El Servicio de Urgencias ha sido la primerísima primera línea contra el Covid, con la misma incertidumbre de aquellos soldados franceses que salían de las trincheras en la Primera Guerra Mundial y no sabían si la nube que tenían ante sí era simple humo o gas mostaza. La estadística ilustra un estrés que los números solo pueden a intuir. En el periodo más trágico, del 14 de marzo al 3 de abril de 2020, los efectivos del servicio se desplomaron a la mitad como consecuencia de los contagios. Y con ese personal diezmado, tuvieron que hacer frente a un 179% más de ingresos que en el mismo periodo de 2019, según datos del servicio. Es decir, casi el triple. Ahí es nada.
Como punta del iceberg de una lucha ante un enemigo desconocido, el 25 de marzo hubo 63 ingresos, una cifra astronómica para una provincia que apenas supera los 150.000 habitantes. La situación mejora y el servicio, un indicador muy fiable para valorar la salud general del sistema, recupera una rutina similar a la de hace meses. Aquella vieja normalidad.
Una treintena de profesionales de Urgencias del Hospital General de Segovia aprovechó este jueves el Día Internacional de las Urgencias y Emergencias para reivindicar el “orgullo” de atender a los ciudadanos, relatar las heridas psicológicas del sector y demandar una especialidad de Medicina de Urgencias y Emergencias, una formación reglada que les dé mejores herramientas en su trabajo. El acto comenzó con un minuto de silencio: “Por las víctimas del Covid, también por nuestros compañeros enfermos y fallecidos. Siempre estaréis en nuestra memoria”.
Pablo Alonso Chacón, médico adjunto al servicio, leyó el manifiesto. “Ha sido un trabajo intenso en unas condiciones mejorables. Hemos tenido la colaboración de todo el hospital, pero como servicio de Urgencias nos hemos visto, sobre todo durante la primera ola, muy desbordados. Hemos trabajado 24 horas al día durante toda la pandemia y no hemos dejado de atender a ningún paciente en ningún momento, independientemente de su gravedad”.
Si Urgencias estornuda, el Hospital se constipa. Cualquier tendencia general en la atención hospitalaria se presentará antes en este servicio, un indicador inmejorable de lo que vendrá porque supone un primer acceso al engranaje sanitario. “Volvemos a tener prácticamente los mismos números que teníamos antes de la pandemia”, subraya el médico. Esta realidad da visos de esperanza a que todo el sistema recupere esa estabilidad perdida en fechas no muy lejanas.
Los datos de Segovia siguieron este jueves su buena evolución. Hay 10 personas ingresadas en planta en el complejo asistencial; la tercera provincia con menos, una situación que solo mejoran Ávila (8) y Soria (6). El número de pacientes ingresados en unidades de críticos es de 5, lo que supone una ocupación del 31% de las camas UCI para pacientes con Covid. La Junta notificó este jueves cuatro nuevas altas en la instalación segoviana, lo que eleva el total a 1931. El dato de fallecidos en el Hospital se mantuvo ayer en 369, sin ningún nuevo deceso. Castilla y León tiene 171 personas hospitalizadas (105 críticos) y una ocupación de UCI del 32%.
Urgencias ha atendido a pacientes de toda circunstancia, un reto mayúsculo. “Nuestra profesión nos encanta. Estamos encantados de atender a los pacientes, dentro y fuera de la pandemia. Nos hemos enfrentado a ella con las armas que teníamos, con muchas ganas y lo hemos hecho lo mejor que hemos podido”, señaló Alonso Chacón, que habló del desgaste “muy importante” en lo físico y lo mental. “La población es consciente de ello”.
El facultativo considera que los segovianos han pedido atención cuando ha sido necesaria. “La población ha hecho un uso muy correcto del servicio de Urgencias. La gente que venía estaba grave”. El cierre presencial de los centros de salud y las limitaciones de la atención telefónica han elevado la presión sobre este departamento. “A los pacientes hay que verlos y el teléfono llega hasta donde llega. Al cerrar los centros de salud, todo el mundo ha acudido a las Urgencias hospitalarias”. Por ello piden un refuerzo de la atención presencial en Primaria para descargarles de trabajo y que “la gente acuda donde tenga que acudir”.
El jefe del servicio, Luis José Gómez de Montes, matizó que el equipo humano del servicio de Urgencias -médicos, enfermeros, técnicos, celadores o personal de admisión-no ha llegado a estar desbordado pero sí “abrumado” al ser Segovia una de las provincias con mayor incidencia de contagios. “Es para sentirse orgullosos, en momentos teníamos al 50% de la plantilla en casa”.
«De compañera a compañera»
A la espera de nuevas herramientas, la realidad es que el personal de enfermería sigue formándose en Urgencias a la vieja usanza, “de compañera a compañera”, porque el trabajo urge y no hay tiempo que perder. “Hacemos la formación entre cursos que cada uno nos vamos buscando. Sí, lo compartimos entre todos, pero una formación reglada nos daría más estabilidad y la seguridad absoluta de que tienes todos los conocimientos”, subraya la supervisora de Urgencias, Esther García Gil.
