Las calles de Egipto se han vuelto a llenar de gente en lo que muchos han llamado la segunda revolución, cuyo precedente directo fue la la Primavera Árabe de 2011. La violencia ha sido una constante en estas protestas callejeras, con centenares de muertos contabilizados por las autoridades. Sin embargo, el peligro ha sido aún mayor para para las mujeres, que han sufrido violentos ataques sexuales a manos de grupos de hombres, amparados en la masificación de las movilizaciones.
Para algunos se trata de una revolución, para otras se convierte en una horrible pesadilla: mientras la gente se manifiesta masivamente, sobre todo en la plaza Tahrir, el corazón de El Cairo, se producen cada vez más ataques sexuales públicos contra las mujeres. Muchos miran, pero apenas nadie actúa. Comienza con acoso verbal y en el peor de los casos termina con brutales violaciones.
Redes sociales como Twitter sirven como ventana para denunciar estos crueles ataques, en ellas se pueden leer mensajes de advertencia como: «Las mujeres deben evitar en lo posible la plaza Tahrir. Un único acompañante masculino no basta». «¿Saben lo que también merece su ira? Los ataques sexuales masivos y las violaciones mientras ustedes miran los bonitos fuegos artificiales en la plaza Tahrir. Despierten», tuiteaba una internauta egipcia indignada.
Diversos grupos de mujeres y activistas como los conocidos como Tahrir Bodyguards (los guardaespaldas de Tahrir) intentan organizar la defensa y patrullan vistiendo unos chalecos luminosos, en busca de mujeres que puedan necesitar ayuda.
En Egipto, la violencia sexual contra las mujeres forma parte de la vida cotidiana desde hace muchos años. Pero con el colapso del Estado policial en la Primavera Árabe de 2011, los autores, que suelen quedar impunes, perdieron los escrúpulos que les quedaban para llegar hasta el final. Los ataques cada vez son más brutales y la continua crisis del país empeora aún más toda esta situación.
La actuación de los hombres es siempre la misma: rodean a una mujer, la separan de sus acompañantes, le arrancan la ropa, la manosean y la empujan hasta un lugar aislado. Una víctima tuvo que ser incluso operada recientemente por graves heridas en sus genitales tras ser agredida.
El grupo defensor de los derechos humanos Human Rights Watch dio la voz de alarma a comienzos de julio: la violencia sexual contra las mujeres en Egipto adquirió dimensiones espantosas. Tras el inicio de las últimas protestas el 30 de junio, en unos días, más de 90 féminas fueron víctimas de ataques sexuales, en parte de máxima gravedad, en el marco de las manifestaciones, según informó la organización.
Realidad contra ficciónRIBajo el régimen de Hosni Mubarak ese tipo de ataques fueron tabú durante bastante tiempo. No obstante, una película del guionista egipcio Mohamed Diab, del año 2010, titulada El Cairo 678 arrojaba luz sobre la injusticia. La cinta contaba la historia de tres mujeres residentes en Egipto: Faisa, una joven que llevaba velo y que iba al trabajo cada día en el autobús 678, donde continuamente sufría el manoseo de hombres; Seba, una artista rica violada por una multitud de hombres tras un partido de fúbtol; y por ultimo Nely, cómica, la primera mujer que fue a los tribunales tras denunciar a un hombre por acaso sexual. Las tres protagonistas se unen y acaban ganando la batalla.
Pero en la vida real de las egipcias la victoria parece cada vez más lejana, como muestran casos como los test de virginidad con los que algunos médicos, mediante amenazas o con uso de la violencia, determinaban si las manifestantes eran aún vírgenes no.
El exjefe de los servicios secretos militares defendió esa práctica cínicamente, alegando que las mujeres estaban acampando juntas con hombres en la plaza Tahrir y para que después no pudieran decir que habían sido violadas por la Policía militar había que comprobar su virginidad. Ese hombre se llamaba Abdel Fattah al Sisi y es jefe del Ejército y el hombre más poderoso en el país del Nilo.
