Un mensaje recibido en mi correo electrónico me llamó especialmente la atención. Se me informaba por la Fundación Caja Segovia (vía Amigos del Patrimonio) de la restauración de su tapiz joya ‘La devolución de Briseida’.
Tanto la información recibida, como la que posteriormente leí en El Adelantado me pusieron en antecedentes; unos antecedentes que, por lo que a mí respecta, se remontan al año de 1974, cuando la revista madrileña ‘Relaciones Públicas’, me nombró corresponsal en Segovia.
Se celebraba por entonces el Bimilenario del Acueducto. Y propuse a la dirección de esta revista, como un acto más, lanzar un número extraordinario dedicado a Segovia. Se aceptó la idea y me puse a trabajar en su desarrollo.
Tenía conocimiento de la rehabilitación del Torreón de Lozoya en su fase final. Así que me fui a ver a don Fernando Albertos, director de Caja Segovia, y le hablé del número extraordinario de la revista, con importante contenido segoviano y con dos mesas redondas a celebrar como inauguración del Torreón. Estas mesas redondas estarían compuestas por personalidades diversas. Una, sobre Turismo y otra, sobre Economía.
Le gustó mucho el proyecto. Y visiblemente entusiasmado me dijo, más o menos, lo siguiente: “Falta muy poco para terminar las obras. (Siento no haber sabido nunca el nombre del arquitecto). Pero si me dices para qué día lo necesitas, te prometo que estarán terminadas y con los espacios elegidos debidamente amueblados”.
Y así fue. El director de la revista y yo elegimos dónde celebrar las mesas redondas que llevarían por título ‘El Turismo, Segovia y su desarrollo’, una; y ‘Segovia. Actualidad socioeconómica’, otra.
En la mesa redonda de Turismo intervinimos Fernando Albertos, director de Caja Segovia; Juan José Postigo, que quiero recordar era vicepresidente de la Diputación y un cargo relacionado con el mundo empresarial; Moisés López Gómez, que tal vez fuera presidente de la Cámara de Comercio; Fernando Lozano, director de la revista ‘RP’; un servidor; y contó con la moderación del periodista y comunicador venido de Madrid ex profeso Carlos Dávila.
Sobre nuestras cabezas la impresionante imagen del tapiz en cuestión y motivo de estas líneas.
La otra mesa redonda socio-económica estuvo formada por Alfredo Matesanz, locutor de Radio Segovia; Luis Martín, relaciones públicas de ‘Ladreda 25’; Benigno Sastre, propietario del Hotel Acueducto; Félix Postigo, de la empresa cárnica El Acueducto; Cándido López mesonero; Alfonso García; Eleuterio Laguna, hostelero; José Luis Vallhonrat, delegado provincial de Turismo; y el que esto escribe.
La revista dio un magnífico tratamiento a ambas sesiones de trabajo con fotografías de todos los intervinientes. Se le asignó el número 63 correspondiente a los meses de julio y agosto, ya he dicho que de 1974. Se imprimieron 88 páginas y una tirada que quiero recordar fue de 25.000 ejemplares, repartida por medio mundo.
Este número contaba también con un editorial dedicado a Segovia; entrevistas al gobernador civil, Emilio Rodríguez Román; al presidente de la Diputación de Segovia, Modesto Fraile Poujade; al alcalde de la ciudad de Segovia, Juan López de Miguel; y varios publirreportajes sobre industrias segovianas, amén de numerosos anuncios de empresas locales y provinciales.
Cándido López, mesonero, me confesó ser suscriptor de esta revista desde hacía mucho tiempo.
Ni qué decir tiene que de estas actividades se hicieron eco los medios de comunicación segovianos, principalmente El Adelantado y Radio Segovia.
Cabe comentar también, como curiosidad, que durante la celebración de una de las mesas redondas, no recuerdo cual, acudió de improviso Alfonso de Borbón y Dampierre y una amplia comitiva con la que estaba visitando Segovia. Se presentó a los reunidos como un germen de trabajo que vivía y crecía entre aquellas venerables paredes.
Pero nadie nos habló de la importancia del famoso tapiz que nos acompañó, en todo momento, como testigo mudo de nuestras deliberaciones. Y no volví a verle hasta ahora que ‘resucita’, al parecer, después de larga enfermedad.
Me asombra, que medio siglo después, se produzca este reencuentro de una manera tan inesperada. Y que pueda presentar a los lectores de EL ADELANTADO, esta particular visión periodística y gráfica.
Uno, que nunca está satisfecho con lo que escribe porque piensa que todo es manifiestamente mejorable, no puede por menos de experimentar cierto regocijo al respecto: primero por la recuperación de una obra de arte tan importante como esta que merece el reconocimiento a los responsables que en su momento la adquirieron y los que ahora la han recuperado. Y segundo, porque su primera exposición al público y aquí hay que incluir al espacio, fuera por motivos comunes y no privados.
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(*) Académico Honorario de San Quirce
