Ministerio Fiscal y acusaciones particulares mantuvieron sus peticiones de penas para el expolítico berciano Pedro Muñoz, juzgado por tentativa de asesinato, maltrato, amenazas, injurias, violencia familiar y habitual y lesiones contra su exmujer, Raquel Díaz. Dieciocho años y nueve meses de prisión es lo que solicita la fiscalía, frente a los 23 años menos un día pedidos por la acusación particular, a lo que se suma una indemnización de 2.334.642,64 euros.
Además, el Ministerio Público solicitó que se deduzca testimonio de la declaración de la víctima en la vista sobre la posible existencia de relaciones sexuales no consentidas y que el Juzgado de Violencia contra la Mujer de Ponferrada practique las diligencias oportunas para determinar la posible existencia de hechos constitutivos de delitos contra la libertad sexual de la víctima, que no se investigaron en el procedimiento.
La defensa de Pedro Muñoz, que reclama su libre absolución, planteó con carácter subsidiario, la imposición, en caso de ser condenado, de penas mínimas para cada delito de los que se le imputan.
Declaración de Muñoz
El que fuera cofundador de Coalición por El Bierzo, concejal del Ayuntamiento de Ponferrada y diputado provincial por esa formación, negó que en la noche del 27 de mayo de 2020 arrojase a su entonces esposa, la abogada Raquel Díaz por el balcón de la casa que habitaban a escasos kilómetros de la localidad de Toreno (León) y rechazó que hubiesen mantenido una discusión previa. Muñoz manifestó que ese día pensó “que había tropezado y se había caído, pero a fecha de hoy afirma “no saber lo que pasó”.
“A mi esposa nunca le puse la mano encima, nunca”, afirmó a preguntas del Ministerio Fiscal sobre el día de los hechos e insistió en su inocencia. “Me lo puede preguntar de mil maneras diferentes. Creía que intentó ir a por la gata para bajarla. Hoy tampoco me atrevo a asegurarlo”, dijo.
En su relato sobre lo ocurrido aquel día aseguró estar buscándola y haberla encontrado fuera de la casa, junto al pozo, “estirada”. “Me agaché Estaba todo a oscuras. Le puse la mano en la cabeza. Olía a sangre y uno de los perros la estaba lamiendo. ¡Ayúdame! ¿Qué te pasa? La intenté coger por la cadera. Poco menos que agachado y como podía la introduje en la galería. La coloqué y la puse de lado e inmediatamente llamé al 1-1-2 porque Raquel no estaba bien”, detalló.
A preguntas de las acusaciones no concretó el contenido de la llamada telefónica que le había hecho el día de los hechos antes de avisar al 1-1-2 a su hija, a la que llamó de nuevo tras avisar a los servicios de emergencias y a una persona de confianza, ni los motivos de varios intentos de contacto telefónico entre ambos en las horas previas.
“A mi esposa nunca le puse la mano encima, nunca”, afirmó Pedro Muñoz, “Me lo puede preguntar de mil maneras diferentes. Creía que intentó ir a por la gata para bajarla. Hoy tampoco me atrevo a asegurarlo”
En su declaración, Muñoz comentó en varias ocasiones que su entonces mujer consumía alcohol en exceso, lo que vinculó a los ataques de ira que le atribuyó, y detalló también que tomaba pastillas para dormir y ansiolíticos.
Al comienzo de su testimonio afirmó que la pareja tenía “alguna discusión insignificante. Nunca insultaba. Si en alguna ocasión nos hemos insultado, ha sido mutuo. En una ocasión, fruto de la desesperación, pude haberla llamado puta o zorra”. También dijo que ella se había ido de casa voluntariamente varias veces, durante unas horas, cuando discutían excepto cuando se fue a vivir a Villafranca del Bierzo unos meses y negó que la intimidase. “Era la vicepresidenta del partido y la portavoz. ¿Cómo voy a coaccionarla yo? Jamás se ha producido eso”, dijo.
Avanzada la declaración llegó a decir que en alguna ocasión tuvo que “inmovilizarla para que no destruyera la casa completamente”. “Le dije que fuera a Alcohólicos Anónimos, pero no quiso”, señaló y negó conocer que ella hubiese comentado a una especialista en Psiquiatría de la que era paciente que mantenía con él una relación tóxica. “Se hubiera acabado la relación. “Lo único que sé de lo que habló con la psiquiatra es que se estaba tratando de celotipia”, aseguró. Raquel también dirigió un escrito a una psicóloga que la atendía en el que hablaba de una “explosión” de su marido y de malos tratos y en otra conversación desvelada en el juicio Raquel reconocía que se habían producido entre ambos “insultos salvajes y haber llegado incluso a la manos”.

Declaración de Díaz
“Desde la terraza me levantó por el cuello y me lanzó contra el pozo, pero resbalé contra el suelo. Él salió de la casa diciendo “zorra, hija de puta, ¿sigues viva?” y, tras tomarme el pulso, cogió con todas sus fuerzas y me arreó golpes en todo el cuerpo hasta romperme entera. Después me arrastró dentro de la galería, donde me tumbó en el suelo y me puso un cojín en la cabeza. Juraría que también me disparó con una pistola de perdigones en el vientre”. Así relató Raquel Díaz su versión de lo ocurrido.
