En José Pedro Pérez-Llorca, una biografía política publicado por el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, la joven historiadora Gema Pérez Herrera hace un balance de la actuación política de uno de los más brillantes protagonistas de la Transición: diplomático, letrado de las Cortes, varias veces ministro, padre de la Constitución y hombre profundamente patriota que —entre otras tareas– se preocupó hondamente en establecer un sistema democrático que, por su calidad, perdurase en el tiempo. “El pacto de reconciliación que supuso la Transición es un hecho único en la historia de España” solía decir.
Durante su etapa en el ministerio de la Presidencia, procuró instaurar un sistema “liberal autonómico” en contraposición al que finalmente prevaleció, el “nacionalista particularista”, o en palabras de Azaña, “las autonomías de estufa”. El primero se integraría en un sistema colaborativo con el Estado central, mientras que el segundo —advirtió— entraría en una dinámica “disgregadora” en la que se sacralizaría “la unidad de la región, desacralizando al mismo tiempo la unidad de España” y cuya senda supondría para el Estado “la apertura de una cantera” a la que se extraería la mayor cantidad de materiales “se socave lo que se socave”. Cuarenta años después sabemos a qué se refería.
En un reciente video realizado por un medio de comunicación, y bajo el título “Los últimos de UCD hablan de los políticos de hoy”, ocho ex ministros de ese partido hacen unas declaraciones sobre la diferencia entre “entonces” y “ahora”. Y varios coinciden en que la adscripción de muchos de ellos a los altos cuerpos de la administración del Estado —abogados del ídem, diplomáticos, técnicos comerciales, catedráticos…etc.— les permitió tener un “sentido de Estado” que echan de menos en la política actual.
Y es precisamente el sentido de Estado de aquellos “padres fundadores” lo que nos recuerda que primero estaba la supervivencia del incipiente Estado democrático, luego el partido y después la persona, algo que en nuestra realidad cotidiana parece que es al revés, porque al rememorar el ‘incidente Pérez-Llorca’ y observar la actualidad, como decía Marx, la historia se repite, pero como farsa.
A pesar de que —según la prensa— el presidente Suárez había pedido a sus ministros que no fueran en exceso beligerantes con el PSOE, fue en un debate parlamentario el 31 de mayo de 1979 sobre terrorismo en el que las intervenciones se centraban en la solidaridad que el Gobierno decía no recibir suficientemente de la oposición en la lucha anti terrorista, el “zorro plateado” dijo: “Señor presidente, en este sentido, nosotros queremos hacer una llamada a la responsabilidad para que, cuando se trata de estas cuestiones, determinados Grupos no enfoquen tan simplemente el problema terrorista que se convierta en expresiones de solidaridad en el momento de las palabras y en proposiciones de derogación…” momento en que fue interrumpido por gritos y protestas de la oposición que consideraba intolerable que el ministro dudara de la lealtad del partido socialista en la lucha contra el terrorismo a pesar de la reciente presentación que la oposición había realizado sobre diversas propuestas derogatorias de los únicos instrumentos que en esos momentos el Estado tenía contra el terrorismo. El incidente fue mayúsculo y la actitud del mismo Suárez fue fría con el ministro de la Presidencia a quien dos diputados le dijeron “Has pasado a la clasificación de los colaboradores que piensan por sí mismos”
Ahora sabemos, gracias a este interesantísimo trabajo que el incidente parlamentario provocó una carta de dimisión de Pérez-Llorca. A pesar de considerar que la solidaridad de la oposición en la lucha antiterrorista debía “estar fundamentada en la coherencia entre los actos y las ideas” creía que las declaraciones de sus compañeros de gabinete —incluido el presidente— habían, de una u otra forma, desautorizado sus palabras en las Cortes y por tanto dudaba que tras esas circunstancias pudiera seguir siendo útil al presidente. “Hay que morir varias veces estando vivo” decía Nietzsche.
Cuarenta años después aquel partido que estaba en la oposición, hoy gobierna gracias a los votos del independentismo filo terrorista —muchos de sus miembros tienen sentencias incriminatorias en este sentido— y varios partidos de la oposición han denunciado esta colaboración sin que el grupo parlamentario que apoya al gobierno se haya, si quiera, molestado. Al contrario, parece que están cómodos con ese pacto. Tampoco parece que las consecuencias “indeseadas” de las leyes hagan que los políticos se salgan de los argumentarios de los partidos o que provoquen dimisiones (aunque este término no lo sabemos a ciencia cierta, pues pudiera no haber sido aceptada, como el caso que nos ocupa).
Y es que al leer la biografía política de José Pedro Pérez-Llorca, uno no puede menos que recordar al actor Rugter Hauer en el papel del replicante Roy Batty en la magnífica película de ciencia ficción, Blade Runner, cuando poco antes de morir decía “Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia”. A pesar de esta “democracia menguante” que sufrimos desde hace unos años, y gracias a la autora de esta biografía, algunos momentos y actitudes permanecerán indelebles en nuestra memoria.
——
(*) Director de la Fundación Transición Española.
