La Segoviana fue durante una hora un equipo salvado, sintiendo el aroma de su primera permanencia por encima de Tercera División. Cuando el árbitro pitó el final, el marcador de La Albuera exigía frotarse los ojos para entender cómo el penúltimo, arrollado por momentos, había remontado un partido imposible. Sucedió: el cuadro azulgrana perdió su segundo encuentro en siete jornadas bajo la dirección de Ramsés Gil y el modesto club asturiano, que juega en un campo tan estrecho que tiene el apelativo de futbolín, acaba la jornada a un punto de la permanencia. El tropiezo deja a la Segoviana undécima, todavía con cuatro puntos de ventaja sobre el descenso y la promoción a falta de seis por jugar. El escenario sigue siendo favorable, pero habrá que terminar la tarea ante el Palencia, quinto, y el Coruxo, sexto.
Todo empezó como una tarde más de vino y rosas para un equipo que tenía el agua al cuello a principios de marzo. Rubén y Dani Arribas presumen de su recién estrenada paternidad, el Regional Juvenil presentaba su título de liga –solamente valdría el ascenso en el complicado escenario en que el primer equipo mantuviera la categoría en División de Honor– y la grada mostraba un ambiente de grandes tardes. Con esos mimbres, cualquier guionista habría escrito lo que siguió a continuación: un gol en el segundo minuto de partido.
Salió con los dientes afilados la Segoviana, presionando el saque de centro del Llanera, que se vio achicando los primeros rechaces. Sin tiempo para situarse, el cuadro asturiano no sacó la pelota de su retaguardia y dejó que Rafa Llorente levantara la cabeza: graso error. El canterano del Real Madrid asistió con un pase picado a Conde, que se desmarcó con tino hacia el punto de penalti, recortó al portero y embocó a puerta vacía.
En las cuentas del Llanera, que llegaba penúltimo, el empate tenía un valor muy escaso. El comienzo solamente sirvió para aumentar sus urgencias, pero no sus medios para resolverlas, con tacones sin destinatario como el que intentó Omar o las intervenciones de Romaric, un delantero potente en distancias largas, pero romo en el juego corto. Así las cosas, el duelo era un ejercicio de supervivencia para los asturianos.
El diabólico ritmo de los locales solo se frenó con un pelotazo accidental de Carmona en la nuca de Mansour. Fue una anécdota, porque el cuadro azulgrana siguió apretando, con Rafa Llorente, el jugador más desequilibrante del último mes, caracoleando con demasiada libertad y asociándose con Borrego, un dueto que bordeó la melodía definitiva, la del pase de la muerte. No luce el Llanera en la salida, lo que permitió a Conde y Szymanowski exhibir su calidad con espacios.
El segundo gol local debía ser cuestión de tiempo. La mejor ocasión la gestó Szymanowski con un pase tenso que cortó en horizontal la defensa asturiana y que no encontró a Borrego en el segundo palo, con Mapisa ya batido. El salmantino disfrutó de otra transición, aprovechando el desmarque del argentino para tomar el carril central y enganchar un tiro con rosca que se marchó cruzado. Conde también lo intentó con un tiro seco que repelió el portero, que también desvió como pudo una falta de Rubén. El Llanera estaba sufriendo y Crespo concedía un córner tras un centro sin mordiente de Borao. En cuanto el equipo de Ramsés subía revoluciones, su rival se defendía como gato panza arriba, concediendo amarillas como las de Pape y Pantiga, agarrando por la espalda al rival.
Con todo, la Segoviana se marchaba con un marcador corto para sus méritos. Y el fútbol, ese deporte de detalles, no tiene memoria. El cuadro local salió algo fallón –no ayudó que Conde, tocado durante la semana, dejara el partido– y que la Llanera, algo más lejos de la lona, adelantara líneas. En esas, un balón suelto en la retaguardia tras un centro de Fernández que no supieron gestionar Rubén y Javi Marcos terminó en un balón suelto que remachó Vity en el punto de penalti. De la nada, 1-1.
La grada más numerosa del curso (1.812 espectadores), que hervía por momentos en el primer tiempo, acusó el golpe, pero reaccionó. El Llanera volvió a creer y recuperó su apuesta inicial, la de las transiciones, ante una Segoviana que aceleró de nuevo, rabiosa, y empezó a provocar córners, con Mansour como faro. Cidoncha tuvo, como en la derrota ante el Leganés B, un balón delicioso en el corazón del área que, al igual que entonces, estrelló con el portero. Diez minutos después, le destino le dio una segunda oportunidad y no se atrevió a disparar.
La lógica clasificatoria decía que a nadie le valía el empate. La exigencia era del Llanera, pero las ocasiones llegaban, una tras otra, en su portería. Ramsés dio entrada a Gómez a diez minutos del final. La última opción de la Segoviana para ponerse por delante la tuvo Manu, que se negó a golpear de primeras y perdió el tren intentando asegurar el control. Segundos después, Romaric cabalgaba y asistía a Vity junto a la línea de fondo para que este, sin apenas opciones, sirviera un fuerte pase paralelo a la línea de gol, el típico que cualquier toque, en este caso el de Borao, envía al fondo de las mallas. De la nada, 1-2.
La Segoviana se descompuso y estuvo cerca de conceder el tercero, un regalo que no canjeó Romaric, mandando fuera un mano a mano con Carmona. El descuento fue un ejercicio de frustración para el cuadro azulgrana, que pudo empatar en un tiro a bocajarro de Gómez que salvó un defensa sobre la línea de gol. El resultado deja una certeza: adiós a cualquier delirio de grandeza de pelear por el ‘play off’. Una parte de la grada tuvo el feo gesto de grita “a Tercera” a un rival que optimizó sus escasos recursos y, a la postre, mereció los puntos La permanencia habrá que sudarla, al menos, siete días más.
