Para abandonar su vida de «pecado occidental», Daniel Fernández Aceña decidió emprender un viaje iniciático hacia la interpretación más rigorista del Islam que le llevó a pensar seriamente en inmolarse como mártir en alguna espectacular acción en la que acabar no sólo con su propia vida, sino con la de decenas de personas a las que despreciaba por no abrazar su fe. Bajo esta premisa, el yihadista que el pasado martes 13 de diciembre fue detenido por la Guardia Civil en su vivienda del número 39 de la calle de la Plata trazó una compleja historia de violencia que afortunadamente no pudo consumar gracias a la eficaz investigación del Servicio de Información del Instituto Armado de Segovia.
Las pruebas reunidas durante meses por los agentes de la Guardia Civil llevaron a la jueza Carmen Lamela de la Audiencia Nacional a dictar un auto de prisión incondicional para Fernández Aceña, que más allá de los fundamentos jurídicos que justifican esta decisión, compone un estremecedor perfil de la mentalidad del yihadista, así como del proceso de radicalización que le llevó a ser un ‘lobo solitario’ dispuesto a «pasar a la acción».
Durante el periodo en el que levantó las primeras sospechas, los investigadores destacaron la «labor enaltecedora del terrorismo yihadista» en las redes sociales que Fernández Aceña frecuentaba, y en las que ponía de manifiesto su simpatía por todos los grupos de corte belicista. Así, los investigadores detectaron frecuentes accesos a páginas web relacionadas con organizaciones terroristas como la yihad islámica palestina y su grupo armado, las brigadas Al Quds que actualmente combaten en Siria a favor de Bachar Al Assad. La radicalidad de sus contenidos quedaba reflejada con imágenes subidas a su muro de Facebook de iconografía de grupos terroristas y zonas de conflicto en el Cáucaso y Palestina, con especial incidencia en el grupo terrorista Ezzedin al Qasam.
Pero no se conformaba con la consulta y la exhibición de la simbología. A lo largo de los últimos meses, Fernández Aceña expresó en público varias veces su simpatía con esta ideología, apuntando incluso la posibilidad de poder cometer un acto suicida en su nombre. Así, el auto señala que «uno de los lugares por los que se hubiera interesado para realizar una acción violenta fuera uno de los numerosos sitios turísticos de Segovia».
En el periodo que permaneció ingresado en la residencia psiquiátrica de Segovia debido a sus trastornos mentales, también manifestó estar trabajando para «una organización cuya misión sería crear y alimentar la propaganda yihadista a través de internet y desde su domicilio. También durante su periodo como trabajador en el Ayuntamiento de La Granja, donde tuvo que realizar varias horas de servicios sociales por un delito de maltrato a su pareja, expresaba su satisfacción por el «éxito» de los atentados terroristas del DAESH en suelo europeo.
Para ello, Fernández Aceña parecía estar suficientemente preparado. Tras su experiencia en el GAL —que le llevó a prisión por el asesinato en 1984 en Hendaya de un ferroviario al que confundieron con un miembro de ETA— el yihadista aseguraba haber viajado a países como Angola, Israel o Afganistán donde realizó «trabajos» en los que tuvo que “pegar algún tiro».
