La segoviana Ana Fernández-Vega hace parada en su ciudad natal durante los meses de marzo a mayo para ofrecer los conciertos de algunas de las agrupaciones corales que dirige: Coro Victoria el 23 de marzo en la Catedral, Coro de Cámara CAMtoras de la Comunidad de Madrid el 27 de abril en el Teatro Canónigos de La Granja de San Ildefonso; y cierra el 18 de mayo con el Coro de Niños de la Comunidad de Madrid y Escolanía de Segovia en la Iglesia de El Salvador. Se trata de una oportunidad perfecta para disfrutar de la música coral a un nivel que solo una profesional como Fernández-Vega alcanza. Su carrera, su posición como mujer en este sector, cómo se desenvuelve en la docencia y cómo se valora la cultura musical en este país son algunos de los temas en los que ahonda.
— ¿Cómo ha sido tu trayectoria y formación, y ese momento en el que te orientas hacia la dirección coral?
—A veces el camino se te va abriendo un poco sin que lo planifiques. Yo estudiaba piano y no tenía muy claro por donde seguir ese camino. Me fui a Madrid a estudiar Pedagogía Musical en el Conservatorio Superior de Atocha, y ahí algunos de mis compañeros ya dirigían coros, pero era un mundo al que yo nunca me había acercado. Ahí, con mis 20 años empecé a estudiar canto, me animé a hacer las pruebas de dirección de coro y entré; después entré en dirección de orquesta, y comencé a dirigir coros amateur. Desde siempre me interesó mucho la polifonía; dirigí durante muchos años un coro amateur que llegó a un nivel muy bueno y eso me animó a fundar el Coro Victoria. Era un poco el mismo repertorio pero ya con cantantes profesionales.
El mundo de los niños se me abrió también un poco por casualidad, porque aprobé mis oposiciones de conservatorio y ahí me ofrecieron dirigir mis coros de niños. Me empecé a formar en eso que es muy específico, y gracias a los coros de conservatorio, que estaban funcionando muy bien, se me ofreció dirigir los de niños y jóvenes de la Comunidad de Madrid. La vida me ha ido llevando por unos caminos y juntando toda mi trayectoria sí que me siento como que todo ha confluido: todos mis intereses, mi formación, la pedagogía, el canto, la música antigua y la danza -tuve formación de bailarina-… siento que estoy juntando todos mis saberes en este momento de madurez profesional.
— ¿Vienes de trayectoria familiar musical?
—Nada, en absoluto. Empecé mis estudios de música porque a mis padres les pareció que podía ser una formación interesante y así ocurre en muchos casos: tienes facilidad y avanzas. Un día tú mismo te haces consciente de que sí, que te gusta y podrías dedicarte a eso. Tuve la suerte de que mis padres jamás me pusieron ninguna limitación de que tuviera que hacer otra carrera universitaria, si no que mis tres carreras y los estudios de fuera de España, fueran en esta línea.
— Las agrupaciones que diriges son tanto de profesionales como de niños y jóvenes. ¿Qué te aportan respectivamente?
—El coro de niños tiene una regularidad, ensayamos muchas horas a la semana. Muchos no leen música o no del todo, así que hay que montar un ensayo que sea interesante para ellos porque son muchas horas. Hay mucha preparación montando las obras a través de los días, programación para que mejoren vocalmente, auditivimente… Sin embargo, un coro profesional llegas y ellos van a cantar todas las notas; estás en lo puramente artístico: no hay que resolver problemas técnicos, ni explicar lo que se está cantando. Son filosofías muy diferentes.
El coro de niños es probablemente la agrupación más difícil porque les tienes que enseñar todo y mantener la atención de los niños de hoy en día tres horas y media de ensayo… para eso hay que tener mucha experiencia. Luego es profundamente gratificante; esos conciertos, con 50 niños entregados cien por cien contigo… son emociones fuertes.
— ¿Cómo se presentan los conciertos en Segovia?
—El primero, del Coro Victoria, será muy especial porque es música para dos coros del Renacimiento, en el que se tocarán los dos órganos de la Catedral; cada uno doblará a uno de los coros. Esta música se acercaba a la estética de Barroco y buscaba contrastes y efectos, y será muy bonito escucharlo. Es una música divertida en su estilo, sacra, pero muy rítmica. El público no habituado podrá disfrutarlo: la música llega, es de tal calidad que cualquier persona con mínima sensibilidad musical, que todos la tenemos,lo apreciará.
