Wagonstill son más que vagones de tren rehabilitados. Son casas, hoteles, restaurantes o incluso estudios de grabación. Esta empresa ubicada en La Granja de San Ildefonso hace una década se dedica a obtener vagones de mercancías de los años ‘50 y ‘60 en subastas, reformarlos, acondicionarlos y darlos un nuevo uso y una nueva vida.
Su fundador, Miguel Huidobro, explica que la idea se le ocurrió en una consulta con su médico. “Yo estudié dirección hotelera y le dije que quería hacer algo de turismo rural y él me dijo que pensara en vagones de tren porque lo había visto no sé donde”, relata Huidobro, que no se lo pensó dos veces y se puso manos a la obra. Compró el primer vagón de tren en una subasta y lo empezó a restaurar. Visitó muchos Ayuntamientos para “pelear”, reconoce, y poder hacer un hotel pero no logró los permisos necesarios para llevarlo a cabo. Además, explica, “la inversión era muy costosa”.
Finalmente, con el primer vagón finalizado y sin poder materializar su idea inicial, lo puso a la venta y lo vendió. “Y así empezó todo”, reconoce Huidobro, quien apunta a que han vendido “una veintena” de ellos que se han convertido, principalmente, “en casas”. Cada uno de estos originales hogares, —de entre 25 y 35 metros cuadrados cada uno— tiene un precio superior a 42.000 euros.
“Yo pensaba que iba a ser un proyecto a raíz de la crisis económica, pero resulta que es más de capricho”, explica Huidobro.
A demanda
“Lo bueno de los vagones es que tienen ocho ventanas enfrentadas entre sí, con lo que la ventilación está muy bien. Las puertas correderas son muy grandes y solemos hacer terrazas voladizas”, explica el fundador de la empresa, quien se muestra orgulloso de que “los suelos, de pino flandes, son fantásticos y el techo es abovedado, lo que da mucho espacio visual”.
“Trabajamos a demanda. Hemos hecho muchas casas, algún bar, una sala de exposiciones, un restaurante…”, detalla Huidobro. “Lo que hacemos es restaurarlo todo. Las tablas rotas se quitan y se ponen nuevas, se saca el óxido, se arreglan las piezas y, cuando el vagón ya está como nuevo, empezamos a aislarlo térmicamente”, explica. Después es el momento de convertirlo en vivienda, o el uso que se pretenda, realizando la instalación eléctrica, la fontanería y los tabicados y acabados que les hayan solicitado.
Falta de vagones
El problema con el que se está encontrando ahora es que quedan pocos vagones de esa época, pero ha decidido volver a reinventarse. “Ese es un tema complicado”, reconoce, al tiempo que explica que tendrían que ir a por ello a países el este y “no compensa” porque el transporte hasta aquí es demasiado complicado y costoso. Así que, la opción que ha tomado es la de crearlos él mismo.
“Hemos empezado a crearlos de cero. Estamos construyendo el primer vagón para Mallorca. La caja y la estética exterior e interior es igual a la de un vagón real pero aligeramos mucho su peso”, apunta.
“Es verdad que pierde un poco ‘el rollo’ de la economía circular y el valor histórico de los vagones”, lamenta Huidobro “pero funcionalmente es mejor”.
El trabajo en el que están inmersos ahora es un hotel. “También nos pidieron un cine una vez, pero al final no salió adelante”, cuenta. “En Toledo acabamos de unir tres vagones para crear un tren para crear una casa para una madre y sus dos hijas”, explica el empresario que adelanta que “también estamos con un coche-restaurante lujoso para Qatar”.
Entre los próximos proyectos que llevará a cabo la empresa destacan una biblioteca, un spa o incluso un estudio de grabación que se ubicaría en Madrid, formado por cuatro vagones que lo completarían tres habitaciones una cocina y un gran salón para que lo puedan alquilar grupos de música.
