Aunque también toca el violín, quiere dejar claro que ella, “de formación” (y vocación) es violista. Cuando apenas tenía siete años, la segoviana Noelia Gómez González ya se introdujo en el mundo de la música. Por aquel entonces empezó a estudiar solfeo y no fue hasta los nueve años cuando convirtió un instrumento de cuerda frotada en su fiel compañero de vida. Desde entonces, la música le ha permitido disfrutar de otra de sus grandes pasiones: viajar y descubrir otras culturas.
“Cuando era pequeña, empecé en música como podría haber empezado en otra cosa, es a lo que te han apuntado tus padres”, afirma. En su caso, la música no marcó su camino hasta la adolescencia. Ahora, Segovia cuenta en su censo con una gran violista gracias, en parte, a la gente que se iba cruzando en el camino de Gómez y cuya forma de tocar le servía como fuente de inspiración.
Siempre le ha gustado recorrer el mundo. Esto es algo que descubrió con la música. “Viajar al extranjero me ha cambiado la vida y mi perspectiva sobre la música”, reconoce. Realizó su formación profesional en Segovia, Madrid, Estados Unidos y Alemania. Además, con su viola como principal equipaje, ha actuado en países de Europa, Asia, África y América. Incluso durante seis años fue catedrática en la Escuela de Música de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH), en México.
En Chiapas fundó y dirigió la orquesta de la universidad, y así confirmó que “las artes pueden ayudar a transformar el mundo y a sentirte útil”. De esta forma, compartió con el mundo el que es su motor: la música. A partir de ella, hace todo lo demás.
La segoviana no es de las que tienen como referente a grandes intérpretes que quizá queden un poco lejos. Se distancia de la fama y de la moda. Para ella, han sido ejemplo “personas muy concretas” de su círculo de trabajo que le han enseñado “a saber estar y a construir con mucha generosidad hacia los demás”, declara.
Desde 2018, es la coordinadora de actividades culturales de la Fundación Don Juan de Borbón de Segovia. Esto ocupa todo su tiempo. No obstante, deja un espacio para la viola: en ella permanece y a ella volverá. Mientras tanto, seguirá sintiéndose una “privilegiada” por contribuir al desarrollo de la cultura en “una ciudad muy musical”. En esto pone todo su talento, que no es poco.
