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Zamarramala, pueblo, arrabal y barrio

por José María Martín Sánchez
6 de octubre de 2022
en Tribuna
JOSE MARIA MARTIN DEPORTES
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Recogido del texto ‘Segovia y sus Mil Pueblos’ (1) Zamarramala fue conocida a través de los tiempos como: Camarramala, año 1294 (libro del Cabildo Catedral); Zamarramala, año 1428 y Zamarra mala, La Mesta siglo XV. De su significado nos quedamos con esta determinación del autor del libro anteriormente citado: ‘No es duda para nadie que Zamarramala se sitúa sobre un roquedo de piedra caliza que se puede observar sin dificultad; en la zona podemos encontrar (parajes), como La Muela, Peña Grajera, El Peñigoso o Peñas Labradas’.

Otro de los lugares del hoy barrio de la ciudad fue la Ermita Pinilla. A Zamarramala pueblo pertenecían los parajes de El Vivero, Molino de los Señores, La Pilarcita (fábrica de harinas), Barranco y Arroyo de la Pellejera, Altos del Parral, Los Lavaderos, Abrigo del Molino y abrigo de San Lázaro… (Informe Técnico de la JCYL de 2015).

Siempre ha sido contemplado Zamarramala como un barrio de la ciudad. Desde la Plaza Mayor de la capital al ‘estrado’ donde ‘el pelele’ se quema en la fiesta de las águedas, apenas hay dos mil metros. Y, desde siempre que yo recuerde, alto era el número de zamarriegos/as que cruzando el ‘valle’ de San Marcos, acudían a trabajar. Sin olvidar, para nada, que también hacían el recorrido quienes, jóvenes aún, llegaban a los institutos a completar los estudios de secundaria o/y a la ‘Normal’.

Después, ya llegados a la ciudad, en el Bar Rubi, c/Escuderos, el más antiguo de que los en Segovia quedan abiertos y propiedad, entonces, de un vecino del referido pueblo, los/las andariegos/as se quitaban el calzado lleno de polvo y calzaban otros zapatos. Andrés, su propietario, fue colaborador necesario a lo largo de muchísimos años.

También digo que Zamarramala siempre ha tenido hornos de pan, cuyo producto vendían también en el barrio de San Marcos, Ventas y ventorros ubicados en la carretera de Arévalo a su paso desde La Fuencisla y en la ciudad; contaba con varias carnicerías, destacaban con pequeños y buenos melones (los ‘escritos’), que llegaban a los mercados de la ciudad tras pasar por el siempre ‘engorroso’ fielato situado en San Marcos…

Y, por si su actividad agrícola, ganadera y comercial, no fuera suficiente, su gente, sus hombres y mujeres, fueron ‘guardianes’ del Alcázar. Ellas, con méritos más que suficientes, celebran una fiesta, Santa Águeda, que ha trascendido a buena parte del planeta. En torno a ella el lugar lo han visitado miles de personas y su fiesta es multinacional.

A lo largo de siglos han sabido mantener la identidad de un pueblo trabajador, emprendedor y entusiasta al que se llega por una zigzagueante carretera. La misma que ayer fue camino polvoriento, donde  mi abuela paterna Fidencia, con la cesta de la compra en la mano, encontró la muerte atropellada por un ciclista a ‘lomos’ de su destartalada bicicleta. Año 1946.

La llegada del agua por vez primera a la población se produjo en 1771, cuando se construyó la fuente de la Plaza, siendo la segunda en 1863, en la que se gastaron más de 100.000 reales porque los conductos se anegaron y tardaron años en reanudar el servicio. Mientras, los burros que sostenían las aguaderas sobre sus lomos, eran los encargados de transportar el agua desde El Pilón de la Fuencisla, u otras fuentes. Fue un trabajo ímprobo que realizaron a lo largo de años.

De y sobre su iglesia digo. Después de mucho rogar y pedir, en 1624 mantuvieron una reunión los vecinos del entonces arrabal, también el Comendador de la Vera Cruz y párroco, así como los maestros de albañilería y asesores Gabriel de Paradinas y Juan Tejedor, llegando al acuerdo de que Alejo Herrero y Frutos de Espirdo, se obligaban a hacer la iglesia que mantendría su advocación a Santa María Magdalena. A Pedro de Brizuela le encargaron las trazas. La obra, presupuesto de 100 ducados, debería estar concluida en tres años, pero…

Fallece Alejo Herrero sin haber terminado. La construcción es pregonada de nuevo. Se queda Hernando de la Fuente con ella. Se compromete a acabar la obra previo pago de 4.500 reales. Su compromiso queda cumplido el 29/9/1629.

Puedo añadir, y lo hago, que si el viajero busca un mirador majestuoso para observar la ciudad, no tendrá otro igual como el que ‘cae’ a pocos metros de la ermita de San Roque ¡incomparable!

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(1) José Mª Martín Mesa, Ed. Derviche, Segovia 2019

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