Díaz detalló que el día antes se había producido una discusión, que se mantuvo en el tiempo hasta esa jornada, cuando acudieron al Ayuntamiento de Ponferrada para participar en un homenaje a las víctimas del Covid-19. Tras ello, compraron una empanada y regresaron a casa. Más tarde, cuando ella estaba en la habitación de la vivienda, él la agarró del cuello con su mano derecha y la golpeó con su mano izquierda el ojo derecho.
Después la levantó y, aunque ella estaba agarrada a su brazo, la lanzó contra el pozo y, una vez allí, ella resbaló contra el suelo, donde no recibió ningún golpe en la cabeza, tal y como insistió. “No sé decir cuánto tiempo después él salió de la casa mientras decía “zorra, hija de puta, ¿te has muerto ya?, ¿ya te has enterado de que la única forma que tienes de librarte de mí es muerta? Como era enfermero, me tomó el pulso en el cuello que me había apretado y cogió con todas su fuerzas un palo y me arreó un golpe en la cabeza y luego en los brazos, las piernas y las costillas, hasta romperme entera”, expuso.
“Desde la terraza me levantó por el cuello y me lanzó contra el pozo, pero resbalé contra el suelo. Él salió de la casa diciendo “zorra, hija de puta, ¿sigues viva?”
La víctima también explicó que tras esos golpes empezó a “estar peor”, pero él la arrastró “agarrada por las piernas y con la cabeza golpeando contra las escaleras de piedra” por las tres escaleras que había en la entrada a la galería lateral de la casa. Una vez dentro, la tumbó en el suelo y le puso un cojín debajo de la cabeza, aunque Díaz también comentó que “juraría que después de eso me disparó en el vientre con una pistola de perdigones”.
Díaz apuntó que cuando despertó en el Hospital, donde ingresó en muerte cerebral, le dijeron que llevaba puesta una ropa y un bikini que ella no se había puesto “en ningún momento”, así que consideró que “la única explicación es que él lo pusiera después de la agresión”. En cuanto a cómo logró recordar los hechos de ese día, explicó que tras despertar del coma comenzó a tener unas “pesadillas recurrentes” que “crearon un puzle con todos los acontecimientos” de aquel día y la mente, “fue encajando las piezas hasta conocer lo que me había ocurrido”.

Malos tratos desde 2016
Según el relato ofrecido por Díaz, los malos tratos comenzaron desde el inicio de la relación, en 2016, cuando él aún estaba casado, “con episodios violentos cuando todavía no convivían” y que se mantuvieron en el tiempo. “Yo era víctima de malos tratos en manos de un psicópata integrado que no me dejaba en paz”, afirmó, al tiempo que señaló que el acusado la vigilaba cuando quedaba con clientes, la cargaba de trabajo del partido político para que no pudiera dedicarle tiempo a su despacho profesional y que incluso le pidió matrimonio “para poder financiar la campaña electoral de 2019”. “Yo, gilipollas de mí, caí en la trampa y me sentí tan enamorada y feliz que acepté casarme con él, pero todas las personas invitadas tuvieron que abonar su regalo en una cuenta del partido”.
La mujer, que definió a su ex marido como un “psicópata y narcisista”, afirmó que a veces dormía fuera de la vivienda que compartían “por miedo”, ya que “o recogía las cosas para irse o la metía en la cama y la violaba”. “Cada día me sentía menos válida y más culpable”, reconoció entre sollozos, así como que nunca acudió al médico porque ello supondría “denunciarle” y ese “sería el final”. Además, afirmó que su ahora ex marido “sabía cómo pegar”, de forma que “normalmente era en el vientre, aunque cuando tenía la menstruación era en los pechos porque me dolía más, pero también le gustaba hacerlo en la mandíbula porque es una zona muy delicada en la que además queda huella”.
Respecto a la firma de un acta notarial en la que ella indicaba que “no era maltratada ni física ni psicológicamente por él”, señaló que fue una decisión de su entonces pareja y que el notario firmó “sin preguntar si eso era verdad”. Antes de ese acta, el vecino le había dicho que escuchaba gritos “que no eran ni medio normales” y que si seguía ocurriendo llamaría a la Policía”. Ante el miedo a que el vecino lo denunciase, decidieron mudarse a Villafranca del Bierzo.
Hija de Raquel
“Cuando mi madre me contó que iba a casarse con Pedro Muñoz le dije que se iba a casar con un maltratador”, afirmó la hija de Díaz.
En respuestas a todas las partes, la joven -en calidad de testigo- relató que su madre estaba “totalmente poseída y anulada” por Muñoz, de manera que “no tenía voluntad y no la podía ejercer en ningún plano”, al tiempo que “la estaba consiguiendo apartar de los demás” hasta el punto de que “cada vez estaba más aislada de su entorno”, incluida su propia hija que, incluso, se negó a ir a la boda por su opinión sobre el ex concejal.
