Aunque el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, consiguió ayer aplazar hasta el día 17 su comparecencia en el Congreso para explicar a la oposición
-y a toda la sociedad española- sus propuestas para revertir la pésima situación económica, el jefe del Ejecutivo tuvo que enfrentarse a un trance similar en el Senado, donde al margen de limitarse, sin asomo de autocrítica, a defender todas y cada una de sus iniciativas, volvió a comprometer un buen pellizco de dinero público para ampliar medio año más el programa de ayudas a los desempleados sin cobertura La medida, de la que podrán beneficiarse otros 200.000 parados, garantiza el cobro de 426 euros mensuales.
Tras sacarse ese nuevo, y caro, conejo de la chistera, que supondrá al erario público un desembolso extra de más de 500 millones y que en nada contribuirá a paliar el astronómico déficit, el inquilino de Moncloa convirtió sus intervenciones en una cerrada defensa de su trabajo y negó, contra toda evidencia, haber dado bandazo alguno en sus políticas monetarias durante las últimas semanas.
Tales aseveraciones fueron contestadas con énfasis por un PP líderado por su portavoz en la Cámara Alta, Pío García Escudero, quien, en lo que representa solo el primer asalto de un combate que se anticipa muy duro, acusó al socialista de dejar el país en «caída libre tras someterlo a la improvisación y al caos».
Después de una semana polémica a cuenta de la propuesta luego matizada de reforma de las pensiones y el desplome de la Bolsa como reflejo de las dudas internacionales sobre la solvencia del país, Zapatero intentó una vez más refugiarse en su tradicional optimismo voluntarista.
De ahí que prometiera, por enésima vez, que el Gobierno «seguirá trabajando para buscar la recuperación, cambiar el modelo productivo y seguir garantizando la cohesión social». En ese contexto, anunció la mencionada prolongación del Programa Temporal de Protección por Desempleo e Inserción.
Como colofón, el socialista insistió en restar importancia a los vaivenes de la Bolsa, que achacó al ajuste que, en su opinión, debía registrar forzosamente tras haber subido en 2009 mucho más que en otros países.
En franco contraste, frente al idealismo del jefe del Ejecutivo, el popular García Escudero no ahorró adjetivos a la hora de reprochar el tenebroso panorama económico. «Se acabó la fiesta, señor Zapatero», le espetó en referencia a los seis años «de juerga» en los que el PSOE ha «dilapidado la «mejor herencia» que nunca recibió un presidente español y que llegó de las manos de José María Aznar.
Ahora, la situación la definen una serie de datos «terroríficos» de paro y un Ejecutivo «que da bandazos como pollo sin cabeza» y que tiene en el «desconcierto», la «improvisación», el «caos» y la «torpeza» sus rasgos definitorios.
Al margen de la batalla entre los dos partidos mayoritarios, la sesión también permitió comprobar cómo Zapatero volverá a echarse en manos de los nacionalistas para garantizarse los votos que le permitan prolongar su agonía política hasta el final de la legislatura.
Así, tras agradecer la «positiva» propuesta de CiU para alcanzar un pacto de Estado contra la crisis, el socialista adelantó la «plena disposición al diálogo» del Gobierno para llegar a acuerdos.
Despidos a la medida
El líder del PP, Mariano Rajoy, aportó ayer una nueva propuesta para concretar la reforma del mercado laboral y se mostró partidario de crear un nuevo contrato con una indemnización por despido que vaya aumentando de forma progresiva en función de los años trabajados. Según explicó el conservador, a los cuatro, cinco o seis años, llegaría a los 33 días por año trabajado, «pero antes no».
Tras señalar que la actual regulación laboral es un «verdadero drama» y el «problema capital de la economía española», el jefe de Génova aseguró que «las cosas se pueden y se deben hacer de otra manera».
Además, Rajoy rechazó una vez más la idea de subir impuestos y, bien al contrario, apostó por bajadas selectivas a las pequeñas empresas y los autónomos.
También, de modo acorde con su filosofía tradicional, el popular consideró «tremendo» aumentar el gasto y la deuda pública y admitió que, muy a su pesar, la desconfianza que genera la solvencia del Estado español es «muy grande» tanto en el ámbito doméstico como en el resto de Europa. No obstante, criticó con dureza al ministro de Fomento, José Blanco, al que afeó sus palabras del fin de semana acusando al mundo financiero de aliarse contra España. «Es absurdo ver conspiraciones judeo-masónicas», le espetó.
