No me refiero a que vaya a iniciarse una nueva sesión, puesto que lo clausuró el Papa Francisco, de bendita memoria, hace ahora un año. Ni tampoco a que haya grandes novedades sobre los acuerdos a los que se llegó en el Documento Final que el Papa dio por bueno, sin enmiendas ni apostillas, lo que escandalizó a los de siempre que son más papistas que Francisco.
Viene a cuento porque esta semana el Secretariado de Apostolado Seglar ha organizado tres jornadas que tratan de recuperar lo más valioso de aquel acontecimiento de Iglesia. En las tres Jornadas, a pesar de la lluvia y el viento del jueves, el salón de actos de la Casa de Espiritualidad estaba hasta arriba.
Al hablar del Sínodo he recordado un artículo que publiqué hace dos años, cuando se iniciaba la penúltima de las sesiones del Sínodo. Explicaba que la palabra sínodo procede del griego y es la unión de dos vocablos: “Sin” que significa juntos y “odos” que significa camino. Así que un sínodo es un encuentro para caminar juntos. También comentaba que, aunque la sinodalidad está en los orígenes de la Iglesia, es el Concilio Vaticano II el que la rescató del olvido con su eclesiología de la colegialidad.
Quizás una de las novedades más llamativas del desarrollo de este sínodo, además de que se ha consultado a todo el Pueblo de Dios, es la forma de trabajo en las sesiones. Este método se ha denominado Conversaciones en el Espíritu y consiste en que, divididos en pequeños grupos, se comienza con un rato de oración y silencio antes de que cada uno de los miembros del grupo responda a la pregunta durante dos minutos. No se puede interrumpir ni interpelar y, cuando todos han intervenido, se hace otro momento de silencio orante para valorar cada aportación. En la siguiente ronda de opiniones, uno no puede volver a decir lo que ya ha dicho, sino que tiene que recoger alguna de las ideas que lo otros han expresado. Eso supone escuchar y valorar lo que otro ha dicho. Tras otro momento de silencio orante, se retoman las propuestas que han encontrado más eco para que el grupo elabore un documento de consenso. ¡Qué bien les vendría este método a nuestros parlamentarios!
En la primera de las Jornadas intervino Dª Eva Fernández, presidenta de la Acción Católica General y afirmó que “la sinodalidad no es una estrategia sino la forma elegida por Dios para revelarse” y que las claves para desarrollar esta forma de entender la Iglesia parten de que somos Pueblo de Dios, una idea rescatada también por el Concilio Vaticano II. Cada parroquia tiene que ser casa y familia y, por tanto, tarea compartida en la que todos tienen algo que decir y algo que aportar. Y, advirtió, “los laicos debemos asumir el compromiso social a la luz de la Doctrina social de la Iglesia”.
En la segunda jornada intervino D. Luis Argüello, Arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal. Recalcó que el mayor desafío que tenemos es hacer cristianos. Y ese hacer cristianos “lo harán los laicos o no se hará”. Entiende el arzobispo que “salimos de una época que ha durado quince siglos en la que iglesia y sociedad estaban empastadas, para bien y para mal, y cuyo reflejo más notorio era la presencia en todos los lugares, incluso en el más remoto, de una iglesia y un sacerdote. Pero eso se ha acabado”. Ahora hay que organizarse para la misión. Los equipos parroquiales ya no puede ser solo equipos que organizan la vida parroquial, tienen que ser equipos misioneros que salgan a la calle para anunciar la alegría del Evangelio.
En la tercera jornada, D. Jesús desarrollo una idea del Papa Francisco en la que hablaba de que en la Iglesia caben todos. Francisco dividía ese todos en “muchos, algunos, uno”. El “muchos”, explicó D. Jesús, se refiere a todos los bautizados, no solo los que son afines o practican la fe. Esos muchos son la gente alejada de la práctica religiosa pero que siguen ahí. Hace falta contagiarles el entusiasmo de la fe y renunciar a hacerlo nos convierte en “un grupo sectario y autoreferencial”. Con “algunos”, se refiere a quienes ya están integrados en la vida parroquial. También ellos necesitan volver a escuchar la llamada para salir de la rutina e iniciar un camino de conversión. El “uno”, hace referencia a quien tiene el servicio de la unidad, el que es referente y ha de tomar decisiones en nombre de todos desde la fidelidad al Evangelio.
D. Jesús finalmente nos invitó a reflexionar en cada parroquia, consejo o grupo desde tres preguntas: ¿Para quién soy yo?; ¿Cómo no anunciar el Evangelio? Y ¿Qué quieres que haga por ti?
Las Jornadas han dejado una buena impresión. En el artículo que mencionaba al principio, decía, y perdón por la autocita, que “es la recuperación de un estilo esperanzador de ser Iglesia porque se trata de integrar en su estructura a todo el Pueblo de Dios y a dejar de identificar Iglesia con Jerarquía.
