El Diablilló volvió a recorrer las calles de Sepúlveda. Al clamor del «¡Que viene! ¡Que viene!», la villa recuperó en la noche del miércoles, 23 de agosto, su tradicional fiesta por San Bartolomé, después de dos años de obligado parón a consecuencia de la pandemia.
Una multitud de gente, varios centenares, se congregaron en la Plaza de España, con la iluminación municipal totalmente apagada desde las 22.00 horas, para ver cómo El Diablillo aparecía tras una hoguera y bajaba las escaleras de la iglesia románica de San Bartolomé para abrise paso ‘a escobazos’.
Una acontecimiento único, convertido en rito, que cuenta con la distinción de ‘Manifestación tradicional de Interés Cultural Provincial’, un reconocimiento que promueve el Instituto de la Cultura Tradicional ‘Manuel González Herrero’ y que garantiza el apoyo institucional a aquellas manifestaciones tradicionales cuyo contenido tenga un marcado acento cultural.
Este evento fue el prólogo a las fiestas de los ‘Santos Toros’, en una jornada en la que al mediodía hubo cabezudos, acompañados de dulzaina y tamboril; sesión musical a cargo de DJ Garlim, organizada con motivo del 15º aniversario de la Peña ‘Los recortadores’; charanga con ‘La Nota’, de Peñafiel, por la Asociación de Peñas de la villa; y limonada finalizado el recorrido de El Diablillo, elaborada por ‘Las Incas’.
El origen de El Diablillo
El origen de este ritual está en las historias de San Bartolomé, quien según cuenta la tradición oral y escrita, estando predicando en la India fue requerido por el rey Polimio, cuya hija estaba endemoniada y atacaba a mordiscos a todos aquellos que se acercaban a ella. La princesa habría quedado curada cuando San Bartolomé pidió a los criados del rey que la desataran, siendo entonces el diablo quien quedó preso por el santo.
En Sepúlveda se extendió la creencia popular de que cada 23 de agosto San Bartolomé libera al diablo durante un tiempo y este corretea por el pueblo, dando escobazos a cuantos se encuentran en su camino y desatando la juerga entre los vecinos, hasta que el santo vuelve a atraparlo en la iglesia que lleva su nombre.
