Bastantes personas advierten ahora la importancia de los acontecimientos que están sucediendo desde hace tiempo en España. Y es que resulta cada día más evidente que estamos asistiendo a la decadencia del sistema de partidos, incapaces de hacer frente a los problemas reales de los ciudadanos y a las políticas globalistas y supranacionales que están asolando el sector primario y las libertades de todos. La política española se ha convertido en el negocio del enfrentamiento social del que acaban sacando provecho los partidos nacionalistas, que solo defienden sus propios intereses y el supuesto bienestar de la pequeña región a la que dicen representar, buscando privilegios a costa del esfuerzo del resto de los ciudadanos.
A muchos nos invade la sensación de que la democracia, conseguida tan trabajosamente, ha sido secuestrada en España por los partidos políticos mediante el establecimiento de unas reglas del juego que impiden a los ciudadanos, legítimos propietarios de la soberanía popular, retomar el control para reconducir al sistema por el camino de la renovación democrática
Por todo ello es necesario reaccionar, por supuesto como personas civilizadas, responsables y razonables. La pregunta es ¿qué podemos hacer? o ¿qué vas a hacer? Desde luego, no hay remedios mágicos. Posiblemente, la única forma para que la democracia vuelva realmente a manos del pueblo, es que éste se persone abiertamente en la vida pública como Sociedad Civil. Sin complejos, con transparencia y actuando de forma independiente de cualquier influencia. Formalmente se define a la Sociedad Civil como el conjunto de ciudadanos organizados que actúan en el campo de lo público en busca del bien común, sin ánimo de lucro personal ni buscando el poder político o la adhesión a un partido determinado. La Sociedad Civil busca actuar como un grupo de presión en los temas realmente importantes de la sociedad como son la salud, la educación, la igualdad, el medio ambiente, el bienestar social, el desarrollo, la cultura, los derechos humanos y la libertad religiosa. Su actuación pretende visibilizar y corregir «la incapacidad o la falta de sensibilidad del Estado para dar respuestas a demandas aplazadas y crecientes de una gran parte de la población. Se podría decir que la Sociedad Civil realiza también la función de oposición popular en las calles para completar una deficiente o inexistente oposición parlamentaria.
Necesitamos una Sociedad Civil, sin hipotecas, que defienda y desarrolle los derechos ciudadanos. Sociedad Civil que se movilice de forma libre y contundente, como lo hace en otros países, cuando se presenta un problema que afecta a toda la ciudadanía o una parte de ésta, sin tener que pedir el beneplácito de nadie para hacerlo. Sociedad Civil que se presente, como movimiento social, en un plano de superioridad respecto de los partidos políticos y le exija compromisos a cambio de apoyo y de paz social. La fuerza de la Sociedad Civil está en el poder electoral de los ciudadanos que representa y en su capacidad de movilización y de rebelión cívica.
La organización denominada Sociedad Civil Catalana nos ha dado el pasado 8 de octubre, en Barcelona, un bonito ejemplo de iniciativa y de movilización ciudadana en defensa de la cultura catalana como parte de la española y de la cohesión y convivencia entre ciudadanos que se sientan españoles a la par que catalanes.
Debemos abandonar la actitud de ciudadano pasivo, esperando que otros saquen las castañas del fuego, o a que uno u otro político o partido solucione las cosas. Tendremos que ir pensando en cómo influir en nuestros círculos de relaciones y estar en las redes sociales o en asociaciones. En fin, superar la pasividad reinante.
La pregunta es, si una sociedad mayoritariamente abúlica y anestesiada como la nuestra, carente en buena medida de pensamiento crítico, que ha sustituido los valores éticos por el pensamiento woke, que está más preocupada por lo que pasará en su telenovela favorita más que por el futuro de nuestro país, ¿será capaz de organizarse como Sociedad Civil para defender sus intereses y el futuro de sus hijos? Supongo que es difícil que así sea. No obstante, estoy seguro que, al igual que la Sociedad Civil Catalana, habrá muchos más que lo intenten, convencidos de que no tenemos otra alternativa de renovación democrática.
