- Puerta de San Ciprián. Tarjeta postal. José Thomas Buigas, editor.
A esta puerta, la más sencilla de las tres que se han mantenido hasta nuestros días en el recinto amurallado de Segovia, le ha causado problemas un nombre que casi nadie entiende. En esta postal aparece como Puerta de San Ciprián y otros la llamaron Puerta de Sanchidrián, nombre tenido por más castellano, mientras que en el diccionario de Madoz leemos San Cirvián. Hoy todos las llaman de San Cebrián, denominación arcaica que evolucionó a San Ciprián y luego a San Cipriano. El viejo nombre sería el del santo al que se había dedicado una ermita que debió haber en las cercanías, pero de la que ya no queda resto alguno.

- Juan Espina y Capó. Segovia. Muralla y Puerta de San Cebrián. Xilografía. 1888.
El siglo XIX impulsó las plantaciones de árboles en Segovia con tal acierto que los escritores, a la hora de describir, dudaban si dirigir sus elogios a las piedras o a la vegetación. Quadrado, en su libro Recuerdos y bellezas de España, 1864, se acercaba así hacia la Puerta de San Cebrián: «Sigue el muro por el norte, encaramado sobre musgosas peñas y ceñido de gentiles álamos, con tan buen efecto si se le contempla por fuera, desde abajo por entre la arboleda, como si por dentro desde una altura se ven destacar sus dentados adarves sobre un fondo de verdor. De este género es la perspectiva que a la salida de la Puerta de San Cebrián, revocada en parte, por desgracia, ofrece blanqueando sobre una sencilla cruz de piedra, costeada en 1580 por unos devotos consortes».

- Edgar T. A. Wigram. Cromolitografía. Nothern Spain. Arco de San Esteban. 1906.
Quizá porque no se hizo con el nombre o porque observó que las puertas de la muralla segoviana recibían el de una iglesia cercana, este viajero inglés bautizó como Puerta de San Esteban a la de San Cebrián, de la que escribía en su libro Northern Spain, publicado en 1906: «La puerta de San Esteban está un poco alejada de la iglesia, y como la vecina puerta de Santiago tiene un singular aire morisco. Este sitio parece diseñado para un desfile histórico. Su valor estriba en el escenario donde se encuentra. Desde el convento de Sta. Cruz, abajo de la puerta, Torquemada influyó en la reina Isabel, fue su genio malo, el demonio que hizo que la intención de ella se transformara en maldita».

- Timbre PRO SEGOVIA, sin fecha.
En este timbre de 10 cts, resellado como «Timbre Municipal habilitado 25 ptas», se estamparon varios motivos, todos, suponemos, reconocidos como símbolos por los segovianos. En el centro, dentro de un rombo, la iglesia de San Andrés sobre los jardines de La Merced; y a los lados, en cuatro triángulos, cuatro motivos representativos de Segovia: el escudo de la ciudad sostenido por un águila, el alcázar, la iglesia de San Lorenzo y la Puerta de San Cebrián vista desde el exterior, con el gran cubo que la flanquea por el lado derecho y la cruz sobre la roca que le da un carácter singular.

- Reginald Pollock. Rincón. Tinta. 1951.
Los norteamericanos Reginald y Hanna Pollock, su esposa, estuvieron en el Curso de Pintura de Paisaje de Segovia el año 1951 y ambos dibujaron espacios de la ciudad con tinta china, técnica que se avenía bien con su estilo, alejado del realismo que dominaba la pintura española y próximo al expresionismo que se estaba imponiendo en USA. No era el suyo el expresionismo abstracto del otro Pollock, el innovador, sino el expresionismo figurativo que se alejaba de la realidad pero sin abandonarla del todo. Obra importante, lo suficientemente vanguardista como para que aquí llamara la atención e influyera en algunos jóvenes asistentes a esos cursos, como fueron Agustín Albalat, José Beulas, Lucio Muñoz…, renovadores de la pintura española contemporánea. Obra reconocible: la Puerta de San Cebrián vista desde el interior.

- Rogelio Vizcaíno. Puerta de San Cebrián. Aguafuerte. 1955.
Hay quien ha escrito que los españoles estamos, desde Altamira, ligados al realismo. Y al realismo estaba ligado Rogelio P. Vizcaíno, autor de este ex libris estampado para Fernando Rivero de Andrea el año 1955. El paisaje español, de naturaleza o urbano, ha seguido fuertemente aferrado al complejo del parecido. La diferencia entre lo que aquí se llevaba y lo que fuera se estaba haciendo resulta evidente comparando esta estampa con el dibujo del interior de la puerta que hizo el norteamericano Reginald Pollock.

- Leocadio Melchor. Puerta de San Cebrián. Óleo. 1956.
El artista vino al Curso de Pintura de Paisaje que se celebraba en Segovia cada mes de agosto. Algo más de un siglo antes, también en agosto, se habían acercado tropas carlistas mandadas por Zariategui. La facción contaba con unos 3.500 hombres y se apoderó de los arrabales, desde donde hacía un fuego horroroso a los defensores de la muralla. A las diez y media de la mañana se prepararon al asalto y dos batallones protegidos por aquel fuego arrimaron escalas a la muralla por varios puntos, siendo la cortina de San Cebrián defendida por un corto número de nacionales, la asaltada en primer lugar. Los facciosos entraron en Segovia y la saquearon a placer. El agosto que vio Leocadio Melchor no fue el de la guerra carlista sino el de un día luminoso.

