El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, aprovechó ayer otro de los actos poco más que protocolarios de la Presidencia de turno europea para practicar su tan tradicional y hasta hace no mucho exitosa estrategia de mezclar la grandilocuencia con el optimismo y, a través de propuestas tan vagas como irreprochables, planteó un inalcanzable programa de actuaciones para reforzar el papel de la UE durante el recién comenzado semestre.
Ante poco más de un tercio de los diputados de la Eurocámara, que ni siquiera se mostraron demasiado entusiastas y apenas aplaudieron en un par de ocasiones, el líder socialista comenzó haciendo una convencional referencia a la necesidad de solidaridad con Haití que no recogió promesas, y mucho menos cifras.
Tras la obligada referencia a la catástrofe de país caribeño, el inquilino de Moncloa abordó las líneas maestras de su visión de lo que debe ser el futuro del Viejo Continente, que resumió en tres aspectos fundamentales.
En primer lugar, Zapatero reclamó «un gran pacto social europeo entre trabajadores y empresarios» del que no dio detalle alguno más allá de presumir de que, como adalid de más de 20 acuerdos de naturaleza similar en España, está perfectamente capacitado para liderar un proceso de tal naturaleza en el ámbito continental.
No menos a voluntarismo descabellado sonó su segunda pretensión, consistente en «la necesidad de elaborar una estrategia para los próximos 10 años que devuelva el tono vital a la economía europea». Por supuesto, tras el rapapolvo alemán, el jefe del Ejecutivo español no se atrevió a hablar abiertamente de sanciones a los países que sean incapaces de seguir el ritmo que marque bruselas, pero sí recalcó que tal estrategia debería estar regida por una gobernanza «seria y exigente».
El tercer aspecto destacado por Zapatero fue la apuesta «decidida» por el coche eléctrico, una idea que gusta bastante en la Eurocámara pese a que nada han hecho los legisladores comunitarios para vencer la numantina resistencia de las multinacionales del automóvil y del petróleo. Sin tampoco concretar lo más mínimo, Zapatero sugirió la necesidad «de trazar a nivel de la Unión un plan» para desarrollar este tipo de vehículo no contaminante. A continuación, el jefe del PSOE apartó un poco más sus pies de la realidad al plantear la creación en el ámbito europeo de «un mercado interior digital» que permitirá, según explicó, facilitar la creación de contenidos y proteger la propiedad intelectual, al tiempo que servirá de impulso a las nuevas tecnologías de la sociedad de la información.
Como colofón, el leonés hizo un encendido alegato en pro de la ciudadanía y los derechos sociales de los europeos, con especial incidencia en la igualdad entre hombres y mujeres, que le permitió cosechar unos pocos aplausos de la Eurocámara.
