Desde que fuimos expulsados del Paraíso añoramos el jardín, y construimos uno para conservarlo a la medida humana, que nos permite encontrar la paz a través del contacto con la naturaleza.
La artista María José Gómez Redondo coloca su jardín vertical para el disfrute de una vegetación limitada en su extensión y separada de su entorno que se ofrece para ser observada mientras crece asumiendo las dificultades de un ambiente hostil. Representa la selva humanizada dotada de un orden extraño que la presenta como un mapa o como un dibujo construido para su contemplación. Y así se puede hacer en la exposición ‘Jardín vertical’ que la artista de estrecha vinculación familiar, creativa y formativa segoviana inaugura este jueves, 8 de septiembre, en la Galería Estampa, de Madrid.
Imágenes fotográficas sobre diversos soportes: tela, collages en los que se mezclan imágenes impresas, sobre papel fotosensible, y papeles teñidos; ofrecen una panorámica del acercamiento de la artista en los últimos años a este mundo vegetal como espacio para la reflexión y el descanso.
Varias series componen esta muestra. ‘Flores de Aguas’ (2013-2022) se ha ido fraguando en estos últimos diez años y retrotrae a los juegos de la infancia, a las flores que parecen danzar flotando en el estanque lleno de reflejos, a los arco iris de colores que uno ve por primera vez en los reflejos de una mancha de aceite flotando sobre un charco.
‘Flores de Sombra’ (2021), una serie de siete telas grandes en las que pequeños tallos parecen flotar entre sábanas envolviéndose en su propia sombra. Son imágenes del invierno donde la oscuridad busca la luz artificial provocando una sensación de cierto misterio.
‘Flores de Papel’ (2005) son collages para una reflexión sobre la condición de la imagen fotográfica usando las flores como objeto en una mezcla de procesos de re-fotografiado. Las flores pasan de naturales a artificiales viviendo una realidad paralela en el registro, como en el cuento de Bioy Casares La invención de Morel.
‘Jardín Vertical: invierno y verano’ (2021) es el título que enmarca dos grandes fotografías sobre tela, en las que la propia artista se retrata con su jardín vertical que, como telón fotográfico, ofrece al observador un jardín teatral que aparenta ser un bosque; una arboleda preparada para convertirse en el escenario de juegos y encuentros imaginarios.
