Sin ninguna duda, además. Para la final del Campeonato del Mundo de hoy, Cristóbal y yo vamos con Messi. No soy muy de mitos, más allá de los Beatles y José Eulogio Gárate, mi primer ídolo, pero creo que el fútbol le debe un Mundial a Messi. La frase no es mía, por si alguien no la había oído antes.
Un tipo que ha estado diecisiete años continuamente al nivel más alto en un negocio tan exigente debe ser considerado el mejor jugador no ya del mundo, sino de la historia. Básicamente, porque nadie se ha acercado a algo así. Y este jugador debe de tener un Mundial en su palmarés. Por lo civil, o por lo militar. Así que, si hay que sobornar al árbitro, por una vez en la historia del deporte (sin dudar de la buena fe de don Raimundo Saporta en su tiempo), que se le soborne.
Mbappé puede impedírselo, pero este chico ya ha ganado un Mundial y si a los 23 años tuviera dos, al madridismo se le desmontaría el argumento aquel que empezó a propagar tras el fichaje frustrado de este jugador, de que para ser el mejor futbolista del mundo hay que ganar títulos. Por eso, supongo que el madridismo, fiel a su objetividad y valores, también irá con Messi.
También voy con Argentina por una cuestión de amistades, de historia, de idioma y hasta de cholismo, mal que me pese por Griezmann. En un Mundial tan atípico, tan feo, tan polémico, del que no se deberían de olvidar sus incoherencias e injusticias; en un Mundial al que el progresismo debería renunciar pero no lo hace (en coherencia, aquí sí, con las contradicciones de su líder en nuestro país), estaría muy bien que, por lo menos, fuera un Mundial recordado por algo tan bueno como hacer justicia, aunque solo sea deportiva, al mejor jugador de la historia del fútbol.
