Se viene comentando que nuestra ciudad está perdiendo habitantes, y dicen que, por ahora, el aumento de inmigrantes “va salvando” el padrón. Si miramos hacia atrás, vemos que en el 2001, Segovia contaba con 54.039 habitantes (28.119 mujeres y 25.920 hombres), mientras que en el pasado 2022 el censo era de50.802 habitantes (27.076 mujeres y 23.726 hombres). O sea, durante el “mandato” de los que hoy rigen el Ayuntamiento se han perdido 3.237. ¿Causas? No es fácil determinarlas, aunque pueden ser muchas de índole diversa. Pero informativo es recorrer el casco antiguo, José Zorrilla, Santa Eulalia, etc. y comprobar con dolor la cantidad de pisos deshabitados que existen.
Algo hay que es cierto, que los “mandamases” no se han preocupado en exceso en hacer atractiva la ciudad, por lo que muchos vecinos han ido renunciando a ella (por motivos y obstáculos distintos) y se han desplazado paulatinamente a los barrios inmediatos; los proyectos y realizaciones en torno al urbanismo, se han descuidado, olvidado, desde hace tiempo, porque parece que no hay personas responsables capaces de hacer una auténtica planificación de la ciudad y con ella intentar conseguir que se retengan muchas familias; y si vamos a cosas más concretas, hay un ejemplo muy penoso y bien claro en el abandono que desde hace veinte años se observa en un gran número de aspectos que son primordiales en una ciudad, frente a los que en el plano positivo se pueden contar quizá solo con los dedos de una mano, aunque las declaraciones y promesas altisonantes nunca han faltado, y especialmente aprovechando alguno de los medios de comunicación que “respiran” a su favor y con mayor influencia para hacer creer lo “bien” que todo se está haciendo y lo que se va a hacer en el futuro…demasiado lejano.
Bien reciente tenemos el informe de la Defensora del Ciudadano que manifiesta que los habitantes reclaman una ciudad sin barreras arquitectónicas, accesible (¿se habrá hecho la polémica corta de arboles para contribuir a esta accesibilidad?), pero, he aquí que de inmediato me vienen a la memoria una serie de temas: el más reciente, el de la petición de subvención para poder abrir los aseos de la Plaza Mayor. Hay mofa y sonrisas por la celebración de un concierto solidario, y como respondiendo a la afirmación del señor presidente en Segovia de que “nosotros no insultamos”, el pasado día 13 un procurador del partido, en las Cortes de Castilla y León, se dirigió a la bancada popular acusándola de ser “un apandilla de sinvergüenzas”).
Bien, dejemos este tema un tanto molesto insinuando al Ayuntamiento segoviano que también podría organizar otro concierto “solidario” de “música diversa”, por ejemplo, para obtener fondos destinados a abrir los citados aseos de la plaza y ver la forma de hacerles accesibles a todos. Aunque muchas veces se ha pedido la colocación de aseos móviles, incluso en el espacio reservado al estacionamiento de autobuses junto a Sancti Spiritus…pero ni maldita atención se ha prestado a ello. Hace un par de días me dice un vecino de la citada plaza: Tres señoras acaban de preguntarme por unos aseos; me ha dado vergüenza, como ciudadano, tener que decirlas que están cerrados y tendrán que acudir a algún café. ¿No podría el Ayuntamiento abrir al público el tan bien decorado que hay en la primera planta de la Casa Consistorial? La realidad es que aseos hay en los aparcamientos de P. Claret y Fernández Ladreda (hoy Av. del Acueducto), pero dependen de los concesionarios respectivos; también en el Jardín Botánico y en la estación de autobuses (de pago, pero al menos los hay). Y si alguien conoce más, sería bueno que lo dijera.
Si ahora andamos con estas carencias, ¿qué ocurrirá cuando nuestro Municipio tenga que cumplir con ese plan socialista de favorecer un “urbanismo de género y mujeres en el callejero, que plantea la mejora de iluminación en calles oscuras, recovecos y callejuelas, para que ellas pueden caminar en horas nocturnas sin peligro alguno?”. ¿Será preciso otro concierto solidario para lograr fondos destinados a mejorar el alumbrado público?
Por cierto, pueden empezar cambiando las lámparas de un farol en la calle de Adolfo de Sandoval, que lleva meses encendiéndose y apagándose continuamente, y otro en la de Daoíz, frente a la otra, que va por el mismo camino.
En fin, y como epílogo, para tratar de quedar todos en paz, dejemos de ver la paja en el ojo ajeno y veamos la viga en el nuestro.
