«Rabia, frustración e impotencia». Son los sentimientos de una madre segoviana tras la pérdida del bebé que esperaba. La mujer había salido de cuentas el pasado 21 de agosto y todo iba bien hasta que la mañana del lunes 24 de agosto comenzó a sentir dolores. Ella y su marido se personaron en el Hospital General de Segovia en torno a las 7.00 de la mañana. Dos horas más tarde, la pareja volvía a su domicilio, sin imaginar lo que aún les quedaba por delante.
La madrugada del martes 25, la mujer rompió aguas y acudió de nuevo al hospital, donde ya quedó ingresada. A pesar de las explicaciones que tanto ella, como su marido y el resto de familiares que la acompañaban le dieron al personal médico del centro hospitalario, su respuesta fue la de no proceder a una cesárea, alegando en todo momento que seguían el protocolo establecido.
Mientras tanto, la mujer empeoró, llegando incluso a tener fiebre. Ya durante la mañana del miércoles 26 de agosto, los médicos decidieron ponerle la epidural, para llevarla al paritorio esa misma tarde, más de 40 horas después de haber roto aguas. A lo hechos habría que añadir el historial médico de la paciente, que había abortado seis meses antes de quedar de nuevo embarazada. De poco sirvieron sus advertencias, puesto que una vez los médicos consiguieron sacar al bebé, su estado era tan débil que no superó el parto.
Los médicos alegaron que durante el embarazo, el bebé había aspirado meconio, lo que podría explicar su fallecimiento. Sin embargo, ninguna explicación podría reparar el dolor causado por la muerte del hijo que esperaba la pareja. Más aún cuando ni las propias enfermeras y otros empleados médicos entendieron el retraso del parto dadas las circunstancias.
Ante tales hechos, la familia decidió emprender medidas legales contra los responsables de las decisiones tomadas durante aquellos tres «interminables días», a la espera de que al menos, un juez les diera la razón. Sin embargo, la familia no obvió palabras de agradecimiento al personal médico «que sí les trató como merecían», entre las que se encuentran por ejemplo varias enfermeras y auxiliares de enfermería.
El camino que ahora les queda por delante no será fácil, tal y como asegura la familia. Recordarán hechos dolorosos, tendrán que asumir más responsabilidades económicas y judiciales, pero están dispuestos a «llegar hasta el final», con tal de que reconozcan «su verdad».