“¡Bienvenidos! ¡señoras y señores! ¡niñas y niños! ¡personas de lejos y de cerca!… ¡Bienvenidos todos a la fiesta!. El pregonero se desgañita enumerando las actividades de “Ayllón Medieval”, para que el público asistente sepa dónde tiene que ir. Amancio Ayllonez, nombre del pregonero, cumple su función: informa y, al tiempo, anima. “Mucha gente, hay mucha”, dice. En efecto, “Ayllón Medieval” no falla. El calor sofocante, compañero inseparable del último fin de semana de julio, no impide que una riada de visitantes, llegados desde los cuatro puntos cardinales, cruce el Arco de la Villa en busca de lo que ahora se llama “una experiencia”, consistente en pasar una jornada en un pueblo de origen medieval, con una oferta atractiva para los cinco sentidos.
“Para los que no lo sepan —prosigue el pregonero— lo primero es anunciar que esta mágica fiesta se ha hecho… mayor de edad”. 18 años cumple “Ayllón Medieval”. Una edad que luce con sumo esplendor, a diferencia de otros eventos con el marchamo “medieval” marchitos a los pocos años de su creación… “Nosotros seguimos aquí —dice, de buena gana, el presidente de la asociación ‘Amigos del Medievo’, Carlos Merino—, intentando ofrecer un buen servicio a quienes nos visitan”.
“Ayllón Medieval” se ha hecho, pues, mayor, pero no por ello ha decaído. Diríase que, por el contrario, cada edición va a más. La de 2014 ha traído varias novedades, aunque siempre intentando mantener la filosofía original de la fiesta.
A consecuencia de una enorme grúa que permanece instalada en la Plaza Mayor, los organizadores han querido restar importancia al escenario central allí situado, desplazando actividades hacia otras calles. Se trataba, por tanto, de descentralizar los actos, con el doble objetivo de evitar “un paisaje urbano poco medieval” y, al tiempo, aumentar la animación en otras zonas.
La Plaza Mayor y las calles adyacentes están repletas de artesanos. Hay de todo. Ceramistas, zapateros, artesanos de cuero o de plata… En el interior de la iglesia de San Miguel (otra de las novedades de 2014) se han instalado una decena de artesanos de la marca “Tierra de Sabor”. Junto al templo, en lo que se denomina como “huerta de San Miguel”, permanece ubicada la “zona gastronómica”, donde el visitante puede elegir entre los puestos que ofrecen pulpo, kebab o pizza. Y lejos del ruido, fuera del recinto amurallado, en la ribera del río Aguisejo, los más pequeños se entretienen con una “zona infantil”, habilitada con numerosos juegos.
Aparte de los stands, “Ayllón Medieval” siempre resalta por su programa. Y este año no iba a ser menos. “Una de nuestras señas de identidad es la música”, sostiene Merino. Ayer, “Dulzaineros de Ayllón” y “Los Ministriles de Cuéllar” alegraban el ambiente. Por la noche, estaba prevista la actuación de “Castijazz”, la banda liderada por Carlos Soto, flautista de “Celtas Cortos” y, después, “Jabardeus”, un grupo folk de inspiración medieval. Y hoy, el ya habitual concierto de la coral “La Espadaña” (18 horas) y, seguidamente, otro (20,15 horas), de “La Carraca”, un grupo de música infantil tradicional que este año se despide de los escenarios.
Además, durante todo el fin de semana se suceden las actividades en Ayllón. Entre ellas, la representación gratuita de diversas escenas de las visitas teatralizadas, con entrada libre hasta completar el aforo en el jardín del Palacio del Obispo Vellosillo. Justo al lado, en el edificio, se ha programado una exposición de instrumentos de tortura. Y tampoco faltan este año ni el taller de instrumentos musicales ni las exhibiciones de cetrería.
“A mí —relata el presidente de ‘Amigos del Medievo en Ayllón’—, lo que más me gusta de esta fiesta es que consigue aglutinar a muchísima gente de Ayllón, de todo tipo, que colabora de forma altruista”. “Es —continúa diciendo— como las antiguas hacenderas, a las que los vecinos se unían para ayudar”. Ciertamente, muchos aylloneses entienden ya esta fiesta medieval como parte consustancial de la villa. Y este fin de semana contribuye a fortalecer el sentimiento de pertenencia de los hijos de Ayllón a su comunidad. Pero además, “Ayllón Medieval” se ha convertido en un potente imán para muchos foráneos. Por citar un ejemplo, hay un grupo de murcianos que cada año reserva el último fin de semana de julio para viajar al Nordeste de Segovia. Eso es fidelización de la buena. De fuera de España, año a año se refuerza el hermanamiento entre Ayllón y Sainte Maure de Touraine. Los franceses, eso sí, están empeñados en lograr que todo ayllonés deguste sus riquísimos quesos de cabra.
¿Cuánta gente pasará este fin de semana por “Ayllón Medieval”? Merino dice no saberlo. Ni tampoco le importa. Lo que sí quiere es que quien vaya disfrute… y repita.