A falta de dos semanas para los comicios que definirán la composición del Congreso estadounidense, el líder de la Casa Blanca, Barack Obama, ha empezado el cortejo de los principales bloques electorales.
El presidente norteamericano viajó el pasado fin de semana de costa a costa martilleando ante jóvenes, mujeres y afroamericanos la advertencia de que una victoria republicana sería reactivar políticas que pusieron al país al borde del precipicio.
En los últimos días, los demócratas también han desplegado su arma secreta en la figura de la primera dama, Michelle Obama, que goza de una alta popularidad. El domingo, acompañó al mandatario en un mitin multitudinario en la Universidad Estatal de Ohio.
Entre mañana y el viernes próximo, el político afroamericano viajará a Oregón, Washington, California y Nevada, en el oeste de EEUU, y el sábado lo hará a Minesota, consciente de que, según sus palabras, «en tiempos difíciles, los sufragios también lo serán».
«La opción en noviembre no podría ser más clara: podemos apoyar a los demócratas que luchan por las familias, los pequeños negocios y la recuperación económica, o a los republicanos que han hecho lo posible por bloquear el progreso», manifestó Ricardo Ramírez, portavoz del Comité Nacional Demócrata (DNC).
Si ganan los republicanos, «regresarían al país las mismas fallidas políticas económicas de la era de George W. Bush, que casi sumieron al territorio en una segunda Gran Depresión», enfatizó.
Aunque Obama no figura en las papeletas de votación hasta 2012, los comicios del próximo día 2 serán un veredicto sobre sus primeros dos años de mandato. De ahí que sus estrategas quieren que el presidente repita su «magia» que le llevó a la Casa Blanca en 2008.
Aunque su red es ancha, la idea es captar el voto clave de los jóvenes, las mujeres y los afroamericanos, según el Ejecutivo.
La realidad política que afronta es dura: la derecha le acusa de promover la intromisión del Estado, la izquierda le reprocha no hacer lo suficiente en temas progresistas, y la coalición de moderados que logró forjar en 2008 se está desvaneciendo.
Aunque los demócratas han mejorado sus niveles de aprobación desde junio pasado, no está claro que Obama haya podido volver a conectar con los votantes que lo catapultaron al poder. Sus últimas apariciones públicas en mangas de camisa evocan aquellas de 2008, pero, dos años más tarde, los ciudadanos de a pie no ocultan su frustración ante la lentitud del cambio que les prometió.
Según una encuesta reciente realizada para la radio pública NPR, la presencia de Obama no parece ayudar a los demócratas en las contiendas más disputadas. En 58 de los 86 distritos más reñidos, los republicanos les aventajan 47 por ciento contra el 44 por ciento, mientras el nueve por ciento se manifiesta «indeciso».
La oposición, respaldada por el movimiento ultraconservador Tea Party, promete arrasar en los comicios. En declaraciones a la cadena CBS, el senador republicano Lindsey Graham, afirmó que el descontento popular se debe a que la reforma de salud, el plan de estímulo económico, la reforma financiera y el aumento del gasto fiscal «no eran lo que la gente esperaba de este dirigente».
La clave para los demócratas está en el entusiasmo que puedan generar para movilizar a su base. «Los demócratas perderán algunos escaños, pero no será lo suficiente para alterar el equilibrio del poder en el Congreso. No anticipo que pierdan el control de ninguna de las dos cámaras», adelantó Andrew Ramírez, vicepresidente del Instituto para una Nueva Política.
En detalle.- Ohio, el deseado. Obama recaló el pasado fin de semana, junto a su mujer, Michelle, en Ohio. Fue su onceavo viaje al estado desde que asumió el poder y el séptimo de este año. Sus visitas no son casualidad. Ohio es uno de los territorios clave para los comicios presidenciales de 2012 y también para los de noviembre.
