Tres jóvenes de Otero de Herreros, llamados Iván Otero, Víctor García y Rafael Szpakowicz, protagonizaron en la tarde de ayer el momento culminante de la fiesta de los quintos de 2015, el de la ‘carrera de cintas’.
El escenario fue el habitual de los últimos años, un camino de tierra cercano al cementerio. A ambos lados del camino se situó un tractor. Entre ellos, una cuerda, de la que colgaban varias decenas de cintas de colores, anudadas a la soga con un sencillo lazo, de forma que tirando de ellas se pudieran liberar con facilidad. Este año, dos de los quintos (Iván y Víctor) eran experimentados jinetes. El tercero, Rafael, reconocía haber montado “solo un par de veces”, pero con valentía suplió su bisoñez. El trío se alejaba unos cincuenta metros de las cintas, suficiente espacio para que sus monturas (Pablito, Marqués y Maroto) pudieran alcanzar un rápido galope cuando pasaran por debajo de la cuerda. Unas veces lograban su objetivo; otras no cogían premio.
Tras cada carrera, los ‘acompañantes’ —los quintos del próximo año— intentaban, con poca pericia, asir alguna cinta. Pero de los ocho componentes del grupo, solo una mujer (Laura de la Calle) sabía montar un caballo.
“Antes todos teníamos caballería en casa, así que estábamos acostumbrados a montar”, señalaba Santiago Amo, de 79 años, un hombre que en su juventud escuchó a sus mayores decir que, antiguamente, en la soga se colgaban gallinas en vez de cintas. “Eso debió ser antes de la Guerra Civil, yo nunca he visto gallinas colgadas de la maroma”, agregaba.
Tradicionalmente, tras la ‘carrera de cintas’, los quintos marchaban con las quintas a Ortigosa del Monte. Este año, a causa de un fallecimiento en ese pueblo, rompieron esa norma. Pero se reunieron a cenar en el ‘salón cultural’ de Otero de Herreros, poniendo así el colofón a la fiesta de los quintos, que no es sino un rito de paso, en su origen iniciado por aquellos que debían marchar del pueblo para cumplir el servicio militar.
Suprimida la mili, este rito de paso entre la adolescencia y la edad adulta ha pervivido, manteniendo además toda su liturgia, iniciada al comenzar el 6 de enero, cuando los quintos cantan a medianoche en la iglesia la salve a la Virgen, entendiendo tal oración como el arranque de la ronda que realizarán a continuación por todo Otero de Herreros, después de repartir a la salida del templo chocolate y roscón de Reyes. Ya en la mañana del día 6, los quintos recorren las calles pidiendo el aguinaldo, “para el gasto de la fiesta”, mientras quintas y ‘acompañantes’ van por otro lado, demandando alimentos, de los que luego daban buena cuenta, junto a los quintos, la noche del día 7, en el cierre de la función.
Animación en una tarde soleada
Un quinto, pasando por debajo de la soga de la que colgaban las cintas (1); las quintas, colocando cintas en la maroma (2); los quintos de hace 25 años también se reunieron ayer (3); público asistente a la ‘carrera de cintas’ de Otero. FOTOS: JUAN MARTÍN