Señora directora:
Segovia, te echo de menos.
Hoy te recuerdo con anhelo, en este día número no sé de confinamiento.
Dicen de ti que eres una ciudad castiza, pequeña y bonita.
También soy consciente de que mucha gente te conoce por… ¡Sí, es donde está el acueducto y se come cochinillo!, ¿no es así?
No voy a negarlo, es verdad. Aunque os diré una cosa, Segovia es eso y mucho más. Es un lugar familiar, donde los niños pueden jugar con libertad y sin peligro por San Millán.
Es ese sitio donde la gente sale a la calle. Sí, aunque haya dos grados bajo cero, para ir a tomarse el famoso aperitivo en la Plaza Mayor mientras admiramos, como si de una postal se tratara, la Catedral. Y, no es por nada, pero ¡el Alcázar es digno de cualquier película de cuento de Disney!
Tampoco quiero incidir demasiado en algo que es evidente, pero se come muy bien. Y, por favor, nuestras cervezas o vinos siempre van acompañas de un magnífico pincho.
En Segovia hace frío, decían… Bueno, hace algunos años te lo compraba, pero lo cierto es que ya ni eso y, de ser así, ¿acaso importa? Eso es porque no han visto cómo se tiñe de blanco cuando nieva o cómo a la mínima que asoma el sol (porque hay muchos días de sol) nos peleamos por un sitio en cualquier terraza, sin importar la estación.
Y sí, tampoco puedo negar que, en ocasiones preferiría que fuera llana y sus calles más anchas, por no hablar de los adoquines. Pero bueno, también forma parte de su belleza sentir que te quedas sin pulmón en cualquiera de sus cuestas o sin coche, a veces de manera literal, en cada una de sus estrechas callejuelas.
No hemos de olvidar que tiene su punto “actual” y es que, ¡tenemos un diablillo haciéndose un “selfie”! Que, dejando a un lado la polémica que esta estatuilla suscita, nos recuerda su leyenda, aunque he de confesar que soy más de creer que lo construyeron los romanos y no el propio diablo.
Por ello, os quiero recordar que hay que mirar más allá. Y que esta situación es muy triste y bella a la par. Pues es cierto que las calles están vacías, desoladas y abundan un sinfín de ambulancias que nos parten el alma.
Pero también os diré una cosa, tras las mascarillas, hay sonrisas de esas que son de verdad y sin ningún otro tipo de intencionalidad. Por no hablar de la gran generosidad que nos está caracterizando. Hay voluntarios, nietos que ayudan a sus abuelos, gente que te pasea al perro, ¡hasta los vecinos son nuestros nuevos amigos!
Hay que asumirlo, son tiempos en los que vivimos la realidad a través de una pantalla, pero ni una caña. Con el cien por cien de comunicación, pero cero aproximación. Y, con todos los datos, pero ningún contacto.
Como decía Paulo Coelho: “Cuando menos lo esperamos, la vida nos coloca delante un desafío que pone a prueba nuestro coraje y nuestra voluntad de cambio”.
El COVID-19 es nuestro gran desafío y debemos superarlo como una gran ciudad.
Volveremos.
Belén López Fernández
