Luis Moro, uno de los artistas segovianos más internacionales, que reside en México desde hace más de tres años, vuelve en estos días a Segovia donde expone, en La Reja Art Gallery, en Fernández Ladreda, ‘Cartografía animal’, que se puede visitar hasta el próximo 20 de junio. Moro participó ayer en los encuentros digitales que organiza EL ADELANTADO, en una entrevista en la que habla sobre su obra, pero también sobre su preocupación por el planeta y la necesidad de admitir que los momentos de crisis son una oportunidad de cambio.
Hablamos con Luis Moro unas semanas después de su llegada a Segovia desde tierras mexicanas, y con una exposición que se puede ver hasta el 20 de junio en La Reja Art Gallery. ¿Qué tal? ¿Cómo va ese reencuentro con Segovia?
Muy bien, encantado de volver a Segovia en primavera, que parece que es cuando todo resurge; la gente en las calles, los títeres, los festivales…
Y dentro de esa actividad que resurge, la exposición que presenta en La Reja. Comentemos un poco qué podemos ver en esta ‘Cartografía animal’.
Lo que he traído es el trabajo que he hecho en México DF en el último año. Tuve un encargo de la Secretaría de Hacienda, que tiene varios museos y bibliotecas y querían que trabajase con algunas de sus ediciones; habían visto el bestiario del Dioscórides y otras ediciones, les encantó, y empecé a trabajar con el Códice Florentino, libros históricos de animales y plantas, y después fui evolucionando un poco hacia técnicas para mí menos probadas, como el collage, recortando, pintando encima…, que me dio una nueva base para evolucionar en mi trabajo. Había tocado muchos palos, el mundo de la escultura, del vidrio, el grabado, pintura…, pero no el tema del collage, que me ha interesado bastante, recortando revistas y dando otra profundidad a la obra.
Creo que también ha utilizado algunas técnicas digitales que ha introducido en lo que puede ser una pinturas más convencional…
Al hacer recortes de revistas me di cuenta de que tan interesante era el objeto en el que estaba trabajando, que tenía un relieve, como las páginas que iba recortando y en las que quedaban las siluetas de animales, que me di cuenta de que las podía digitalizar y utilizarlas en otro soporte. Ahí me dio mucho juego lo que es el positivo y el negativo, que siempre ha estado un poco presente en mi obra, por ejemplo en unas lámparas que hice en aluminio, que venían a su vez de unas obras en bronce; están ambas en los balcones de la galería, tanto el caballito de mar en bronce como el negativo, que por la noche queda iluminado. Es un poco el mismo juego pero con el papel, con el collage, que te permite mucha frescura.
Es curioso como un objeto con tantos siglos como el libro se puede conjugar con las nuevas tecnologías. El libro que es además una constante en su obra, porque ha trabajado bastante en el mundo editorial.
Yo creo que hay doce o catorce ediciones individuales, en el caso del Dioscórides por ejemplo combina Medicina y famacopea, con el excelente escritor Laguna, como decía Gamoneda estos días, en el encuentro Poesía y Música, en el que tuve ocasión de hablar con él. Y él decía que además de gran investigador y traductor es un extraordinario escritor y nunca se le ha puesto en el puesto que le corresponde. Gamoneda, que le citábamos en el Dioscórides en 1999 con su Libro de los Venenos y ahora he tenido oportunidad de coincidir con él, hablar al respecto, y me gustaría, si hay una reedición, meter algún fragmento, y él estaba encantado, con esa generosidad y grandeza que tiene.
Ya veo que al margen de la exposición ha tenido tiempo de disfrutar de la vida cultural de la ciudad.
Los encuentros de Poesía y Música han sido muy gratos. Es una de las cosas por las que vuelvo a Segovia, porque me he encontrado con títeres, con poesía, con el Festival de Música Diversa, de aquí a nada con las fiestas de Segovia… Y estos reencuentros con mi ciudad para mí son fundamentales porque, quizás en la lejanía, pero a Segovia la llevo dentro, la echo de menos y me da fuerzas saber que vengo un periodo al año y me encuentro con mi gente, con los amigos.
Es cierto que, aunque son ya más de tres años en México no ha dejado ni uno solo de venir a Segovia.
Ni un año sin volver y ni una noche sin soñar con Segovia. Es curioso que mis sueños tienen mucho que ver con la ciudad. He vivido en Roma, he pasado periodos en Francia, en Bélgica… pero no recuerdo sueños de Italia, son sueños de Segovia y mucho de la adolescencia. Me ha pasado siempre, tuve una época en la adolescencia, que es cuando te formas, se crea tu imaginario, tus sueños, y entre mis sueños siempre ha estado viajar, pero en mi mirada retrospectiva siempre ha estado Segovia. Yo, como Andrés Laguna, me considero un segoviano allá donde vaya, un segoviano por el mundo.
Como Segovia es una constante en su vida, hay, volviendo a la exposición, una constante en su obra, que es el mundo animal. Desde los grandes animales, como los caballos o los toros, al micromundo de los insectos… Un mundo el que ha investigado mucho y desde muy distintos puntos de vista, y que sigue muy presente en esta muestra.
También tiene mucho que ver con esa infancia, en la que yo jugaba con el microscopio, buscando alitas, pequeños artrópodos, restos de hojas… que miraba con la mirada de un biólogo, de hecho pensaba que iba a ir hacia ese mundo. Mi relación con el cinturón verde de la ciudad, pintando mis primeros paisajes…; también en el campo, que me llevaba mucho mi padre, a él le gustaba pescar y yo me entretenía cogiendo ranas, que luego llevaba a la bañera de mi casa, siempre estaba con bichos… Creo que es una vuelta al origen.