El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, a quien incluso los mismos dirigentes de CiU que posibilitaron la aprobación del Plan de Ajuste consideran un «cadáver político», continuó ayer dando unas bocanadas que bien podrían ser premonitorias de su pronta salida de Moncloa.
Así, mientras el socialista se comparaba con la alpinista Edurne Pasabán, a quien entregó un premio por sus logros en la montaña, y aseguraba en una nueva constatación de que cada día está más atrincherado en Moncloa que «cuanto más duras parecen las cosas, más fortaleza parece nacer en nosotros», el PSOE fijaba a propuesta del Ejecutivo que el Debate sobre el estado de la Nación se celebrará en el Congreso para los días 14 y 15 de julio.
Las fechas elegidas para la que será la vigésimo primera cita de tales características fueron de inmediato criticadas por la portavoz del Grupo Parlamentario popular, Soraya Sáenz de Santamaría, quien consideró que el Gobierno solo pretende «diluir» la repercusión del debate, retrasándolo lo máximo posible y relegándolo a una época veraniega en la que su trascendencia ciudadana será mínima.
A juicio de la conservadora, el máximo dirigente de la formación de Ferraz se siente de antemano como el «perdedor» de la convocatoria y trata de que «su soledad y debilidad extremas puedan pasar desapercibidas».
Tras la decisión de ayer, la actividad parlamentaria para junio y julio va a quedar muy cargada, con un calendario «estratosférico», en palabras de la compañera de Mariano Rajoy, quien insistió en la «sorpresa» que les ha ocasionado conocer la propuesta del Gobierno para el debate.
La vallisoletana explicó que la comparecencia explicatoria del semestre de la Presidencia de turno de la UE a cargo de Zapatero tendrá lugar con toda probabilidad en las últimas semanas de junio y después, ya en julio, el socialista comparecerá ante el Parlamento de Bruselas para hacer balance del mandato español.
«con el bañador puesto». Así pues, semejante calendario es, a juicio de la dirigente conservadora, puramente «tactista» y esconde la pretensión del Gobierno de «diluir» el debate de política general. «El presidente trata de manejar los tiempos, pero no se da cuenta de que hace tiempo que se le ha acabado el tiempo y el crédito», subrayó Sáenz de Santamaría.
Bastante similares fueron las críticas vertidas por el diputado de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares, quien consideró que el inquilino de Moncloa ha buscado «las fechas que más le benefician» para tratar de coger «distraídos» a los ciudadanos, «con el bañador» puesto, aunque quiso dejar claro que tal pretensión, en el actual contexto de crisis económica, no se cumplirá.
«Por mucho que el Gobierno busque fechas marginales o de agosticidad, al final la confrontación está servida», comentó el izquierdista.
Llamazares también afirmó que las quejas de los partidos de la oposición son un «debate melancólico» porque, aunque él también deseaba que el debate tuviera lugar en el período ordinario de sesiones, «las cosas son así».
Tal apreciación fue compartida por su compañero de grupo parlamentario y secretario general de Esquerra Republicana de Cataluña, Joan Ridao, quien dijo no tener nada que comentar sobre las fechas, que se han visto condicionadas por la Presidencia española de la UE. «Es lo que hay», remarcó con aire de resignación.
Por su parte, el portavoz socialista en la Cámara Baja, José Antonio Alonso, definió como «estrambótica» la posición del PP, recordando que España lidera la Unión Europea, un mandato que llega hasta el 30 de junio, y del que hay que dar cuenta en el Parlamento Europeo y en las Cortes. A su juicio, los populares «tienen ganas de enredar», pero, añadió, «el 14 y el 15 de julio son días óptimos».
