La reforma de la Política Agrícola Común constituye, ahora, una de las principales preocupaciones del sector agrario en un momento en el que las subvenciones suponen el 29% de las rentas de las explotaciones. Mientras en unos casos, cultivos como los herbáceos, el tabaco o el olivar, las ayudas superan ese porcentaje, en otros como la avicultura o el porcino son inexistentes.
Durante el último año, los debates sobre la próxima reforma de la PAC se han desarrollado, tanto en el seno del Parlamento Europeo como en los consejos de los ministros de Agricultura e, igualmente, en negociaciones de los diferentes países con la propia Comisión. En esos debates se han producido avances, pero todas las partes han coincidido en la imposibilidad de avanzar en la definición y su aplicación si antes no se conocía el marco financiero para la ejecución de la misma.
Como se esperaba, en un contexto de crisis, los jefes de Estado y de Gobierno llegaron a un acuerdo sobre el marco financiero plurianual para el período 2014-2020, en un momento especialmente delicado por los ajustes que se imponen en toda la UE. Hubo acuerdo y, como no podía ser de otra manera, los presupuestos sufrieron un recorte de algo más del 9% al pasar los mismos de 1.055.000 millones de euros a 960.000 millones para ese período.
En lo que afecta a los recursos para el sector agrario, con una casi total falta de información inicial sobre los resultados de la cumbre, cooperativas y varias organizaciones se lanzaron en tromba contra los resultados de la misma. Hoy es el día cuando hay algunos fondos importantes con los de innovación e investigación o ayudas para compensar los efectos de la globalización, que no tienen aún una ubicación exacta. En esta situación, Agricultura aportó unos datos que, se supone, han sido debidamente contrastados con la Comisión y que pueden llevar la tranquilidad al sector.
Los recursos para la aplicación de la PAC han sido, en los últimos meses, motivo para la confrontación y la polémica. Fruto de esa situación, a la hora de justificar el resultado de las negociaciones, el Ministerio de Agricultura hizo una comparación de los mismos con la propuesta inicial de la Comisión, con la sucesivas apuestas del presidente del Consejo y también con el mandato negociador que habían dado al ministro las comunidades autónomas. Además, se hizo una presentación de los resultados en una mezcla de millones en moneda constante, incluida la inflación, y en moneda corriente, que solamente han contribuido a sumar más confusión sobre una situación ya escasamente transparente.
Compromisos. Al final, tras los acuerdos donde se fijaron las disponibilidades financieras, lo realmente importante de cara al sector agrario es si hay y habrá fondos para hacer frente a los actuales compromisos. Y, la respuesta, según las cifras oficiales, es que España mantiene e incluso aumenta los recursos si se compara con la media de ayudas recibidas en los siete años precedentes. Según los datos manejados por Agricultura, el volumen de recursos para la PAC en el período de 2014- 2020 será de 298.410 millones de euros en moneda corriente, un 3,2% menos, que los 308.175 de los años anteriores. Respecto a los fondos para desarrollo rural, esos recursos bajan un 0,9% al pasar en toda la UE de 96.440millones a 95.578.
En el caso de España, y sin contar los efectos de la inflación, se pasaría de 35.414 millones de euros a 35.700 en las ayudas directas, un 0,8% más, mientras en desarrollo rural iría de 8.053 a 8.291, un 3% más.
En conjunto, con todas estas cifras oficiales se espera que para los próximos años, en concreto hasta 2020, haya una estabilidad en las subvenciones. Dicho de otra manera, eso supone asegurar los pagos totales al mismo nivel que había la última campaña. Pero, también significa que se trata de unas ayudas congeladas frente al incremento del coste de la vida. Desde esta perspectiva, tienen razón quienes señalan que el acuerdo supone un deterioro de las ayudas en el entorno de un 14% si se mantiene los actuales niveles de inflación. Pero, también es cierto que en los pagos la PAC los mismos se han mantenido siempre fijos desde su concesión inicial, y que nunca se aplicaron subidas por la inflación.
Mantener los niveles. Tal como están las cosas en el conjunto de la Unión Europea, mantener los mismos niveles de recursos para pagos directos, para mundo rural, a los que se suman otros 600 millones para ayudas al funcionamiento de los mercados, se puede considerar como un dato positivo. La PAC no ha salido mal parada. Las ayudas suponen una especie de colchón de seguridad para que el sector agrario ponga a su vez en marcha otros mecanismos para mejorar ese otro 72% restante de sus rentas que no deben llegar por la vía de la eficiencia productiva o el ahorro en los costes de producción.
A partir de aquí, toca iniciar la fase final de la propuesta de reforma de acuerdo con una política de flexibilidad que ha dado Bruselas a cada Estado a partir del sobre nacional asignado. La reforma comienza ahora para pagar los mismos volúmenes globales de ayuda, pero con diferentes criterios de asignación, pasar de pagos históricos a ayudas por hectárea. Y, a pesar de las recomendaciones de la Comisión para que esos apoyos se vayan acercando hasta que todas sean iguales en una región o un país, Agricultura quiere que no haya apenas cambios en el destino de los mismos. Quienes cobraban mucho, perderán una parte muy pequeña y los que se hallaban en la parte más baja mejorarán un poco sus ingresos. La mayor parte seguirán como estaban. Quienes no recibían nada, se mantendrán también igual.
