Terminado el ‘sacacuartos’ de la primera fase, los octavos de final se plantaban con toda la emoción, la tensión de la Copa de Europa de antaño y la posibilidad de disfrutar del mejor fútbol del continente en el mejor formato posible. Y a la primera… agua. Siete de los ocho partidos de la ida de octavos resultaron meros trámites hacia la vuelta, donde se resolverá todo, y solo hubo un partido serio, el que disputaron Arsenal y Barcelona en Londres. Como quiera que la UEFA ha decidido estirar hasta la náusea (motivos recaudatorios, seguro) los octavos de final y repartirlos por el calendario, la resaca de lo sucedido en el Emirates queda lejos… Pero es la única resaca futbolística que queda. El resto de partidos, por falta de intensidad, por falta de contundencia del favorito, por falta de ambición de unos y de aptitudes de otros, por tantas y tantas faltas, fueron muy deslucidos.
La nota positiva, al menos para el fútbol español, fue el empate a domicilio del Real Madrid. Tiene enfrente a un rival que solo le exige en lo físico, y que sobrevive en lo futbolístico con lo que pueda hacer Gourcuff en un momento determinado. Y, pese a semejante superioridad, se trae un 1-1 pleno de conformismo. Seis años sin catar cuartos son demasiados. La lectura positiva: al comienzo del partido del Bernabéu, el Real Madrid está clasificado.
El Valencia pecó de inoperancia y falta de oficio. Tuvo enfrente a un Schalke paupérrimo, que terminó con un 37% de posesión y 21 faltas cometidas… pero que contaba con Raúl, que sigue cazando goles en la lejanía y convirtió en silencio los pitos que le fue dedicando Mestalla. La lectura negativa: al comienzo del partido del Veltins Arena, el Valencia está eliminado del torneo.
Del empate útil al peligroso, y del peligroso a la derrota: el Barcelona probó en Londres una medicina muy similar a la que fabrica. El Arsenal, uno de los pocos clubes de Europa que puede discutirle el esférico y la exquisitez en su trato, logró un triunfo precioso, con remontada incluida, sobre el campeón español. Cesc y Wilshere, dos futbolistas que perfectamente podrían incorporarse mañana mismo al entramado ‘culé’ sin merma en el fútbol propuesto, lideraron a los ‘gunners’. Al Barça le toca reivindicarse en el Camp Nou el próximo 8 de marzo.
De entre los duelos descafeinados, se llevó la palma, por desilusionante, el Inter-Bayern. En la reedición de la última final, ni unos ni otros ofrecieron un espectáculo digno. Hubo demasiado respeto -línea básica de esta primera entrega de octavos- y miedo a la derrota. El Bayern aprovechó un regalo para tomar ventaja y cobrarse una ‘vendetta’ menor apenas unos meses después.
De la negligencia ofensiva del United y el Marsella, a la falta de competencia que halló el Chelsea en Dinamarca, pasando por dos sorpresas en Italia: el inoperante Milan dejándose media vida ante el Tottenham y, ante todo, el bombazo ucraniano que el Shakhtar puso en Roma con el 2-3 que podría dar con los huesos del club de Donetsk en cuartos de final. El habitual esquema serio de Lucescu cuenta ahora con la inspiradora anarquía de un puñado de brasileños (Jadson, Costa, Luiz Adriano…) que le dan brillo. Los ‘petrodólares’ hacen que los milagros sean menos.