- Anónimo. Puerta de San Cebrián. Óleo. Sin fecha. En venta en Todo Colección.
Tuvieron los segovianos dos sencillos pasatiempos con los que se embromaban. Era uno hacer creer que la estatua de San Frutos situada en la puerta de la catedral con un libro de hierro en la mano pasaba una página en el momento justo de la medianoche del día 25 de octubre. Y era el otro decir algunos que veían una estrella cada vez que subían o bajaban a la Virgen de la Fuencisla de su santuario a la catedral pasando bajo el arco de San Cebrián por la calle llamada «de la Estrella». Hoy no se mantiene ninguna de las dos bromas: un alcalde descreído cambió el nombre de la calle para dedicarla al Doctor Velasco y un forastero introdujo la costumbre de pasar una página en un gran libro de papel. Los de aquí o los de fuera hacen añicos nuestras tradiciones y nosotros aplaudimos.

- José María Pérez de Cossío. Puerta de San Cebrián. Óleo. 1982.
Han sido pocos los autores que escribieron sobre esta puerta y quienes lo hicieron sólo le dedicaron textos breves. Así Ramón Ayerra, en su novela Los terroristas, publicada en 1981, un año antes de que se pintara el cuadro: «Al final del Paseo del Obispo, abajo a la derecha, se deja la puerta de San Cebrián, con su boquita pequeña, como si en vez de puerta de muralla se tratara de una gatera». En el óleo, trabajado con formas no muy concretas, a partir de líneas que parecen huir y de coloraciones sobrias, grises y blancas, el espacio parece no querer encontrar otro límite que el del soporte.

10.- Antonio Moragón. Puerta de San Cebrián. Dibujo. 1984.
Moragón dibujó esta puerta en 1984 y escribió sobre ella en 1995: «La puerta de San Cebrián otea de soslayo el valle del Eresma, y, del sector norte de la muralla, lo más antiguo posiblemente. La construcción responde a una línea más bien austera, sencilla en la composición: un alto paredón donde descubre un arco de medio punto que, conforme a la costumbre, sustituiría a una puerta anterior, pues el aspecto que luce actualmente se debe a las reformas llevadas a cabo en los siglos XVII y XVIII y a las recientes obras de consolidación y revoco». Su dibujo, cual el de un romántico, embellece la ruina.

- Carlos Costa. Puerta de San Cebrián.
Para unas pequeñas guías de distribución gratuita, el Patronato Provincial de Turismo de Segovia encargó a Carlos Costa el diseño de sus portadas y el artista hizo unas acuarelas cuidadas, aunque pudiera dar la impresión de que se habían dejado caer. La que ilustra el folleto Intramuros II, editado en 1990, es una imagen muy sintética del arco de San Cebrián visto desde dentro de la ciudad, con la calle de la Estrella, nombre antiguo, que lo cruza. La arboleda del lado derecho ha quedado reducida a un solo árbol y más allá del vano no aparece la cruz.

- Juan Ignacio Davía. Puerta de San Cebrián. Ceras. 1996.
“Tengo pocas imágenes de la Puerta de San Cebrián”, le dije. Y él me pasó ésta tan dolorida. La acompañó con unos versos que Juan José Llovet publicó en La Esfera el año 1927:
Arcos de San Cebrián y de Santiago / bajo vosotros entra / en la ciudad atávica y yacente, / la vida de la aldea: / el tílburi saltando de algún médico; / el carro de la renta / que al marqués, libertino, descuidado, / le llenará de oro la panera, / el clérigo rural, el estudiante / que no terminó su carrera, / la doncella que viene a buscar casa / porque ya no es doncella; / y los hombres de Hontoria y La Lastrilla, / que vienen a vender en el mercado / melones y sandías de la tierra.
Hoy son automóviles, regulados por un semáforo, los que utilizan la antigua calle de la Estrella.

- Luis Jesús Labrador. Puerta de San Cebrián. Acuarela.
Comparen esta vista con la xilografía de Juan Espina y Capó. La calle de la Estrella acababa en una escalera que se unía al paseo de Santa Lucía con el que la Junta de Caminos concluyó la obra empezada por los Amigos del País. Hoy apenas se aprecia lo difícil y costoso que fue realizar estas obras que permitían unir la ciudad, levantada sobre un abrupto peñón calizo, con los arrabales. La fina acuarela que otro amigo me ha enviado captó los desniveles del terreno sintetizados en el contrafuerte que hubo que construir para evitar derrumbes. Bonita acuarela que me hace pensar en Aureliano de Beruete: En ninguna ciudad española se da como en Segovia tan perfecto concierto entre la vieja piedra dorada y la hoja verde lozana. Llevo años sin ver a nadie utilizando esa escalera.

