La campaña 2024 de Eresma Arqueológico ha dejado importantes sorpresas para los investigadores encargados del mismo, que lidera el segoviano Raúl Martín Vela.
La más destacada es una “especie de vidriera prehistórica” con más de 6.000 años de antigüedad, tapizada por cascotes y bolos de cuarzo que según los arqueólogos ilumina áreas precisas de la tumba de Santa Inés, entre ellas el corredor que lleva a la cripta funeraria.
Según el estudio realizado en colaboración con César González, investigador del CSIC y experto en orientaciones arqueastronómicas, se ha determinado que la construcción del dolmen estuvo regida por un plan de construcción donde ya se preveía “iluminar espacios durante fechas muy concretas del año”.
Los descubrimientos hechos en los túmulos llevan a pensar a los investigadores que durante la construcción del dolmen se seleccionaron deliberadamente bloques blancos de cuarzo y lajas grises de pizarra para aprovechar el juego natural de luces al amanecer y al atardecer. «El resultado es una especie de vidriera prehistórica que realza la presencia del monumento en la distancia, al tiempo que ilumina de manera precisa áreas específicas de la tumba», explicaba el arqueólogo Raúl Martín.
Ese momento especial se daba durante el solsticio de invierno, entre el 21 y el 22 de diciembre, cuando la entrada de la tumba, flanqueada por dos bolos de cuarzo, se ilumina con las primeras luces del día. El sol entra a través del corredor hacia la cripta funeraria y lo ilumina, revelando «intencionalidad astronómica y arquitectónica», indica el jefe de la excavación.
No es la única iluminación de la que dispone el dolmen, ya que, según Martín, se han localizado más cascotes y bolos de cuarzo en el lado oriental de la tumba que recuerdan a un collar y que la iluminan durante todo el año.
El rico legado histórico en la provincia de Segovia, ha dejado al descubierto otros yacimientos únicos, con características que rara vez se han hallado en Castilla y León. Muy cerca del dolmen de Santa Inés, se encuentra uno de ellos, el crómlech de Cantos Blancos, que constituía un centro de reunión para las comunidades que vivían en la zona durante la prehistoria y cuyas características son únicas en Castilla y León. Se desconoce todavía el motivo de su construcción, formada por más de un centenar de menhires de cuarzo blanco situados en círculos y líneas.
Apenas 13 kilómetros separan este yacimiento del de La Peña del Moro, donde se ha descubierto que los primeros habitantes de la zona ya se servían de la resina de los pinares, tan abundantes en la zona, para su día a día. Aquí se ha encontrado una vasija de la Edad de Bronce con más de 3.500 años, que certifican ese uso, ya que se han encontrado restos de pez realizada con esa resina, en las paredes del recipiente.
Todos estos descubrimientos están siendo apoyados por los Ayuntamientos de las localidades a las que pertenecen los yacimientos, que apuestan por la preservación de un patrimonio único a través de diversas iniciativas culturales.