“las lesiones que presentaba la mujer no concordaban con la explicación de los hechos que había dado su marido”
Hermanos y amigos de Raquel
Los hermanos y amigas de la abogada ponferradina repitieron en sus testimonios que ella vivía “con miedo y anulada” por el acusado.
El hermano de la víctima manifestó que ésta contó que sufría malos tratos y que en alguna ocasión Muñoz la había agarrado del cuello y que lo disimulaba con maquillaje. “Que la intentaba ridiculizar en las reuniones del partido y que la insultaba. Que él sabía pegar, tenía fuerza, había hecho halterofilia”, apuntó y también dijo que al día siguiente de su boda Raquel le comentó que tenía dudas al respecto por la existencia de infidelidades en relaciones anteriores por parte de Muñoz.
Su hermana aludió a un episodio vivido durante una visita que hizo a la pareja y en la que dijo haber escuchado, desde su cuarto, cómo “la arrastraba por la escalera, porque se quejaba y se oían ruidos. Y luego hubo una discusión muy fuerte en la planta de abajo. Él voceaba, pero no entendía lo que decía. Al día siguiente le pregunté a Raquel que qué había pasado, le dije que había pasado miedo y me dijo que no había sido nada en comparación con otras veces. Que sabía dónde tenía que darle para que no se notara”.
“La anuló como persona y laboralmente y tenía miedo a abandonar la relación” señaló una de sus amigas mientras otra dijo que temía, por amenazas proferidas por él, que en caso de romper hubiese represalias tanto contra Raquel como hacia su círculo familiar y de amistades.
Las amigas y los hermanos de Raquel Díaz negaron que la abogada tuviera problemas con la bebida y destacaron que era deportista y se preocupaba por su alimentación. Respecto a su físico, recalcaron que durante la relación con Muñoz sufrió un deterioro importante.
Amigo de Pedro Muñoz
Gustavo P., amigo de Pedro Muñoz, quien realizaba para él labores de jardinería, que fue la primera persona en llegar al lugar de los hechos el 27 de mayo de 2020.
Con él contactó telefónicamente varias veces Muñoz ese día y fue quien, junto a su esposa, se personó en la finca de Toreno, antes que los servicios de emergencia y que la hija del acusado. “A mi pareja le salió limpiar; sin más motivo” comentó sobre el hecho de que se hubiera fregado la zona donde estaba Raquel, tras haber sido introducida por Muñoz en la vivienda, para retirar la sangre.
También comentó que él no había modificado el escenario de los hechos, aunque sí reconoció haber vuelto al lugar en fechas posteriores, después de que se recordara que se llevaron a cabo dos inspecciones oculares y en la segunda el lugar no estaba como en la primera.
De gritos de socorro a «ruidos entre vecinos»
Raquel Díaz hizo una llamada al 1-1-2 en marzo de 2018 llorando y gritando “por favor”, tras la que la Policía Municipal de Ponferrada acudió al domicilio en el que había residido Pedro Muñoz con su anterior pareja, donde no había nadie, y no al lugar en el que se encontraban ambos. Varios testimonios de policías manifestaron que la intervención se hizo en la dirección que fue facilitada por el Servicio de Emergencias, aunque algunas llamadas anteriores hechas desde el mismo terminal estaban vinculadas a Raquel Díaz, porque se había identificado al hacerlas.
El intendente Jefe de la Policía Local de Ponferrada, Arturo Pereira, señaló que pudo ser un error que se valorase por parte de la Policía Municipal el incidente como “ruidos entre vecinos”, cuando el 1-1-2 trasmitió el incidente como “sin clasificar” inicialmente. ”. “La operativa fue, desde mi punto de vista, impecable”, defendió.
La versión de los médicos
Los médicos que atendieron a Raquel Díaz tanto en el Hospital de El Bierzo como en el de León durante la madrugada del 28 del mayo de 2020 afirmaron que “las lesiones que presentaba la mujer no concordaban con la explicación de los hechos que había dado su marido”, el ex concejal Pedro Muñoz.
Según el relato del primer médico que la reconoció, en el Hospital de El Bierzo, la paciente llegó con un “trastorno craneoencefálico grave y en coma” y su marido explicó que “la había encontrado caída debajo de un escalón de unos 40 centímetros de altura y que había un pozo cerca, con el que sugirió que podría haberse pegado con la cabeza”. Sin embargo, en su exploración se localizaron “heridas en el cuero cabelludo, en varias vértebras y arañazos en las piernas, que Muñoz justificó con que “la había movido por la falta de luz”.
La gravedad de la situación de Raquel Díaz, “que estaba próxima a la muerte”, hizo que esta tuviera que ser trasladada al Complejo Asistencial Universitario de León y fue allí donde saltaron las alarmas en el Servicio de UCI, donde “todos comentaban que las lesiones no eran compatibles con la versión que daba el marido y que había cosas raras que no encajaban».
