El Covid-19 no hace distinciones y esto ha provocado que hasta los sacerdotes y las iglesias hayan tenido que cesar su actividad diaria. “El día que se decretó el confinamiento puse un cartel en la iglesia de que estaba cerrada y desde entonces no he vuelto”, explica Alfonso Águeda, párroco de El Espinar.
Águeda, que llegó hace un año y medio a la localidad segoviana, ya es uno más entre los espinariegos y no es raro verle departiendo con ellos en su día a día. Ahora que no puede salir de casa por el confinamiento dedica su tiempo libre a fabricar pantallas protectoras para los sanitarios, entre otras cosas.
“Me enteré a través de la radio de que había gente que estaba fabricando pantallas de protección. Me puse en contacto con Esther Lázaro y con Charo Monedero y ellas me mandaron de Segovia el material. Cuando ya tenía unas cuantas se lo dije al Ayuntamiento y como les pareció bien lo que hacía he seguido. Desde la Asociación Hespérides me facilitan algunas piezas que son necesarias para ajustar la pantalla a la cabeza y junto a un burlete para la frente y algunos remaches fabrico las máscaras que luego vienen a recoger a mi casa”, explica el párroco.
Las comuniones y confirmaciones son cada año en El Espinar un gran motivo de celebración que en este 2020 se encuentran en el aire por el coronavirus. “Las comuniones estaban programadas para el próximo mes de mayo y las confirmaciones para junio pero por ahora están suspendidas. No sabemos si más adelante las podremos programar pero hasta que no nos reunamos con los padres y los catequistas no podemos hacer nada”, comenta Alfonso.
La cuarentena provocó que todas las procesiones de Semana Santa tuvieran que ser suspendidas, así como todos las eucaristías y actos programados. “Tuvimos que suspender todo. A través de la página web de la iglesia, que se mantiene en constantes actualización, recomendé a los vecinos que siguieran la Semana Santa a través de los medios y como dato particular el Jueves Santo celebré una misa desde el balcón de mi casa que fue seguida por los vecinos de la Plaza del Obispo desde sus respectivas viviendas”, cuenta Águeda.
Esta situación de amenaza mundial no está siendo fácil para nadie. El único servicio que estos días puede realizar el párroco espinariego es acudir al cementerio y rezar durante el sepelio junto a los funerarios y enterradores y los familiares que pueden acompañar al féretro o las cenizas. “Desde que esto empezó hemos enterrado a unas ocho personas. No todas han fallecido de coronavirus pero sí la mayoría. Aunque me gustaría señalar que en los meses de enero y febrero enterramos a más gente y todavía no había llegado este virus a España”, comenta.
Los entierros siempre son tristes pero los que tienen lugar ahora lo son mucho más. “Sólo pueden estar presentes tres personas y nada de abrazos y besos. A lo lejos, a veces, hay uno o dos familiares más… Es una pena lo que está ocurriendo”.
Desde su casa, en la que no le gusta estar, pues Alfonso es un hombre de calle al que le encanta estar en contacto constante con sus feligreses, recomienda a los espinariegos “tener paciencia, seguir en las redes sociales la vida de la Iglesia y respetar el confinamiento para acabar cuanto antes con esta situación”, de la que está seguro “que conseguiremos salir si nos mantenemos unidos”.
