Se acaban de cumplir los 100 días desde la llegada de Miguel Arias Cañete al Ministerio de Agricultura, iniciando su segundo ciclo al frente del departamento. Cien días no son un tiempo para juzgar una etapa. Sin embargo, son un período suficiente para ver por dónde van a ir las cosas y para reflejar unas primeras sensaciones sobre el recorrido de esta legislatura.
Hasta la fecha, podemos decir que al Ministerio ha llegado un titular que ha puesto sobre la mesa un amplio programa para el desarrollo de la política agraria nacional y comunitaria. Sabemos que quiere acometer un amplio programa de reestructuración en lo que afecta a la dimensión de las explotaciones, aunque no sabemos exactamente cómo quiere afrontar el proceso. Ha indicado que elaborará una nueva ley de cooperativas para conseguir que funcione la integración de este tipo de entidades y la formación de grandes grupos, más que con uniones físicas, aunque también, con integraciones comerciales para tener un mayor peso en los mercados. Conocemos también el interés del ministro para potenciar el desarrollo de las organizaciones de productores y el funcionamiento efectivo de las entidades interprofesionales.
Arias Cañete quiere acelerar la ley de la cadena alimentaria para lograr un mayor equilibrio entre los intereses de todas las partes que participan en el proceso y donde el sector agrario es el mas perjudicado, junto con los industriales. Sabemos que quiere mantener el apoyo al desarrollo de las exportaciones agroalimentarias como motor de esa industria y salida para una parte muy importante de las producciones del sector, lo cual requerirá un acuerdo con Economía. También se pretende clarificar la representatividad agraria a efectos de interlocución sobre las cuestiones del sector y, cuando lo permitan los recursos y los pactos, quiere impulsar la política del agua desde el equilibrio entre los intereses de todas las actividades y regiones.
Desde su llegada, hemos visto a un Arias Cañete que, aunque con retraso, nombró un equipo desde abajo hacia arriba, sin figuras pero sin fisuras, muchos colaboradores de su etapa anterior y otros que repiten puestos de responsabilidad tras haberlos ocupado con los socialistas. En eso no le han dolido prendas para colocar en su entorno a personas de confianza y dejar fuera a otros con el carné del PP que esperaban tener un puesto por eso de que «han llegado los míos».
Tenemos un ministro que conoce el Ministerio y, sobre todo, el funcionamiento de la Administración, lo cual también es importante en un momento cuando suelen ser habitual los desembarcos de políticos por razones de cupo o de cuotas, sin mirar donde se ubican.
Durante estos 100 días, el titular de Agricultura, se puede decir, se ha reunido prácticamente con todas las siglas que se puedan citar del sector, desde las organizaciones nacionales hasta las más pequeñas sectoriales, sin dejar a un lado otras que oficialmente no existen para esa Administración.
Finalmente, en este tiempo se está cerrando un acuerdo con las autonomías para la elaboración de una propuestas de reforma de la Política Agrícola Común a defender en Bruselas, así como para marcar las líneas de actuación a la hora de su aplicación en España.
buenas relaciones. El sector cuenta pues con un ministro que, como se esperaba, conoce la dinámica comunitaria, tiene tablas para manejarse en Bruselas y que mantiene unas buenas relaciones, no solo con la Comisión y con el comisario, sino también con el resto de los países miembros.
En conjunto, se puede decir que hay un programa positivo y ambicioso, que hay un hombre que está totalmente abierto al diálogo y a recibir iniciativas de cada subsector, que hay un equipo y que, además se mueve como pez en el agua en Bruselas de cara a las importantes negociaciones que se avecinan. Bien.
Durante estos días, el sector agrario también ha sido el escenario de una propuesta de presupuestos para este año donde la aportación del Estado supone una reducción de un 31,2% que sería de un 19,9% si se tienen en cuenta una serie de ajustes como la ingeniería financiera.
Sea de una u otra forma, la realidad es que se trata de un importante ajuste en las aportaciones del Estado para desarrollar esa otra política nacional que se debe hacer como complemento a la aplicación de ayudas directas, los casi 5.500 millones, que supone la Política Agrícola Común. Estas cuentas responden a un periodo de crisis, pero, lo grave para el sector agrario es que los presupuestos de crisis se prolongan desde 2008. En consecuencia, en estos últimos 100 días se ha podido constatar que no hay un duro español para hacer política agraria y que nos hallamos ante un presupuesto de mantenimiento.
No hallamos igualmente ante un nuevo equipo que, más de lo esperado, está echando mano a la herencia recibida de los socialistas para justificarlo todo.
Agricultura sería hoy como una gran nube, que, sobre el papel, viene cargada de cosas positivas para el conjunto del sector desde el origen hasta el consumo, desde las comunidades autónomas hasta Bruselas. Sin embargo, se trata de una nube que debe comenzar a echar agua, aunque la lluvia no caiga a la vez y de golpe sobre todos los territorios o sectores.
En los últimos tiempos, ha habido muchas nubes que parecían cargadas de agua y que pasaron de largo por prados y secanos. Que parecían nubes de agua, de esperanza y, en realidad, eran solo de algodón…. Los agricultores y los ganaderos necesitan unas nubes de impacto que cambien el color del sector cuanto antes.
