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Abreviaturas

por Redacción
3 de agosto de 2019
ALBERTO MARTIN BARO
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Nunca me han gustado las abreviaturas, a pesar de que en mi etapa de editor de diccionarios tuve que usarlas. Pero en mis escritos procuro evitarlas, aunque comprendo que son un modo de economizar espacio al escribir.

Tengo en contra de las abreviaturas, ante todo, su falta de claridad y su frecuente ambigüedad. En los medios de comunicación se suele dar por supuesto que el lector, oyente o telespectador está al tanto de lo que significan siglas, una forma de abreviación, que por lo general no se desarrollan. La mayoría de los no versados en estos conocimientos se verían en un serio apuro si tuvieran que precisar el significado de siglas tan comunes como ONU, OTAN, UNICEF y UNESCO, más allá de saber que son organismos de las Naciones Unidas.

¿Usted, querido lector, sería capaz así, a bote pronto, de decir qué significa el acrónimo TIC? ¿O de desglosar de dónde se forma este otro acrónimo “sonar”? Para no incurrir en el defecto que yo achaco a otros, aclararé que TIC es la sigla con la que se abrevia la expresión “tecnología de la información y la comunicación”. Y ”sonar” es un vocablo formado por la combinación de letras iniciales de las siguientes palabras inglesas: “so(und) n(avigation) a(nd) r(anging)”.

Es posible que tampoco sepa el común de los lectores en qué se diferencian sigla y acrónimos, que no son sinónimos. Pues, bien, el acrónimo es una sigla que puede pronunciarse como una palabra. Y se suele poner como ejemplo “ovni”, objeto volador no identificado”. Todos los acrónimos son siglas, pero no todas las siglas son acrónimos. Hay siglas impronunciables, que por lo tanto es necesario deletrear: FBI, “efe be i”.

Si usted se encuentra en un diccionario las abreviaturas m. y f. ante la definición de una palabra, no tiene por qué conocer que el sustantivo que sigue es del género masculino o femenino.

Y hablando de género gramatical no me resisto a referirme al otro género, hoy mucho más en boga, como sustituto o ampliación de sexo. De un tiempo a esta parte todos tenemos que saber lo que significa la sigla LGBTI, a riesgo de ser tachados de anticuados anclados en la distinción de dos sexos, masculino y femenino, hombre y mujer.

Esta sigla comenzó siendo LGBT, o sea, lesbianas, gays, bisexuales y transexuales. Pero se alzaron protestas de quienes no se consideraban representados por ninguna de estas categorías y se propuso ampliar la sigla con las letras I, intersexual, o sea que presenta conjuntamente caracteres sexuales masculinos y femeninos, Q, queer, de género no definido, y A, asexual.

A poco que estemos familiarizados con la historia de la antigua Grecia, sabremos que el término lesbianas proviene de Lesbos, donde ya hubo mujeres atraídas sexual o afectivamente por otras mujeres. Y aunque no se llamaran gays, la predilección de varones griegos y romanos por efebos está asimismo atestiguada al menos desde aquellos tiempos. Otras variantes de la ”identidad de género” son más recientes, o al menos han salido a la luz en tiempos modernos. A mis años no sé si asistiré a la ampliación de la sigla LGBTIQA hasta completar todo el alfabeto.

Volviendo a mis objeciones a las abreviaturas, otro inconveniente que presentan es la multiplicidad de sus posibles variantes. ¿Cómo abreviar “teléfono”, tel., tlfo., tfno., teléf.? ¿Y “plaza”, pl,, plza., pza.? ¿Y “calle”, c., cl., c/?

El uso de los mensajes y del whatsapp en los móviles nos ha llevado de manera inconsciente a utilizar abreviaciones que vienen a constituir códigos de comunicación no siempre comprensibles por todos los usuarios. A la vez, suprimimos signos, como los iniciales de interrogación y exclamación, por la dificultad de pasar a otro teclado. Y ya no digo puntos y comas, tildes o mayúsculas, que se están convirtiendo en un lujo superfluo.

En el lenguaje coloquial y en el uso cotidiano del habla, se nos pegan acortamientos de palabras y expresiones que adoptamos por pereza o por no desentonar del medio que nos rodea.

Los niños dejan de ir al cole cuando les dan las vacas. Y no solo ellos, cuando piden algo, lo hacen por fa. Nuestra mujer hace mucho que no va a la peluquería, sino a la pelu. Y todos, con más o menos adicción, vemos la tele. Las palabras o expresiones acortadas pasan a sustituir a los vocablos originales, así cinema desbancó a cinematógrafo y cine a cinema. Hoy, apenas se dice película, sino peli. Y deseamos “buen finde” en vez de buen fin de semana y buen día en vez de buenos días.

Me comenta una amiga que regenta un comercio que la respuesta del proveedor “está hecho el pedido”, dicha con rapidez puede convertirse en “tachoelpedido”.
Contestar a una pregunta por whatsapp con “De acuerdo” o incluso “Vale” se reemplaza por el más breve “Ok”, aprovechando la capacidad del inglés para la brevedad y concisión en el habla y en la escritura.

Animado por tanta economía de palabras, yo también me decido a acortar y terminar este artículo. Que tengan ustedes un buen finde.

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