra aporta a su poesía una perspectiva híbrida en la que confluyen el cuerpo, la emoción, el deseo y la vulnerabilidad. Su escritura, dotada de una gran expresividad, se caracteriza por imágenes potentes, libertad formal y una mezcla de influencias que van de lo coloquial a lo metafórico. El jurado subrayó la intensidad y frescura de una obra que “amplía los límites de la poesía joven contemporánea”.
Ambos libros, desde sensibilidades muy distintas, muestran la vitalidad de una nueva generación poética dispuesta a revitalizar el género, capaz de dialogar con la tradición mientras explora lenguajes propios, y que ofrece al panorama literario actual dos propuestas ambiciosas y profundamente personales.
