Joaquín Araújo, el naturalista español más popular, se considera un enamorado de la ciudad de Segovia, a la que acude con relativa frecuencia, y de la que gusta destacar su fauna. “Segovia es, indiscutiblemente, la ciudad de Castilla y León con más fauna”, dice, agregando que, en todo el territorio nacional existen “una docena de ciudades” que “conviven”, con cierta naturalidad, con un amplio catálogo de especies de fauna silvestre o salvaje. “Es una delicia estar en la Plaza Mayor, en la calle Real o en el Azoguejo y ver una enorme cantidad de vida silvestre, esa compatibilidad entre lo urbano, lo histórico-artístico y la fauna…”, agrega el naturalista madrileño, para el que la ciudad de Segovia “debería presumir tanto de sus vencejos, sus chovas piquirrojas y sus águilas imperiales como lo hace de sus monumentos, porque esa fauna también es un monumento…”
Pero si un fenómeno natural llama la atención estos días a Araújo es el del auge de los lobos. “En cuanto les das dos palmos de ventaja empieza a haber lobos por todos los lados”, dice. Él recuerda, siendo joven, cuando rastreaba en busca de lobos. Era “prácticamente imposible” encontrar un ejemplar en tierras segovianas, abulenses o vallisoletanas. Y ahora, estima que solo en Segovia “deben de sumar 60 ó 70”. A su juicio, esta “extraordinaria reproducción”, que ha llevado a la especie a recuperar sus antiguas áreas de dispersión, tiene varios motivos, entre los cuales el naturalista quiere destacar el del incremento de la masa forestal, sobre todo arbustiva, por el abandono de la actividad agraria. De unos años a esta parte, solo en Castilla y León se han perdido cerca de un millón de hectáreas de cultivo. Para Araújo, ese hecho “ha mejorado considerablemente las posibilidades del lobo”.
En la polémica suscitada acerca de si el lobo debe ser especie cinegética al sur del río Duero, asegura que “si por mí fuera no se mataría ni un ejemplar, ni al norte ni al sur del Duero”, si bien a renglón seguido dice que él, como ganadero que también es, entiende las críticas de ese colectivo.
“La preocupación de los ganaderos no puede ser más legítima”, indica. No obstante, él considera que “hay espacio suficiente para que exista una población de lobos y, al tiempo, una buena ganadería, incluso mayor que la actual”. Para el naturalista, los derechos de los ganaderos son “sacrosantos” y “prioritarios”, y las administraciones públicas deberían indemnizar “inmediatamente” las bajas. “Comparadas con las ayudas que se dan a otros sectores, pedir que se compense a los ganaderos es una pequeñez que debería ser atendida con prontitud”, continúa.
A modo de consejo para evitar ataques, pide que el ganado esté acompañado por pastor y perros y, de noche, duerma en “sitios inaccesibles” a lobos. “Lo que no puede ser es recurrir a los venenos o al furtivismo, eso es un disparate”, termina Araújo.
