Gran parte del debate planteado por las partes que han intervenido en el juicio por la agresión a un funcionario de prisiones en octubre de 2008 versó sobre si el atacante tenía o no intención de matar, y para ello han utilizado la existencia del punzón o ‘pincho’ carcelario de elaboración manual que llevaba consigo como arma arrojadiza con el que sostener sus argumentos.
En el momento de presentar su informe, la fiscal sostuvo que “no hace falta ser perito” para darse cuenta de la peligrosidad de este ‘pincho’, de 19 centímetros de longitud, incluido el mango. A su juicio se trata de un arma con una potencialidad “muy clara” de producir daños irreversibles en órganos vitales, teniendo en cuenta que el agresor le atacó en zonas como la cabeza o el tórax.
Pero precisamente la gran peligrosidad del punzón carcelario, por sus características, es utilizada por las defensas para dar la vuelta al argumento de las acusaciones y señalar que del resultado final, lesiones que no revestían riesgo para la vida del funcionario agredido, puede deducirse que la intención del preso agresor no era causar la muerte.
Así lo sostuvo la abogada del principal acusado, A. A., para quien la forma de actuar de su defendido es fruto de un brote psicótico y, por lo tanto, “estaba dando golpes a lo loco” y “no atina”, “no tiene puntería”.
Por su parte, el defensor de otro de los acusados, A. A. B., al que las acusaciones consideran colaborador del anterior en el intento de asesinato, calificó de “ilógico” que pueda apreciarse que hubo ánimo de matar, algo que considera incompatible con la actuación del interno que atacó primero golpeando con una bandeja por la espalda e inmediatamente después con un cabezazo. “Si hay ánimo de matarle, coge el pincho y por detrás le mata”.
Añadió que, por las características del agresor, al que calificó de un hombre fuerte, “si hay voluntad se aprieta fuerte” y, sin embargo, “fuerza de penetración no existe”, según su opinión, cuando utiliza el ‘pincho’.
De forma similar se pronunció el abogado del tercer acusado, también de colaborar con el primero, S. H. “Las heridas son superficiales, mínimas ¿alguien puede pensar que son con intención de matar?”, señaló en su informe. En su opinión, A. A. tuvo una crisis, debida a su esquizofrenia, y “se dedica a sacudir golpes a diestro y siniestro”.
