La tradición nunca puede estar reñida con la modernidad y, si bien la puesta en escena del día grande de la celebración de Santa Águeda en Zamarramala permanece inmutable desde hace prácticamente ocho siglos -con pequeños cambios como la introducción de los reconocimientos en 1969 para impulsar la fiesta, declarada de Interés Turístico Nacional-, el fondo ha evolucionado con la propia sociedad.
Atrás quedan los años donde las mujeres tomaban el bastón de mando por unos días, hoy relegado a un acto simbólico por el imparable aumento de poder del género femenino. No se puede afirmar que la igualdad sea un hecho, ni mucho menos, pero sí que el camino se está recorriendo y ya no hay marcha atrás.
Buena muestra de esto fue el ‘pelele’ quemado por las Alcaldesas de 2020, Mónica Martín Gil y Yolanda Cubero Otero, donde la desigualdad compartía espacio y relevancia con la violencia, la injusticia, la intolerancia o la guerra, problemas que siguen vigentes en el siglo XXI y que necesitan la unión de hombres y mujeres para ser erradicados.
La periodista Nieves Herrero, Matahombres de Oro 2020, lo definió como “una pelea conjunta para que haya futuro, mujeres y hombres unidos contra el maltrato y el abuso. Por eso pedimos a Santa Águeda que nos dé fuerza para combatir las injusticias y valor para señalar a los cobardes”. Con el premio en la mano, un alfiler dorado clavado en un pequeño tronco de madera, aseguró que pincharía “con la palabra a todos los que no se dan cuenta de que el mundo ha cambiado”.
Tras una exitosa carrera en los medios de comunicación “dedicada a rescatar y dar notoriedad y visibilidad a todas las mujeres, como a Pilar de Valderrama, la Guiomar de Antonio Machado”, Nieves Herrero aprovechó la ocasión para recordar a las mujeres de su vida, desde su madre y hermana hasta sus hijas, presentes en la plaza de las Alcaldesas, a las que pidió, como integrantes de las nuevas generaciones, continuar la lucha por la igualdad real y efectiva, ya que “todavía queda mucho por hacer”.
Del mismo modo, rememoró su interés por la fiesta “desde que era pequeña, siempre me ha llamado mucho la atención que en Zamarramala las mujeres tomaran el mando por unos días”, para terminar con unos versos de Machado y una cita de Marie Curie: “nadie puede construir un mundo mejor sin mejorar a las personas”.
De la procesión a la tajada
La fiesta, pregonada por la ilustradora Mónica Carretero, mantuvo la estructura que cada año atrae la curiosidad de centenares de visitantes. El juego de banderas añade una de las notas más vistosas a los ya de por sí coloridos trajes de aguederas que las zamarriegas agitan en sus bailes ante la imponente vista del Alcázar, rememorando el día de 1227 en que se distrajo a los sarracenos para permitir la reconquista de la fortaleza por los segovianos.
La procesión, con la imagen de Santa Águeda cargada por las mujeres, y los bailes de las Alcaldesas dieron paso a la misa, previa a los reconocimientos. Los nombramientos de Aguederas Honorarias e Perpetuas recayeron en Gina Aguiar, Noemí Otero, Carmele Anabitarte y María Isabel Gallegos, así como en Elisabet y Débora Velasco Otero, Alcaldesas de 2019.
Además, el premio de Ome Bueno y Leal fue para el ginecólogo Ignacio Bermejo -“los profesionales que nos encargamos de la maternidad hemos aprendido que las protagonistas son las mujeres, con el mismo espíritu de esta fiesta”, aseguró-, quien no dudó en resaltar la figura de su mujer.
En su pregón, Mónica Carretero evocó sus recuerdos de infancia de Zamarramala “con sus vistas, la magia de la Vera Cruz y las carreras por vuestros campos” antes de poner en valor el papel de las mujeres, “que estamos a todo”, y en concreto de las zamarriegas que ayudaron a reconquistar el Alcázar. “Qué listas, que valerosas, menudas mujeres fuertes. No necesitaron ningún caballo de Troya gracias a su audacia, su gracia, sus bailes y su valentía”, relató.
“Cómo somos las mujeres de fuertes, completas y valerosas -exclamó la ilustradora- y cómo os queremos a vosotros, hombres buenos. En esta vida estamos todos juntos y tenemos que enseñar a nuestros hijos e hijas a amar bien y a saber ser bien amados”, sentenció Carretero antes de concluir con los clásicos vivas y hurras.
La quema del ‘pelele’, con las aguederas bailando en corro a su alrededor, la actuación del grupo de danzas Emperador Teodosio y la degustación de la popular tajada pusieron el broche a una fiesta que se acerca a los 800 años con la firme propuesta de mirar siempre al frente para reclamar no solo la igualdad, sino el fin de todos los males que dañan la sociedad.