El de La Granja es el Coro de Cámara CAMtoras: son 18 chicas que salen del coro de Niños y Jóvenes y hacen un repertorio más complicado; es un grupo de mucha calidad y hacemos un programa también divertido. Nos acompañará Martina Gómez al violonchello en la primera parte.
El del 18 de mayo, de niños de la Comunidad de Madrid y de la Escolanía de Segovia, unirá las dos agrupaciones en varias piezas, y ver a casi 100 niños cantando juntos es realmente emocionante.
— Sobre tu intensa labor docente y la perspectiva que te da impartir clases, ¿qué momento se vive en los conservatorios y cómo lo ven las familias?
—Las familias creo que tienen claro que es algo que aporta muchos valores tanto en un coro, como un conservatorio o una escuela de música. La música te despierta el cerebro, la sensibilidad y transmite unos valores muy buenos; un coro, por ejemplo, es responsabilidad porque tienes que cantar bien por ti y por tus compañeros. Todo eso es muy bueno y creo que en general se aprecia. Pero igual, se plantean hasta dónde llegar por si el niño quiere ser cantante, violinista o batería… Al final los niños encuentran su camino y todos son difíciles. Quizá la música sí es una formación muy larga: no terminas con 22 años y te pones a trabajar. Probablemente con 22 estarás haciendo un máster, pruebas, y tu carrera empezará más tarde, pero luego tendrás otras satisfacciones. Yo tengo alumnos muy brillantes que al final deciden hacer medicina, arte dramático… es una oportunidad formativa que te queda para toda tu vida, experiencias… y todos encuentran su camino.
— Sin embargo, quien se lo propone, con esfuerzo, encuentra salida profesional.
—Claro. Creo que todos nos imaginamos que cuando un niño entra a tocar la flauta va a ser concertista solista, y eso sí es realmente difícil. Pero hay otras muchas salidas: docencia, pertenencia a una orquesta de nivel, y todas las cuestiones adyacentes, como técnicos de sonido, grabaciones… hay muchos otros campos, como la música popular. Siendo un poco realista, hay salidas.
— Dada tu amplia formación fuera de España, ¿cómo es la perspectiva de la música en otros países respecto al nuestro?
—Muy diferente. Yo es que creo que he estado en uno de los sitios más privilegiados, que es la Sibelius Akatemia de Helsinki, entre otras. Cuando llegué allí me parecía la utopía hecha realidad, lo que hubiera soñado. Había un gran nivel de profesorado, porque aquí, en las enseñanzas públicas superiores, el artista lo tiene difícil para compaginar docencia y carrera solista; allí en Finlandia, si quieres tener al mejor violinista dándote clase, obviamente es concertista. El respeto que se le tenía al alumnado también era muy distinto. Y luego las facilidades, currículum abierto, oportunidades laborales que ofrecía la propia escuela, medios… todo muy subvencionado. Aquí cuando estudias música todavía te siguen preguntando “¿y qué más?”, como si con eso no fueras a ninguna parte.
— ¿Es también algo cultural?
—Sí, somos un país con poca cultural musical; no es nuestro mejor campo. Al teatro, literatura y pintores los hemos valorado siempre, más que a los músicos.
— ¿Qué momento vive entonces el sector de la música en este país?
—Pues difícil. Con el Coro Victoria por ejemplo, es difícil conseguir conciertos, un buen caché para los profesionales… es complicado, no estamos en el mejor momento. Y cuando vienen malas épocas a la cultura se le sigue tomando a veces como algo superfluo, y la cultura alimenta el alma y civiliza a la gente, es muy importante. Es patrimonio, como lo que se cantará el día 23: es el Renacimiento, cuando España era la gran potencia, de donde eran los mejores músicos.
— Acercándonos al Día de la Mujer y desde una perspectiva de género, ¿cómo ha sido tu carrera?
—Pensando en mi generación, creo que yo misma me he puesto limitaciones por ser mujer, porque de alguna manera la sociedad te las pone. Dirigir coros me parecía algo viable porque había directoras de coro, pero apenas había directores de orquesta, y yo pienso que ni siquiera lo intenté a pesar de que era la única mujer que lo estudiaba. Probablemente, si lo hubiera intentado, me hubiera encontrado antes un techo o puertas cerradas. En la dirección de coros no tengo esa sensación y me alegro de ver que se va equiparando poco a poco. No he tenido referentes, ninguna mujer me ha dado clase de dirección, pero eso lleva tiempo, y un poso, y creo que vamos por buen camino: las mujeres mostrarán su valía.
