Estamos ante un excelente trabajo, se mire por donde se mire, ‘¡Viva!’ es un espectáculo de teatro de objetos redondo. Un documento necesario.
Lo que nos muestran Daniel Olmos y Elisa Peyron nos toca, nos deleita, nos atrapa. Nos interesa.
Todo comienza en el año 1936 en España, con el golpe de estado atestado a la II República. Empieza la guerra civil que tanto sufrimiento causó a nuestro país. ‘¡Viva!’ cuenta el drama de un país, España, dividido en dos bandos, y cómo ese drama nacional afectó a la familia de los abuelos de Daniel: Pepe y María.
Cuando la violencia es la norma todo se tiñe de rojo, y las personas sangran o hacen sangrar. El trauma del abuelo, que se salvó, gracias a la intervención del cura, de ser asesinado en ‘El paseíllo’ por los fascistas franquistas, se cuela en su casa y lo padece su mujer, que abnegada y paciente oculta el maltrato creyendo así proteger a sus hijos, a sí misma y al propio maltratador. En una España en la que el silencio era norma, el secreto bien guardado de la familia lo descubre un día por azar el nieto: Daniel. Además, como es abogado, investiga y revuelve en los archivos, se entera por fin. Añadimos que un día quedó fascinado con el teatro de objetos y se puso a aprenderlo. Así que crea e interpreta, junto a su compañera de vida y trabajo -la estupenda actriz Elisa Peyron- este mapa escénico. La gracia y el genio los acompaña. Es muy loable como a partir de esta tragedia y sin disfrazarla, crean un espectáculo suave, liviano, y hasta divertido en algunos momentos. Los objetos hacen de trasmisores y descargadores. Muy bien elegidos, funcionan como metáfora, y crean la distancia suficiente para poder transitar por la tragedia familiar e histórica sin desgarro, catalizando la carga emocional y haciéndola más simbólica.

No se trata de olvidar, sino de colocar el recuerdo de nuestros antepasados en un altar viviente: el escritorio, los lápices de colores, los cajones, el celo, los posits, el sacapuntas, la grapadora, la alfombra… Objetos que configuran el lenguaje escénico de ‘la Loquace compagnie’ y sus dos componentes: Elisa Peyron y Daniel Olmos. Por si esto fuera poco añaden otro plano al montaje, mostrándose a sí mismo en el proceso de crear, en su cotidianidad. Siempre he pensado que el amor y la creación comparten la misma cerradura, y viéndoles a ellos trabajando y actuando juntos se confirma. Las transiciones entre la historia de los abuelos y ellos en el presente suceden livianas como una pluma, y caminamos junto a ellos como si nos llevaran de paseo una tarde de primavera. Durante la caminata vemos viendo aspectos de su relación en la vida real, esa que no está ni en el recuerdo ni en la imaginación, esa que sucede en el presente absoluto: sus desacuerdos, su diferente manera de ser y hacer, la manera distinta de comunicarse con los espectadores. Los imaginamos en el taller pasando de sus cosas a la historia de sus abuelos, y viceversa, mientras trastean con los objetos, juegan, improvisan, y eligen, escriben, se divierten o se pelean, y de todo ello nace la escritura de ‘¡Viva!’. Te conmueves y luego ríes, estás sobrecogido y también disfrutas. Todo tiene apariencia de sencillo, pero sabemos que detrás hay un enorme trabajo. Se trate de revitalizar el presente conociendo el pasado y mostrarlo a través del arte del teatro de objetos.
Cuando en un espectáculo de teatro nada sobra ni nada falta. Cuando el tiempo escénico es ajustado y preciso. Cuando las transiciones son imperceptibles. Cuando pasado y presente se contienen. Cuando llegan los nietos que quieren conocer y contar la historia secreta de la familia. Cuando el miedo se transforma en valor. El silencio en acción. Cuando lo mínimo es más. Cuando todo eso sucede estamos de enhorabuena. Así es que: ¡Enhorabuena a ‘La Loquace Compagnie!’
