El núcleo de Valsaín acoge en su entorno paisaje, naturaleza, historia, y múltiples connotaciones que están a la vista o se pueden ir descubriendo en sus continuas o alternativas visitas. Entre esas reseñas, el visitante que acude desde hace unas fechas al pueblo se puede sorprender gratamente con dos novedades decorativas y ornamentales: la recuperación del potro de herrar y la ubicación de un carro con una carga de leña. Dos elementos simbólicos, situados próximos en la confluencia principal, que una vez concluidos y restaurados pasarán a ser muestra representativa de la cultura y tradición local.
De su trabajo y laboriosidad se ha encargado un vecino, Ramón Rodríguez, jubilado de 66 años, que durante buena parte de su vida se ha dedicado a la ebanistería y la marquetería de forma profesional. Con voluntad y destreza ha ido emprendiendo con la colaboración de algún amigo, Parques Naturales y del municipio, la tarea de recuperar dos hitos que han formado parte de la cultura tradicional de Valsaín. Los dos trabajos hoy presentan un aspecto muy consolidado, “desde hace meses he ido empleando mis ratos en esta tarea”, indica Rodríguez, que señala que irá terminando la misma, “según me vaya dejando el tiempo”.
El monolito más avanzado es el carro de bueyes cargado de leña, “del que prácticamente faltan los últimos detalles”, añade. Durante estos días, ya despierta la admiración de algunos turistas, vecinos y caminantes. Se sitúa próximo a la carretera de entrada al pueblo, a unos metros de la peana de granito, ofreciendo una hermosa vista con el palacio Real de Valsaín de fondo. “El carro, la estructura principal, lo compré en Revenga”, afirma Ramón, que con cierta bisoñez, exhorta, “… anda que no habrá bajado pinos este”, para señalar que cuando se interesó por él, “estaba en el suelo, casi totalmente enmohecido”. Pero hoy su figura aparece renovada y sobria: “Le he restaurado por completo, en su estructura he incorporado y aprovechado las antiguas vigas de álamo negro, de cuando tiraron la vieja vivienda forestal situada en el cerro de Cabeza Gatos”, manifiesta. Así, hasta completar su total recuperación: “con los mozos o pies y los largueros, también de álamo negro; las ruedas con chapas, el eje interior y la cruceta, y la propia maquinaria o engranaje también la he reestructurado”, recuerda Rodríguez, quien aparte de la destreza aplicada en la madera ha incorporado numerosas piezas metálicas, “las clavijas o tiro de arrastre con argollas; las cadenas que sujetan los pinos de cuatro metros de longitud, donados por Parques Nacionales; todo ello sujeto a los anclajes del suelo sobre piedras y espárragos”, enumera con detalle.
Una zona que después se adecentará, y sobre la que además de quedar registradas en el carruaje las tres erres del nombre y apellidos de su autor (R.R.R. 2012), penderá una placa informativa, que ya está confeccionando Ramón, en la que se leerá la frase, “respeten las tradiciones”, transcribe.
Hay que añadir además, que para proteger toda la armadura y elementos del carro de leña, ha aplicado un barniz especial, así como a la madera un líquido xilófago. La protección, no se queda ahí, ya que los pies, el eje, los troncos y largueros llevan tiras metálicas para que el conjunto no sufra ningún tipo de agresión.
Unas referencias de tradición y cultura popular ligadas a la vida del pueblo, del trabajo que se desarrollaba con las mulas, bueyes, caballos o yeguas, que se vienen a sumar a otra muy próxima, localizada junto al parque de la plaza de Toros, una escultura dedicada a un oficio engendrado en las gentes de Valsaín y la sierra de Guadarrama, el de gabarrero.
El potro de herrar, el último en concluir.- El otro ornamento sobre el que trabaja Ramón Rodríguez es el potro de herrar. Un trabajo que va algo más retrasado. Lo podemos localizar en la acera frente al polideportivo municipal. Cuenta la memoria popular del pueblo que el antiguo potro de herrar de Valsaín se situaba en el lugar de El Rejil, “y no era de piedra, como el que estoy haciendo ahora, sino de madera”, precisa Ramón. Del conjunto de piedras, “cuatro las he buscado y los otros cuatro pilares se los donó al Ayuntamiento la familia Goyas”, indica el artesano. Las maderas que se incluyen en el mismo, las ha aportado también Parques Nacionales. La tarea la espera completar Ramón, “poco a poco. Ya tengo hecha la estructura superior o cubierta, que cuando están asentados los pilares y demás, con la ayuda de algún familiar o amigo, la subiremos a su lugar”. Ramón es un hombre comprometido con las costumbres y tradiciones del pueblo, que ha aportado su trabajo, sus materiales y la dedicación a sus convecinos. Y que en nuestra despedida, nos recuerda, lo mucho que le queda por contar. Hasta pronto.