Los servicios de Urgencias atendieron en 2019 a más de 24 millones de pacientes en toda España, dato al que hay que añadir otros siete millones del servicio de Emergencias, que no pudo sumarse al acto reivindicativo de este jueves. Esa primerísima línea de combate contra el coronavirus que mantuvo a duras penas el frente cuando todo eran carencias -pese a verse desbordada o abrumada- empieza a vivir tiempos mejores, de vieja normalidad. Un motivo de esperanza para el resto. Y un aviso. No hace tanto, apenas 429 días, que Urgencias ingresó a 63 personas en 24 horas. Un miércoles negro.
“Veníamos llorados de casa”
En los peores momentos de la pandemia, el personal del servicio de Urgencias hacía tres reuniones diarias: a las ocho de la mañana, a las tres de la tarde y a las diez de la noche, a la que solía incorporarse personal de otros estamentos. Tanto el jefe de Servicio, Luis José Gómez de Montes, como la supervisora de Urgencias, Esther García Gil, tenían un reto. “Intentábamos venir llorados de casa y aquí mantener el ánimo, costase lo que costase”.
Cada trabajador tenía su circunstancia. “Por más que nos guste nuestro trabajo, tenemos familia. Algunos estaban ingresados; algunos fallecieron y no pudimos acompañarles; alguna compañera falleció dentro de nuestro propio servicio”, explica Gómez de Montes. Un estrés con el que costó convivir. “Todo eso iba haciendo mella. Había que expresar los sentimientos, pero aquí veníamos a tratar a nuestros conciudadanos. Y fue un orgullo para nosotros”.
Ya a principios de 2021, la bibliografía internacional alertaba de las consecuencias de “la siguiente” epidemia para el personal sanitario, con sus fuerzas al límite. Una de las principales revistas de Emergencias anglosajonas habla del daño moral (moral injury). “Y lo estamos viendo. No nos hemos acabado de recuperar porque las vivencias en aquellas tres o cuatro semanas han sido trágicas. Nos cruzábamos con los pasillos, a veces con la mirada perdida, por lo que estábamos viendo. Esto era un desembarco constante. Si el que estabas viendo era malo, el siguiente era peor. Esa sensación de soledad que a veces hemos propiciado y de la que no estábamos nada orgullosos, pero había que proteger al resto”. Tras ese trago, el personal habla de una mayor sensación de orgullo y pertenencia.
Cuando empezó la pandemia, el número de bajas en la primera semana en el servicio se suplió a través de personal de enfermería de otras áreas, aprovechando, por ejemplo, que la actividad quirúrgica estaba suspendida. “Todos arrimamos el hombro e hicimos todo lo que pudimos y más. Pero eso también conllevó momentos delicados”, subraya Esther García.
La supervisora ahonda en los efectos psicológicos. “El personal de enfermería pasó momentos muy malos, no solo por sus compañeras o familiares, sino por los pacientes. Era desolador”. De alguna manera, pide un tiempo para recargar pilas. “Ya estamos volviendo a las cifras antes de la pandemia y no nos está dando tiempo a recuperarnos. Pero la gente está orgullosa del trabajo que hizo, y eso aporta un plus. Aunque tengas ahí un sentimiento que no se termina de curar”.
Piden formación específica en Urgencias
Los profesionales de Urgencias y Emergencias piden al Ministerio de Sanidad una formación específica que regule su especialidad, una reivindicación pendiente más de tres décadas después de la fundación de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES), en 1987. Hablan de una especialidad reconocida por más de 100 países en todo el mundo y lamentan que España sea uno de los únicos tres socios de la Unión Europea (junto a Chipre y Portugal) con esta tarea pendiente.
“El apoyo ciudadano ha puesto de manifiesto que esta exigencia se ha convertido en necesidad urgente y que el Ministerio de Sanidad debe atenderla a la mayor brevedad posible. Nuestro papel es clave para la población. La garantía de su seguridad depende de nuestra formación”, rezaba el manifiesto con el que el colectivo solicitó este jueves esta mejora. “El fin último es la atención al ciudadano, que es el principal beneficiado de nuestra formación”. El colectivo espera que el foco sobre la atención sanitaria convenza esta vez al Ministerio.
El jefe de servicio de Urgencias, Luis José Gómez de Montes, pide esa nueva figura “para mejorar todavía más la calidad de asistencia al ciudadano” y subrayó que es “una sinrazón” no disponer de una regulación, ya sea de ‘superspecialidad’ o como especialidad primaria. “Somos de natural crédulos, y son varios los ministros que nos han prometido que, esta vez sí, iban a hacer caso a las recomendaciones internacionales. Estamos seguros que la ministra, cuando acabe de respirar ante esta crisis, atenderá esta petición”.
Habla de una decisión efectiva más que presupuestaria. “No es más dinero, solo es reglar la formación que todos los que estamos aquí hemos hecho a través de otras especialidades. O a pedales, con másteres, estudios o rotaciones. Si está inventado…”.
